se cumplen hoy 25 años de aquel aparentemente lejano 24 de enero de 1985 en el que José Antonio Ardanza fue designado lehendakari en medio del doloroso proceso interno en el PNV que acabó en una traumática escisión y en un contexto de crisis económica brutal que haría palidecer hoy en día a muchos gobernantes con responsabilidad en la materia. Poco hay más cierto que cada tiempo tiene su afán y que, pese a lo que pudiera parecer, la historia raramente se repite, al menos con los mismos parámetros. Desde la mirada actual, la nueva etapa que comenzó hace un cuarto de siglo estuvo marcada, según una conclusión generalizada, por una era histórica de entendimiento entre diferentes que resultó especialmente fructífera para Euskadi. No hay que olvidar que pocos días antes de su designación como lehendakari, Ardanza había firmado un pacto de legislatura con el Partido Socialista de Euskadi, el primer gran acuerdo transversal para la gobernabilidad del país desde la reinstauración de la democracia en el Estado español. Esta alianza entre las dos grandes tradiciones ideológicas, la nacionalista y la socialista -y que en definitiva era un pacto de estabilidad institucional-, dio fortaleza al Gobierno vasco y permitió poner las bases necesarias para hacer frente a la crisis económica y a la posterior reconversión industrial, de la que Euskadi, gracias sin duda a este esfuerzo común de responsabilidad, logró salir reforzada, tal y como se ha demostrado en los últimos años y aún hoy en día, con los efectos de la nueva crisis. Es más, este primer pacto de legislatura, que pasó el examen con nota alta, tuvo su lógica continuación con la conformación de un gobierno de coalición entre nacionalistas y socialistas, también de la mano de Ardanza. Un acuerdo que vino a suponer una década de estabilidad y de proyección social de la cultura del pacto entre diferentes, de corresponsabilidad en la gestión y de unidad frente al terrorismo de ETA. Pero, como bien destaca el lehendakari Ardanza en la entrevista que hoy publica DEIA, los tiempos han cambiado y el PSE ha preferido en la última década -desde su espantada del Gobierno- postergar al olvido aquellos tiempos de colaboración y aferrarse a la Lehendakaritza de la mano de la formación de un bloque españolista con el PP. Todo ello pese a que las demandas de la sociedad vasca van en sentido diametralmente opuesto, y bien que lo saben los dirigentes socialistas. El PSE parece empeñado en romper amarras con todo lo que signifique nacionalismo democrático. De ahí que las declaraciones de sus dirigentes -en especial, por su clara intención de herir y de cortocircuitar cualquier acercamiento, del portavoz José Antonio Pastor- vayan en ese sentido pese a que formalmente mantienen su siempre etérea apuesta por el diálogo. No en vano han pasado veinticinco años.