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Entre dos discursos

La paz a través de la guerra ha sido anunciada innumerables veces antes de que Obama retomara la idea ayer en Oslo y sólo ha servido para impedir la paz de la igualdad y los derechos que, al tiempo, predicaba ayer Jon Sobrino en Deusto

EL presidente de EE.UU., Barack Obama, recogió ayer el Nobel de la Paz en Oslo con el aparente contrasentido de su defensa de la guerra como mal necesario, "a veces inevitable". Jon Sobrino, teólogo jesuita, en su investidura como Doctor Honoris Causa de la Universidad de Deusto en Bilbao, denunciaba exactamente al mismo tiempo "un mundo inhumano" y reivindicaba los derechos de lo que denominó "pueblos crucificados". Dos distinciones, dos discursos. La distinción entre dos discursos, en realidad. La teoría de la paz como justificación de la violencia de los poderosos, tenga ésta o no soporte legal, frente a la teoría de la paz como único camino a la paz de los oprimidos, que se refleja en Aminatu Haidar y su pacífica protesta y cuenta con el irrebatible soporte ético de los principios que deberían ser, pese a la historia, los principios humanos. En el día de los Derechos Humanos, precisamente. "Algunos matarán, otros serán matados", expuso Obama en Oslo en una dramática admisión explícita de la tragedia que él, como "comandante de una nación en dos guerras", provocará con su teoría: "el concepto de que la paz es deseable no suele alcanzar para lograrla". Otros serán matados... El recuerdo de Sobrino en Bilbao a sus compañeros jesuitas asesinados en El Salvador en 1989 por militares que también creían que la guerra, la violencia, era necesaria; el recuerdo a las dos mujeres que murieron con ellos y "con la inocencia de quienes no han hecho nada para merecer la muerte". Como tantos otros que han sido, que serán, matados porque hay, sigue habiendo, quien como Obama al recoger el Nobel de la Paz, de la paz de los cementerios, considera que "decir que la fuerza es a veces necesaria no es un llamamiento al cinismo, es reconocer la historia". Cinismo, historia, todo uno. A eso se refería precisamente Sobrino al pedir "superar la actual civilización de la riqueza" en la que situó "la raíz de la injusticia" antes de apuntar a los Estados Unidos de Obama como exportador "del egoísmo" y acuñador de un falso concepto de globalización equidistante "cuando el mundo se divide en opresores y oprimidos". Ahí está la prueba de Haidar. Dos versiones de la paz. Una histórica, la que pese a anunciarla siempre no la ha logrado nunca; y otra, quizás con "la utopía de la civilización de la pobreza" que reivindica el teólogo, a la que no se ha dado aún la oportunidad de lograr la paz sin más armas. Sin armas. Obama, al recoger el Nobel, citó a MartinLuther King y a Mahatma Gandhi, para declarar, desde el cinismo, sí; insuficiente su respuesta no violenta. Sobrino citó a Ignacio Ellacuría, víctima de "victimarios entre los que había cristianos y demócratas", títulos sí insuficientes, inmerecidos en cualquier caso. Obama y Sobrino. La humanidad debe elegir. Y hacerlo sin desdecir aquella frase -"me gustaría ayudar a soñadores que tienen difícil imponerse en la vida"- que pronunció Alfred Nobel hace cien años.