S.O.S. por Aminatu Haidar
La militante independentista saharaui corre ya riesgo de muerte tras 22 días en huelga de hambre, sin que el Gobierno español, en una nueva improvisación continua, sepa encarar el asunto ni enfrentarse a Marruecos
EL cada vez más débil hilo de vida que aún hace latir el corazón de la militante independentista saharaui Aminatu Haidar se extingue poco a poco. Lo dijo gráficamente su médico el pasado sábado: "El tiempo para ella se acaba", después de 22 días en huelga de hambre en condiciones penosas en un habitáculo del aeropuerto de Lanzarote. Lo que la prensa -tan acostumbrada al obligado simplismo- define como "activista saharaui" es ante todo una mujer vital, en efecto perteneciente al pueblo saharaui y luchadora infatigable no sólo por la libertad y la libre autodeterminación del Sáhara, sino por los derechos humanos y la dignidad de su pueblo y de todos los demás. Reconocida así en todos los ámbitos internacionales, Haidar es un ejemplo vivo -aún- de la lucha pacífica, democrática, cívica e incansable por la libertad frente a un régimen que viola de forma sistemática los derechos humanos. Su trayectoria vital avala su actual actitud, inquebrantable frente a las fuertes presiones -incluidas intolerables trampas- de dos estados como el español y el marroquí, incapaces de resolver una cuestión simple por intereses estrictamente políticos, ajenos al respeto a los derechos humanos. Fiel a la política que ha caracterizado a los distintos ejecutivos socialistas de José Luis Rodríguez Zapatero, el Gobierno español no ha hecho otra cosa que improvisar en el caso Haidar, lo que ha empeorado las cosas. Bien es cierto que Marruecos, en una actitud intolerable que debería tener consecuencias en la comunidad internacional a poco que ésta funcionase o tuviese un mínimo de liderazgo, ha actuado también como corresponde a un régimen totalitario, con prepotencia, nulo respeto a la libertad y actitud desafiante. Pero ello no obsta para que el Estado español haya estado siempre a merced del reino halauita, sin capacidad de maniobra, sin ideas, sin afrontar el "problema" -y el problema no es otro que Marruecos- con valentía democrática. Y cuando ha actuado, lo ha hecho de forma penosa, como en el absurdo y vergonzante intento de engaño tanto a la propia Haidar como a Marruecos, fletando un avión y embarcando en él a la debilitada militante saharaui sin tener el permiso ni la garantía de Rabat de que podía regresar a su casa en El Aaiún. En este contexto y tras 22 días sin ingerir alimentos, la vida de Haidar comienza a correr riesgo cierto. La ola de solidaridad con Aminatu -y, de modo natural con la causa saharaui- puede volverse contra Marruecos, pero también contra España, porque los organismos internacionales -tarde, como siempre- comienzan a tomar cartas en el asunto. Las palabras, ayer, de Zapatero en las que aseguraba que "prevalecerá el interés general" -¿el económico, quizá?- indican que el Gobierno español no enfoca el asunto de la forma adecuada. Quizá piense que la cada vez más verosímil muerte de Aminatu Haidar sería la solución a su "problema".