Las protestas encabezadas por jóvenes, desencadenadas por una controvertida ley considerada una amenaza para las principales institucionales anticorrupción, demuestran que Ucrania sigue siendo una democracia funcional en la que los ciudadanos vigilan a su gobierno a pesar de los múltiples problemas derivados de la guerra en curso.
La reacción del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ante las primeras grandes protestas desde el inicio de la invasión rusa, en la que da marcha atrás en su decisión sobre la ley, ha rebajado las tensiones y disipado, por el momento, los paralelismos con las protestas del Euromaidán de 2013, durante las cuales las autoridades ignoraron a los manifestantes y respondieron con violencia.
Aun así, miles de manifestantes en Kiev, Leópolis, Járkov y Odesa siguen de cerca los preparativos de una votación parlamentaria crítica fijada para el jueves y se esfuerzan por equilibrar sus preocupaciones con la necesidad de preservar la estabilidad en una nación en guerra.
“Estoy muy preocupada por los riesgos para la seguridad de las protestas y su impacto en la línea del frente y en el apoyo internacional a Ucrania”, publicó en Facebook Anastasiia Bezpalko, de 23 años, una de las coordinadoras de las protestas populares, al expresar las preocupaciones compartidas por muchos manifestantes.
“No obstante, protestar nunca es fácil y estoy increíblemente orgullosa de estos jóvenes”, añadió.
Con muchos activistas sociales de la generación anterior implicados en la defensa o muertos en combate, las protestas han sido impulsadas en gran medida por jóvenes de veintipocos años sin afiliación política.
La adrenalina, el maximalismo juvenil y un elevado sentido de la justicia crean “una mezcla explosiva” con la que aquellos en el poder deberían tener cuidado, apunta Bezpalko.
“Algunos participantes instan a otros a evitar las provocaciones, para asegurar que las protestas sigan siendo pacíficas, sin daños ni llamamientos a derrocar al gobierno”, señala.
Cuando varios jóvenes participantes escalaron el balcón de un teatro cercano durante una protesta cerca de la oficina de Zelenski en Kiev, ella y otros les convencieron rápidamente de que bajaran para evitar el más mínimo indicio de desorden.
Lejos de empañar la reputación internacional de Ucrania o contribuir a los esfuerzos de Rusia por erosionar el apoyo extranjero a la nación invadida, los manifestantes creen que sus acciones mejoran la imagen del país.
“Estas protestas demuestran que tenemos gente admirable, incluida la juventud, que defiende sus derechos”, dijo Oksana, especialista en marketing de 25 años cuyo marido está combatiendo actualmente en el frente.
A diferencia de 2013, cuando el Estado desató una brutal represión contra los que protestaban, los manifestantes se han sentido seguros, sin una presencia policial destacada y con los ataques de misiles rusos como única amenaza significativa.
Aunque han expresado su decepción con la ley anticorrupción, la mayoría se ha abstenido de atacar personalmente a Zelenski y se ha centrado en que se revierta lo que consideran un grave paso en falso y en que se aborden los problemas sistémicos.
La decisión inicial de Zelenski ha dañado su imagen nacional y sorprendido a muchos de los que admiraban su éxito al movilizar un apoyo global.