"Son cosas chicas para el mundo, pero grandes para mí". Así explicaba el presidente de Uruguay, Pepe Mujica, sus sentimientos al visitar por primera vez en el año 2013 la localidad que fue cuna de sus ancestros. En su larga gira europea, el mandatario sudamericano hizo un hueco en su agenda para dormir en Muxika, "donde tenía ganas de despertar", y recibió un cálido y sencillo recibimiento de sus vecinos.
El mandatario acudió a la cita en el ayuntamiento muxikarra minutos antes del horario previsto. El amplio número de vecinos, autoridades y medios de comunicación superó las expectativas protocolarias, que el sencillo mandatario sudamericano resolvió con naturalidad. De hecho, durante toda su visita, que duró poco más de una hora, se mostró muy accesible y amable en un acto que se desarrolló en un ambiente familiar.
Como si fuera "un muxikarra genuino", como le definió en uno de los versos de salutación la diputada de EH Bildu Onintza Enbeita, vecina de la localidad, saludó a cuantos asistentes quisieron acercarse a conocerle. Entre ellos también hubo varios compatriotas suyos, que no dudaron en afirmar que "es un honor que sea nuestro presidente", según indicó Jenny.
En el acto protocolario, Mujica se mostró muy dicharachero, con continuas referencias a las similitudes entre el pueblo uruguayo y el vasco -también al gallego-. "Nos sentimos orgullosos de encajar con un pueblo que tiene unas raíces que se pierden en lo más hondo de la historia", apuntó.
Lo trepidante de su gira europea le obligó a limitar la duración de cada una de sus visitas, por lo que Mujica prometió volver "con mi pareja, para buscar el tronco de mis antepasados después de la changuita que estoy haciendo ahora como presidente; como un viejo que camina, despacio y sin ruido, con tiempo para pensar y mirar".
En una casa consistorial acicalada para la excepcional visita, el mandatario estrenó el libro de honor, donde añadió un visible "Pepe" a su firma, y recibió un apropiado presente de manos del alcalde Aitor Goldaraz. "Es una réplica de la llave y cerradura de madera de la Torre Muxika, como símbolo de que tiene las puertas del municipio abiertas", explicó, antes de que Mujica advirtiera de que "nuestros antepasados tendrían problemas cuando perdían estas llaves", al conocer el complejo mecanismo de la misma.
El artilugio fue facilitado por los actuales dueños de la edificación erigida en el siglo XIV. Abel Oriosolo, anfitrión en la visita que más tarde Mujica realizó a la casa-torre origen de su linaje y de cuyos primeros moradores tomó su nombre la localidad, recogió el guante de su intención de volver, y le invitó a realizar una "visita completa cuando venga con su compañera". El presidente uruguayo agradeció el gesto, susurrándole lo que él considera algunos "perjuicios de la vida moderna: las prisas y los periodistas, que siempre vienen por detrás", bromeó.
Las gruesas paredes del recinto fortificado llamaron la atención del político, que apuntó que los de entonces serían "unos vecinos belicosos, para tomarse la molestia de construir paredes de tres metros". Antes de partir hacia Arrasate, a conocer la experiencia de las cooperativas, echó un último vistazo al verde y húmedo paisaje de pastos que los Múgica ya oteaban desde su torre en el medievo y se acordó de sus ancestros emigrantes. "La tuvieron que pasar muy mal, acorralados, para huir de este paraíso", suspiró. Un paraíso, al que Mujica prometía regresar.