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“Tras el terremoto recibimos un aviso de tsunami pero no había donde ir, solo podíamos esperar”

Las vizcainas Alaitz Ibarrondo e Iraia Kruzelegi, de 25 años, vivieron el caos del terremoto sucedido el pasado domingo en la isla indonesia de Lombok

“Tras el terremoto recibimos un aviso de tsunami pero no había donde ir, solo podíamos esperar”Lorenzo Beretta

Bilbao - Alaitz Ibarrondo e Iraia Kruzelegi viven en Australia desde octubre de 2017 y decidieron viajar durante los meses de verano por Bali para conocer la ciudad y sus islas.

¿Qué hacían en Lombok?

-Fuimos a pasar una semana, porque nos habían dicho que era mucho más bonito y salvaje que Bali, así que decidimos disfrutar de una de las zonas más paradisíacas de Indonesia. Después íbamos a coger un barco para ir hasta Komodo, pero nunca llegó.

¿Qué fue lo que sintieron cuando empezó el terremoto?

-Miedo y agobio. Muchísima impotencia porque no sabíamos qué hacer ni a dónde ir. Después de tomar algo, cuando estábamos pagando en el chiringuito, empezó a moverse todo. Lorenzo, un amigo, nos cogió y nos llevó corriendo a la zona de la playa. Apenas podíamos tenernos en pie, oíamos como se iba rompiendo todo y se iban apagando las luces. Fueron los diez segundos más largos de nuestra vida. Momentos después recibimos un aviso de tsunami y ahí se nos metió el miedo en el cuerpo. La isla no tiene ningún punto alto, no teníamos a donde ir, solo nos quedaba esperar.

¿Cómo salieron de allí?

-A las 6.00 horas las réplicas seguían, pero fuimos al hostal a recoger nuestras cosas y de allí al puerto. Estaba lleno de gente para coger una embarcación, parecía de película. Quienes venían a rescatarnos solo tenían intención de lucrarse.

¿Os ayudaron o se vieron solas?

-Solísimas. Escribimos al Gobierno español pidiendo ayuda e información para volver a casa y su respuesta fue que ellos no se hacían cargo de nada porque “no había sido para tanto”. Desde la embajada la respuesta fue la misma, un cero a la izquierda.

¿Y las autoridades locales?

-Mandaron un camión de la Armada para ayudar a las familias y trasladarlas a los aeropuertos o a las ciudades grandes sin tener que pagar las millonadas que pedían. Pero nada más, fue un caos.

Ustedes son turistas y tienen un lugar al que regresar, pero la gente que vive allí se queda con una mano delante y otra detrás. ¿Cómo lo viven?

-Hay gente que ha perdido su casa, que ha perdido su negocio... y no sabemos qué va a ser de ellos o cómo van a salir adelante. Supongo que se ayudarán entre ellos. Primero construyen una casa y luego la del vecino. No viven como aquí.

¿Qué es lo primero que debería cubrirse con urgencia?

-Sobre todo acoger a las familias que se han quedado sin casa. Eso es lo más urgente y lo más triste de todo. No había agua ni electricidad en la isla. Además, la gente que se quedó al día siguiente sufrió otro terremoto, y leímos en las noticias que, por fin, el gobierno había puesto un barco gratis.

¿Creen que la gente necesitará ayuda psicológica para superarlo?

-Nosotras al menos, sí. Sobre todo por la noche que pasamos en la playa, cuando solo pensábamos si viene el tsunami, morimos sí o sí, porque no teníamos a dónde ir. Durante diez horas estuvimos sin luz y sin ver el mar. La incertidumbre de no saber qué pasaría fue horrible. Ahora mismo tenemos mucho miedo y necesitamos volver a casa, ver a nuestras familias y calmar los ánimos.