David McCrone: “El uso de los unionistas del poder del estado me recuerda a la actitud españolista”
Experto en tema identitario asegura que el movimiento independentista no desaparecerá y augura otra consulta antes del final de la década
Edimburgo - Hace dos años se anunció la celebración de la consulta y, desde entonces, si algo destaca de la campaña, casi por encima de los propios argumentos, es su pragmatismo. Tanto independentistas como unionistas han echado mano de los asuntos del día a día para trasladar sus ideas. Uno de los fundadores del Instituto de la Gobernanza, y también uno de los mayores expertos del país en temas identitarios, David McCrone, (Aberdeen, 1945) asegura que la identidad escocesa “es más cultural que política”.
¿Cree que la identidad escocesa se ha visto como algo negativo?
-Desde luego, no en Escocia. Quizás, a veces en Inglaterra, se ha tenido la sensación de que los escoceses son difíciles y siempre crean problemas. La verdad es que, en ocasiones, ha habido hostilidad desde el sur.
¿Se refiere a actos como la marcha orangista de ayer?
Sí. Aunque están en su derecho pero fue un fenómeno bizarro. Lo de ayer fue una especie de flashback al unionismo del pasado. Lo cierto es que desde Better Together, la campaña unionista, están avergonzados y no quieren relacionarse con los orangistas, lo que es normal. Muchos ciudadanos podrán pensar que si salvar la unión supone volver al siglo XVII, que si eso es lo que supone votar no, entonces decidirán apoyar la independencia.
¿Cómo se sienten los escoceses ante el concepto de “identidad”?
-No lo entienden como algo negativo. Cuando dicen que son escoceses lo relacionan con valores universales como la justicia o la igualdad. No se definen en términos de lengua o religión por lo que, aunque pueda ser un mito, es muy poderoso. Se puede decir que uno tiene nacionalidad escocesa y ciudadanía británica. El país era muy diverso por lo que, históricamente, había que pluralizar el concepto en vez de señalar una sola vía para ser escocés.
¿De ahí que haya tenido tan poco peso en el debate?
-Exacto. Hay gente que piensa que votar a favor o en contra de la independencia está relacionado con el hecho de que te sientas escocés o británico, pero no es así. Escocia ha emergido con una identidad cívica. Es decir, si vives aquí, eres escocés. Por decirlo de una manera, es una especie de cualificación residencial. Incluso los propios unionistas se sienten escoceses por lo que no tendría sentido polarizar el debate de esta forma.
¿Cómo ha evolucionado la identidad escocesa en las últimas décadas?
-Comenzó a politizarse a partir de los años 70. Poco a poco la conciencia escocesa fue creciendo y se puede decir que el Parlamento Escocés es una consecuencia directa de la politización de la identidad. Ahora bien, tras la separación, muchas personas seguirán definiéndose como británicas.
¿Por qué razón?
-Primero, para señalar que estaban en contra de la independencia. Pero también por razones culturales. Estamos en las islas británicas por lo que se nos puede considerar británicos. Es como el caso de los países escandinavos. Al fin y al cabo, la identidad se construye también dependiendo de la interrelación con tu vecino. Por eso la identidad escocesa es cultural.
¿Qué va a pasar con esa identidad tras el referéndum?
-Si se vota a favor de la separación, ser escocés podría ser más territorial, relacionado con vivir en Escocia. En el caso de que gane el no, sobre todo si ocurre por un pequeño margen, podría haber una politización mayor del sentimiento escocés. Por ejemplo, la bandera escocesa, la Saltire, sería un símbolo independentista. De hecho, ya se está politizando. Los símbolos de Escocia, como su enseña, están siendo capturados por los nacionalistas.
Por lo tanto, ¿habría una división entre los ciudadanos?
-No, en el sentido de que no habrá odio. Pero sí es cierto que en el plano personal podría existir. Es decir, recuerdas cómo vota la gente de tu alrededor y ocurre que siempre tiendes a relacionarte con la gente parecida a ti. Por ejemplo, después de que el banco RBS anunciara que trasladaría su oficina a Inglaterra si Escocia se independizara, muchos clientes han cancelado sus cuentas. De todas formas, habrá que convivir y no creo que haya problemas.
¿Qué papel juega la opción la llamada devomax que se descartó?
-Lo razonable hubiera sido un referéndum con varias preguntas, entre ellas la de conseguir más poderes pero dentro de Reino Unido. Pero la campaña fue construida para que el sí no gane, por lo que los partidos unionistas rechazaron la devomax para evitar ceder más competencias. En este sentido, separar a la ciudadanía en sí y no es artificial porque la mayoría hubieran preferido una ampliación de poderes sustancial.
¿Considera que fue un fallo rechazar esta tercera vía?
-Sin duda. De hecho, el gran logro de Better Together es haber contribuido a incrementar el número de independentistas. Se han creado así un problema para el futuro porque el movimiento independentista no va a desaparecer. El genio ha salido y no volverá a la lámpara.
¿Cree que el independentismo seguirá vivo a pesar de que el jueves se vote en contra?
-El debate no es si Escocia será independiente, sino cuándo lo será. El primer ministro, David Cameron, ha manipulado a la industria. Se ha visto claramente cuando los almacenes John Lewis o el supermercado Asda advirtieron de un incremento en los precios tras la separación. No pasó en Irlanda, así que, ¿por qué iba a ocurrir aquí?
¿Cómo afecta esto a la ciudadanía?
-Todo esto deja un legado de desconfianza. Si seguimos dentro de Reino Unido y en el año 2017 se hace un referéndum para salir de la Unión Europea, hay posibilidades de que Inglaterra nos arrastre debido a su peso demográfico. Nos veríamos obligados a abandonar Europa en contra de nuestra voluntad y la salida sería hacer otro referéndum. Podría haber otra consulta más antes del final de la década.
¿Le llama la atención que sean los unionistas los que más se refieran al pasado y a la identidad?
Es interesante cómo el unionismo siempre hace referencias al pasado. Mencionan, por ejemplo, el espíritu de las Olimpiadas de Londres pero no hay ninguna evidencia de que los Juegos Olímpicos incrementaran la identidad británica en Escocia. Este discurso deja un regusto de cómo se moviliza el poder del estado. Hay muchas diferencias, pero me recuerda mucho a la actitud españolista. Por ejemplo, nos dicen que no podemos utilizar la libra. Estamos en el siglo XXI y la lucha debe ser distinta.
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