"El ambiente era irrespirable; el sonido de las balas estremece"
El ingeniero vizcaino Juan Marino trabajaba en estadios en Libia cuando todo estalló
Gasteiz. Con el miedo todavía en el cuerpo, Juan Mariño trata de asimilar los recuerdos que continúan aflorando en su cabeza tras las que, considera, han sido las peores 24 horas de su vida. Este ingeniero técnico de Urssa, una cooperativa alavesa dedicada desde hace medio siglo al diseño y montaje de estructuras de acero, estaba al frente de un grupo de 40 profesionales que trabajaba en dos estadios de fútbol en Libia cuando el pasado día 17 estalló la revuelta popular contra el régimen dictatorial de Muamar el Gadafi. La mecha que semanas antes había precipitado la caída de un régimen similar en Egipto, volvió a prender días después en la vecina Trípoli con el llamado Día de la ira contra los 42 años que el líder libio lleva en el poder.
Con esta sublevación social, auspiciada de nuevo a través de las redes sociales, comenzaron los problemas para este vizcaino y Urssa, a pesar de que nada hacía presagiar que el país estallase como finalmente lo hizo. Es más, el propio Mariño recordaba ayer la "normalidad" de la situación, con "protestas y caravanas de vehículos haciendo propaganda de Gadafi".
Sin embargo, con el paso de los días, Gadafi se enrocó en el poder, llegaron los mercenarios a sueldo y la tensión fue en aumento. "El domingo por la tarde, el clima ya era irrespirable. Ahí me di cuenta de que corríamos peligro. Los comercios cerraron sus puertas, había edificios en llamas y por las calles circulaban civiles armados", evocaba con cierto estremecimiento aún el técnico.
Gestión de la evacuación La orden de evacuación la dio el presidente el domingo por la noche. Dionisio Merchán gestionó los billetes necesarios para el traslado de los 14 trabajadores que dependían directamente de Urssa así como otros 25 montadores pertenecientes a firmas subcontratadas. A pesar de que el grupo tenía un plan B para viajar en el avión que fletó Repsol, la dirección de Urssa no quiso correr riesgos ni esperar a nadie. "Quien da primero da dos veces", manifestaba ayer a este diario Merchán.
Veinticuatro horas después, tras una noche en vela con saqueos, incendios y disparos de metralleta -"el silbido de las balas estremece", apunta Mariño- la expedición alavesa arribó a primera hora al aeropuerto de Trípoli, desde donde pudo despegar a media tarde con destino a París vía Túnez. El martes por la mañana, Mariño y su equipo llegaban a Gasteiz.
En el camino, además de un buen susto, quedan los dos proyectos en el aire y, sobre todo, la inseguridad de no saber qué pasará con ellos en el futuro. "Libia es un país que interesa, así que supongo que pase lo que pase, quienes manden tratarán de que se normalice la situación cuanto antes porque allí hay muchos intereses", sospecha Merchán.
A la espera de que eso ocurra, su compañero Mariño no deja de agradecer la respuesta de sus compañeros desde Gasteiz, que, sin mediación gubernamental alguna, lograron sacarlos a todos en poco tiempo. "Esto ha ocurrido porque somos una cooperativa y aquí la gente se preocupa por la gente", concluye visiblemente emocionado.
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