El KGB sobrevive en Bielorrusia
El organismo es el brazo armado del que se considera el último dictador de Europa
Moscú
KGB, un acrónimo que aún produce escalofríos en todo el mundo, sobrevivió a la caída del Comunismo y resiste el paso del tiempo en Bielorrusia, el último bastión de la máquina de represión estalinista. "El objetivo del KGB es garantizar la seguridad de los ciudadanos, la sociedad y el Estado", señala la página web (www.kgb.by) del Comité de Seguridad Nacional bielorruso. No obstante, ese organismo es en realidad el brazo armado del que se considera el último dictador de Europa, el presidente bielorruso Alexandr Lukashenko, que lo utiliza para controlar a su población y reprimir a la disidencia política.
El presidente ruso Borís Yeltsin certificó en 1993 la defunción del KGB, pero mucho antes ya había desmantelado todas sus estructuras de espionaje, al considerar que su misma existencia se contradecía con un Estado democrático. En cambio, los bielorrusos se niegan a renunciar al legado del KGB. Su fundador, Féliz Dzerzhinski, es un héroe nacional para muchos bielorrusos y, en especial, para Lukashenko, un confeso admirador de los modos del dictador soviético Iosif Stalin. "Lukashenko ha mantenido en vigor tanto la economía planificada como la simbología soviética. Muchos bielorrusos aún tiemblan al oír el término KGB", comentó a Efe Ígor Garmash, director de un diario digital.
Funciones El KGB bielorruso parece omnímodo, ya que se encarga de garantizar la seguridad nacional y defender la integridad territorial del país, desempeña funciones de espionaje exterior y de contraespionaje dentro de las fronteras de Bielorrusia. Además, se encarga de luchar contra las organizaciones terroristas, extremistas y cualquier grupo o individuo que amenace la seguridad nacional, lo que incluye opositores, defensores de los derechos humanos y periodistas independientes.
El comité se subordina directamente a Lukashenko, quien comparte voluntariamente el control sobre sus estructuras con el consejo de ministros. En estos momentos, el centro de detención del KGB en Minsk y otras prisiones preventivas acogen a, al menos, cinco de los candidatos a la Presidencia bielorrusa y varias decenas más de opositores, periodistas y activistas que participaron en las violentas protestas postelectorales del 19 de diciembre.
Según informa la organización de derechos humanos Viasna, una veintena de esos detenidos afrontan penas de varios años de cárcel por instigar los disturbios. Entre ellos figura el candidato Vladímir Nekliáyev, que fue brutalmente golpeado el domingo por la Policía y, una vez en el hospital, fue secuestrado por agentes de seguridad. También están las periodistas Irina Jalip y Natalia Radina. Además, presuntos "escuadrones de la muerte" del KGB y del ministerio del Interior adscritos a Lukashenko son acusados de la desaparición en las últimas dos décadas de cientos de opositores, activistas y periodistas bielorrusos y de otros países. Entre los desaparecidos se encuentra el antiguo ministro del Interior Yuri Zajarenko, el viceprimer ministro Víctor Gonchar, el empresario Anatoli Krasovski y el cámara ruso Zmitser Zavadski.
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