Bilbao
Era el 8 de mayo. Aquel año de 1990, la URSS olía a naftalina y la perestroika avanzaba como una mancha de aceite sobre las viejas y carcomidas estructuras soviéticas. Mijail Gorbachov planeaba un sucedáneo que contentara a los nostálgicos del Partido Comunista y se inventaba la Comunidad de Estados Independientes (CEI). En medio de esa creciente efervescencia precapitalista, tres pequeñas repúblicas utilizaron esa corriente como amplificador de sus demandas de independencia.
Aquel 8 de mayo el Soviet Supremo de la República Socialista de Estonia declaraba la independencia de la Unión Soviética, aunque acataba la constitución del Estado soviético hasta que se redactara una nueva. Un hecho que sí tenía precedentes.
Cuatro días antes, el día 4 de mayo el Soviet Supremo de Letonia había hecho lo propio en una sesión en la que daban por muerto el viejo Estado soviético declarando así la independencia de Letonia. Con esta declaración, los letones dejaban de acatar las leyes emanadas desde Moscú.
Estas dos repúblicas no hacían más que seguir el camino marcado por Lituania, quién poco antes, concretamente el 11 de marzo de ese mismo año se había proclamado ya independiente. Y es que en Lituania había ganado las elecciones una formación que aglutinaba a los independentistas lituanos. El movimiento Sajudis lograba los dos tercios necesarios para proclamar la liberación lituana. Pero no sería hasta un año más tarde cuando Mijail Gorbachov reconocería oficialmente la independencia de las tres repúblicas bálticas, en el verano de 1991.
El camino de estas tres repúblicas hacia su independencia no fue tan fácil como pudiera parecer. Los letones proclamaron su independencia en 1918, una vez finalizada la I Guerra Mundial. Pero el pacto de no agresión suscrito entre Hitler y Stalin en 1939 dejaba a los tres países bálticos en manos de la Unión Soviética. El reparto fue firmado por Molotov y Ribbentrop el 23 de agosto de 1939 y Letonia, Lituania y Estonia pasaban a pertenecer a la Unión soviética el 17 de junio de 1940.
Ansias de libertad Un año más tarde, en plena II Guerra Mundial, caían en poder de las tropas nazis, para regresar a la órbita soviética en 1944. De ahí las ansias de libertad e independencia de los pueblos bálticos. Las tres repúblicas lucharon por su independencia creando formaciones políticas nacionalistas que confluyeron en Letonia, en el movimiento Tercer despertar nacional junto a grupos defensores de los derechos humanos, en Lituania en el Sajudis y en Estonia en el Frente Popular Eesti Rahvarinne.
La lucha por la independencia iba ganado adeptos en las tres repúblicas y la creciente conciencia nacionalista estalló en una revolución pacífica que fue bautizada como La revolución cantada.
El movimiento toma su nombre de las masivas concentraciones de ciudadanos bálticos que se reunían para cantar canciones nacionalistas, que estaban expresamente prohibidas por las autoridades soviéticas.
Esta pacífica oposición a la ocupación soviética comenzó en 1987 y desembocó en la proclamación parlamentaria de la independencia de los tres países en 1990. En Estonia los nacionalistas se concentraban en el llamado Campo de las Canciones y cuentan las crónicas que llegaron a reunirse 300.000 personas, lo que suponía la quinta parte de la población de aquella época. Noche tras noche, los estonios salían a la calle para concentrarse y cantar los himnos independentistas prohibidos.
Pero uno de los hitos más importantes del proceso independentista de los bálticos fue la movilización que se dio en llamar la Cadena Báltica. El 23 de agosto de 1989, coincidiendo con el 50 Aniversario del pacto Molotov-Ribbentrop, cerca de dos millones de habitantes de las tres repúblicas unieron sus manos en una interminable fila que atravesó los tres países hermanos, dejando clara su voluntad.
sin marcha atrás Todas estas manifestaciones nacionalistas, nacidas al amparo de la perestroika de Mijail Gorbachov, hicieron imparable el proceso hacia la tan ansiada libertad de las tres repúblicas. Tanto fue así que las consignas nacionalistas llegaron a calar incluso entre destacados miembros del Partido Comunista. No obstante, Moscú trató de recuperar por la fuerza a las tres hermanas que ya se sentían independientes. En enero de 1991, tropas prosoviéticas trataron de revertir el proceso letón y en Lituania paracaidistas del Ejército disparaban contra una marcha pacífica matando a 14 manifestantes.
Fueron días de barricadas y de salir a la calle a proteger a las instituciones democráticamente elegidas por los ciudadanos de los tres países. Una vez rechazados estos intentos y cuando ya nada parecía detener el proceso, el 19 de agosto de 1991, en Tallin, Vilna y Riga se volvió a temer lo peor. Un grupo de funcionarios soviéticos, nostálgicos de un régimen que se desplomaba, trataron de dar un golpe de Estado y volver al pasado. Tras el fracaso de la intentona golpista, los países bálticos aceleraron su proceso hacia la independencia. Esta llegaría oficialmente con su entrada en la ONU el 17 de noviembre de 1991.