La afición a la mar en un lugar como Bizkaia es algo obvia. Sus comerciantes o pescadores tuvieron que arriesgar sus vidas durante siglos sin más instrumento que sus ojos y la intuición para navegar por el proceloso Cantábrico. La navegación recreativa, más reciente, tiene relación con lo que conocemos ahora como sociedad del ocio. Ocio que llegó con la industrialización. En los años 80 del siglo XIX ya hubo aficionados que alquilaron una casa en Zorroza, donde se ejercitaban en yolas y perissoir (canoas pequeñas). Este grupo primigenio de aficionados al remo y a la vela fue el que unos años después fundó el Sporting Club de Bilbao.

Vieja sede del Marítimo.

El Real Sporting Club de Bilbao se fundó en 1898 como mezcla entre club deportivo y club social exclusivo para hombres. Su primera directiva documentada estaba presidida por Enrique Careaga, con el vicepresidente José de Zayas y los vocales Eduardo Ubao, José Amann, Jaime Selby y Ramón Real de Asúa, siendo su secretario Manuel Elorduy.

Su principal seña de identidad fue sin duda su batea, una gabarra, con un gran cajón inferior, el flotador, cuyo techo era de cemento, base de los locales propios del Club. Originalmente tuvo 25 metros de eslora por 10 metros de manga y uno aproximado de calado. En 1909 se le añadieron 9 metros más de eslora. Tenía dos cubiertas y una sentina. La batea se construyó, según unas fuentes, en Astilleros del Nervión, en 1900; según otras se trajo despiezada desde Inglaterra. Hasta su hundimiento en 1981 fue el centro de sus actividades. En verano solía estar en el Abra, cerca de Portugalete, mientras que en invierno quedaba en Axpe. Se comunicaba por medio de un gasolino, tanto con Portugalete como con Las Arenas, desde donde se traía y llevaba a los socios. En 1934 se decidió variar su punto de amarre veraniego de Portugalete a Las Arenas.

El Sporting con el Club Náutico de San Sebastián y el Club de Regatas de Santander constituyeron, en 1900, la Federación de Clubes Náuticos del Cantábrico (germen primero de la Federación Nacional que también contribuyó a formar), que promovió una Copa del Cantábrico, cuyas regatas se reglamentaron en ese mismo año y se corrieron por primera vez en 1901. Por supuesto, tuvo un papel importante en la Copa del Rey y el organizador de la regata más antigua del país, la Copa Gitana.

Alfonso XIII fue un fijo de la temporada veraniega del Cantábrico, acostumbrando a acudir a las regatas del Sporting, haciendo su primera visita a la batea en 1904, cuando aparece ya como Real Sporting. El rey les concedió el privilegio en 1905 de contar con su propio uniforme, “el pico”, copia del uniforme de gala de la Armada, transformado con unos botones de oro procedentes de la Royal Navy.

En 1936, en la Guerra Civil, el Sporting fue incautado, primero para una organización juvenil republicana, y luego como base de submarinos. Además de club recreativo, esencialmente centrado en las actividades náuticas, fue un centro directamente vinculado al conservadurismo vizcaino. En las filas del Sporting no solo encontramos diputados, senadores y concejales conservadores, sino también condes o marqueses, titulados muchos de ellos por Alfonso XIII.

Esta relación con el monarquismo conservador hizo que la llegada del franquismo no estuviera exenta de problemas. Algunos de sus socios históricos, como Eduardo Ubao, se negaron a que en lugar de la fotografía de Alfonso XIII, presidente de honor, figurase una de Franco. Otro cambio fue el derivado de la prohibición de utilizar palabras no españolas en las designaciones de sociedades, clubes, etc. En consecuencia, el nombre de Sporting, tuvo que ser cambiado a Real Club de Regatas.

El Club Marítimo del Abra

El Club Marítimo del Abra fue algo más tardío; fundado en 1902 como “punto de reunión en Las Arenas, que sin perder el carácter de sport marítimo que por su posición y las aficiones de sus iniciadores debía conservar, pudiese proporcionar ameno y honesto solaz á los socios y á sus familias”.

A fines de julio de 1902 tuvo su primer acto de presentación el Marítimo, con el nombramiento de una Junta Directiva formada por Ramón de la Sota (presidente), Ramón Hurtado (vicepresidente), Ramón Coste (tesorero), Isidoro Larrínaga (contador), José Luis de la Gándara (secretario), Horacio Echevarrieta, Joaquín de la Rica, Miguel Ferrer, Hermenegildo Lozano y Pedro Olavarrieta (vocales).

Frente a un Sporting como espacio flotante exclusivamente masculino (las mujeres solo podían entrar en la cena de gala anual) el Marítimo contó como sede con uno de los primeros edificios construidos en Las Arenas como fue el Establecimiento de Baños de Mar Bilbaínos. Primero arrendaron y luego compraron parte de las dependencias del viejo balneario y no solo se acogieron actividades náuticas, sino que las familias de los socios, mujeres e hijos, podían acceder como un espacio de “recreo y entretenimientos propios de los de su clase”. Por ello, por ejemplo, quedaba taxativamente prohibida toda manifestación política, “así como también en los locales sociales toda clase de discusiones acerca de Religión y Política”.

Además de la actividad náutica se organizaban diversas fiestas (infantiles y cotillones), además de conciertos. Era también un lugar donde se jugaba; el preferido fue el juego de los caballitos, una especie de ruleta en la que se hacía una competición entre caballitos mecánicos engranados. Luego, por supuesto, se jugaba a las cartas (bridge, beziqué o tresillo). Contaba con varios juegos de ajedrez, así como mesas de billar y snooker (o billar inglés).

Contaba con un restaurante donde celebrar bodas (la primera en 1903) y banquetes privados o públicos, siendo uno de los más significados el que se hizo con ocasión de la visita a Bizkaia de Cambó a comienzos de 1917. Las cocinas atendían tanto al restaurante como a las meriendas. Con estos servicios de hostelería también se atendían a las habitaciones o cuartos que el Club mantenía para sus socios (o balandristas) de otros clubes.

A comienzos de 1917 Cambó visitó el País Vasco en su campaña contra la reforma fiscal de Alba. El banquete de su recepción se celebró en el Marítimo. Un reportaje de Eduardo J. Alonso Olea

Se organizaban ciclos de conferencias, concursos de crisantemos, fiestas benéficas, torneos de tenis, proyecciones cinematográficas… En definitiva, era un espacio recreativo pensado para el ocio de las familias de los socios, con preferencia, pero no exclusivamente ceñido, al mundo de la náutica.

En plena temporada de verano de 1936 comenzó la Guerra Civil. El Club fue incautado por las autoridades republicanas, que se hicieron con su tesorería y sus locales. El 3 de agosto de 1937 se reunió como pudo una primera Junta General que, tras el habitual mensaje a Franco de adhesión, pasó revista a los socios muertos en la guerra, tanto en los barcos-prisión como en el frente (veintiséis, más un empleado), así como hizo una lista de socios que o bien habían huido ante el avance franquista o tenían un procesamiento pendiente por su conducta política: otros treinta y seis. Representó sin duda la más grave fractura de la masa social del Club en su centenaria historia. Por contraste, en el Sporting no hubo ninguna expulsión de socios en 1937, lo que es muestra de su mucha mayor uniformidad ideológica.

El rey y sus visitas fue sustituido por Franco, que en las fiestas de la liberación de Bilbao de 1939 visitó el club y fue nombrado presidente de Honor. En la Fiesta de los Hospitales contaron con la presencia de Carmen Polo. Por supuesto los oficiales del ejército y de la armada, tanto españoles como alemanes, fueron bien acogidos en sus salones.

En 1941 don Juan de Borbón fue nombrado presidente honorario, como lo había sido su padre. Las relaciones del club con Franco y su régimen, no exentas de evidentes conexiones, no alcanzaron la familiaridad de las mantenidas con Alfonso XIII.

El Sporting continuó manteniendo, sin mostrar desde luego hostilidad alguna al régimen de Franco, cierta relación con el monarquismo borbónico. De hecho, don Juan pisó por primera vez tras su exilio tierra española en Las Arenas en el verano de 1963. No fue desde luego casual que tomara tierra por primera vez desde el Giralda en Las Arenas, se dirigiera al Sporting y luego al Marítimo el 25 de agosto de 1963 y almorzara en el club al día siguiente. El periplo, que debería haber continuado en Gijón, no tuvo oportunidad de seguir porque no se le permitió desembarcar.

Dejando aparte estos fastos cerca del poder, la situación del Sporting tras la guerra fue cada vez más difícil, de forma que para 1973 no se vio otra solución que su fusión –o absorción en opinión de algunos de sus socios– con el Club Marítimo del Abra. El 12 de octubre de 1980 las viejas tablas, la batea del Sporting, un elemento indisociable al club, se fue a pique a las 5 de la madrugada debido a un fuerte temporal. Parece que alguno de los portillos de proa quedó de madrugada abierto y los fuertes vientos y corrientes hicieron que embarcara agua sin que nadie se percatara de ello. El resultado fue que zozobró con todo su contenido.

La situación del Club Marítimo, a fines de 1973, y cumplidas ya las primeras fases de la fusión con el Sporting con éxito, era desde luego halagüeña. Pero este panorama cambió radicalmente una noche de noviembre de 1973. A las diez de la noche del 26 de noviembre, un comando de ETA, tras amenazar a los socios que estaban en el Club y rociar de gasolina varios de sus salones, incendiaron la sede social del Club Marítimo del Abra. El centenar de socios que se hallaban en su interior pudo escapar de milagro, resultando levemente herido el portero al intentar evitar la entrada de esos desconocidos. El edificio, que hacía poco había cumplido los cien años, con estructura de madera, cortinas, tapizados, etc. ardió como la yesca.

El 26 de noviembre de 1973 la histórica sede del Marítimo fue incendiada por un comando de ETA. Un reportaje de Eduardo J. Alonso Olea

Este hecho puso al Club al borde de su desaparición, quizá no tanto por el incendio en sí, sino por todo lo que el hecho significaba. El fenómeno de lucha armada que desde fines de los sesenta había comenzado a ser un problema y que se mostraría en toda su dimensión apenas un mes más tarde con el asesinato de Carrero Blanco, alcanzaba no ya fuerzas de orden público o significados políticos del régimen, sino también a un Club deportivo y social, por muy elitista que fuera su imagen o su realidad. Superar la nueva situación casi cuesta la propia existencia a un Club que no dejaba de ser centro social y deportivo; para algunos obviamente –y el incendio intencionado lo dejó claro– relacionado con el régimen.

En realidad, la situación del Marítimo encaja con la igualmente problemática situación política, social y económica que vivió Bizkaia y el País Vasco desde mediados de los setenta. A pesar de todos los problemas, la sede del club fue reconstruida, previo concurso de ideas, con un proyecto presentado por Eugenio Aguinaga Churruca e Iñigo Eulate Soriano, aunque en realidad era más grande que el finalmente construido por un problema de coste y de exceso de volumen para las normativas municipales, ya que contaba con una altura más, prevista para habitaciones que finalmente no se construyó.

El Real Club Marítimo del Abra no ocupó todo el espacio del viejo balneario de los Aguirre. El pabellón derecho todavía se conserva como viviendas. Un reportaje de Eduardo J. Alonso Olea

El edificio nuevo se inauguró el día del Carmen de 1977, con un coste de 250 millones de pesetas. Contaba con los servicios más modernos del momento, e incluía, además de la discoteca, instalaciones deportivas como gimnasio, saunas, squash, piscina cubierta, un amplio aparcamiento, etc. Las diferencias o las ventajas frente al viejo eran evidentes. Le faltaba el glamur del incendiado pero con el tiempo puso de manifiesto, en cierta forma, la modernización de la actividad social del Club. La mejora de la situación económica, desde mediados de los noventa –con las crisis cíclicas que se han sucedido por supuesto– y el desarrollo de los deportes náuticos ha hecho que el club experimente evidentes cambios que lo alejan bastante del elitismo que le dio origen. Sigue siendo uno de los focos principales de los deportes náuticos del País Vasco, con una Escuela de vela desde 1991, y entorno de relación social.