Una vez, a Alba Fraga (Gasteiz, 29 años) le llevaron una impresora a la asociación en la que trabaja como integradora social para ver cómo funcionaba. En otra ocasión, le preguntaron cómo se ponía en marcha el GPS de la bicicleta. También ha tenido que explicar el funcionamiento del conector del coche para cargar el móvil. A la sede de Prestaturik (calle Perú, 8), dice Alba, suele acudir bastante gente mayor de la zona que, muchas veces, ni tiene la formación ni el tiempo para poder adaptarse a las nuevas tecnologías. Esta no es, a priori, una parte estrictamente asignada a sus tareas. Presturik se define como una entidad sin ánimo de lucro que persigue “favorecer la integración de las personas migrantes en la sociedad de Vitoria”. No obstante, asume con naturalidad que ayudar a los demás también forma parte de su trabajo. 

Ella hizo las practicas del grado superior en Integración Social en este lugar, y ahí se ha quedado. Hija de una madre brasileña, Alba Fraga es una de esas jóvenes vascas de familia migrante que recorren la veintena y están cambiando el paisaje, mucho más diverso y rico, que asoma desde hace un tiempo en todos los sectores de nuestra sociedad. Forma parte de la llamada segunda generación de inmigrantes, que, muchas veces, tienen que cargar con una mochila llena de prejuicios y suspicacias en un país poco habituado a lo diferente. Ella nació aquí y se siente vasca. Está bien integrada y ni siquiera tiene acento brasileño. Sin embargo, Alba lamenta que todavía haya gente que no la considera como una ciudadana más, “a pesar de lo que pone en el DNI”. Solo porque su madre nació en otro lugar lejos de Euskadi.

En el proceso de construcción de la identidad, subraya la importancia del entorno social de los hijos de inmigrantes en edad escolar: “La integración real empieza cuando haces amigos en el colegio”, asegura. En su caso, durante la escuela no contó con una red de apoyo familiar que la ayudara, por ejemplo, a seguir mejor las clases en euskera. Ahora, le ha tocado ver la situación desde el otro lado. Desde 2005, Prestaturik ofrece clases gratuitas de apoyo escolar en euskera y castellano en su sede para los alumnos de primaria y de los primeros cursos de la ESO que lo soliciten. Las plazas son limitadas. 

Listos para ayudar


Izaskun, Charo, Zuriñe y Samir son los nombres de un heterogéneo grupo de voluntarios (jóvenes y mayores, población local o migrante) que en la actualidad prestan su ayuda a Prestaturik de manera desinteresada. Todos ellos, destaca Alba Fraga, forman “una verdadera comunidad” a la que desde la asociación “agradecen muchísimo” su dedicación. En la página web prestaturik.org también se ofrece la posibilidad de colaborar con un donativo mínimo de 5 euros por persona, con el que se “marca la diferencia” en las causas sociales por las que lucha la entidad. 


Por un lado, Charo ayuda en la preparación para la obtención de la nacionalidad con las clases de castellano orientadas al examen oficial DELE; Izaskun también enseña castellano, pero en su caso trabaja con grupos de principiantes. Zuriñe y Samir, junto con el equipo profesional de Prestaturik, se centran en el apoyo escolar; ella con el euskera, él con las matemáticas. Alba no se quiere olvidar de Beñat, un motivado estudiante de Derecho que aporta los conocimientos legales necesarios para defender los derechos e intereses de los migrantes.

Cuando nació la asociación, sin ayudas ni subvenciones de ningún tipo, la enseñanza del castellano fue la primera piedra. Un grupo formado por varias personas de distintas nacionalidades, entre las que estaba su actual directora, la colombiana Consuelo Parra, se había instalado en Gasteiz para, en la mayoría de los casos, hacer trabajos que nadie quería. Además de las barreras culturales y lingüísticas, se encontraron con una montaña de papeles para la homologación de sus títulos académicos; un proceso muy engorroso que a muchos les sigue impidiendo ejercer su profesión. 

La inevitable recualificación

Este año, la asociación ha mostrado una “gran preocupación” por una sentencia del Tribunal Supremo en la que se anulaba el traspaso a Euskadi de la homologación y equivalencia de títulos superiores obtenidos en el extranjero. Para Alba, la noticia fue un jarro de agua fría. Confiaba en que la situación se agilizase notablemente desde las instituciones vascas. El Ministerio de Universidades, que valida actualmente los expedientes, puede tardar “varios años” en desatascar un embudo de miles de solicitudes de títulos universitarios en el Estado. Según la integradora social, el modelo burocrático vasco es “más flexibe y ágil”.

Estos profesionales se ven abocados muchas veces a la recualificación porque no pueden ejercer sus funciones. La consecuencia es doble. Primero, se desperdicia talento. Muchos puestos esenciales se quedan sin cubrir por unas herramientas de validación que siguen siendo insuficientes para que, por ejemplo, cientos de profesionales de la salud puedan incorporarse a la plantilla de Osakidetza. En segundo lugar, los inmigrantes, al trabajar por debajo de su cualificación, están abocados a la pecariedad. “Tienen la ilusión de trabajar en lo que se han formado, pero acaban condenados a una frustrante espera. Su formación y experiencia es tan válida como la de cualquier profesional vasco”, reivindica la trabajadora de Prestaturik.

Alba Fraga en los locales de la asociación en Gasteiz. Jorge Muñoz

El objetivo principal de la entidad es, precisamente, “orientar, apoyar y facilitar” la integración sociolaboral de personas extranjeras desempleadas o que quedan atrapadas en redes precarias. Para ello, cuentan con profesionales licenciados en Medicina, Psicología, Ciencias de la Educación, ingenieros, trabajadores sociales, sociólogos, etc… Centro colaborador en formación de empleo desde 2019, organizan cursos gratuitos en áreas administrativas y atención sociosanitaria en colaboración con Lanbide (a finales del año pasado hubo uno de auxiliar administrativo y otro para aprender a grabar datos), guían a las personas en riesgo de exclusion social y acompañan a los mayores en un proceso de alfabetización digital clave para que puedan desenvolverse en distintos ámbitos de la vida cotidiana.

En sus primeros 25 años de trayectoria (1998-2023) han atendido, según sus cálculos, a más de 20.000 personas. La mayoría son mujeres (aproximadamente, un 60% frente al 40% de los hombres) y, en gran parte, población latina. “Son quienes más se han interesado tanto por las clases de apoyo escolar como por los trámites para la homologación de los títulos”, apunta Alba Fraga. Como nos recuerda ella, no debemos olvidar que “detrás de los números hay seres humanos con una historia personal”. 

Ampliando fronteras

En el evento ‘Mujeres con alas inmigrantes. Historias brillantes’ que la entidad alavesa organizó en marzo, afloraron con toda su fuerza cuatro relatos de mujeres extranjeras que, con mucho sacrificio, habían conseguido sacar sus proyectos profesionales adelante. Allí estuvieron, por ejemplo, la fundadora de la pastelería con tartas personalizadas y productos colombianos Calibella y la abogada de extranjeria de HLK Abogados Hane Lore King. 

En los últimos tiempos, Prestaturik ha ampliado su radio de acción, lanzándose a un proyecto de cooperación al desarrollo en Sandoná, un municipio del departamento de Nariño (Colombia). Consuelo Parra es de allí. Conoce bien la zona y cuáles son sus necesidades más urgentes. A través de la fundación local Turpay Kawsay -“que saben cómo se tiene que trabajar sobre el terreno”- han impulsado la situación laboral de más de 200 personas desde 2023. 

En la actualidad, están desarrollando un proyecto llamado ‘Entretejiendo saberes’. Dirigido a mujeres artesanas, se busca sobre todo “reconocer un trabajo que se está perdiendo, muy devaluado, y devolverle el valor que merece”.

Alba huye como de la peste de la típica mirada condescendiente hacia este tipo de proyectos de cooperación. “Los resultados están siendo muy positivos porque son ellas las que hacen el esfuerzo para poder salir adelante. Nosotras estamos aprendiendo mucho. Es que también se trata de eso, de enriquecernos mutuamente. Creo que este ha sido un gran paso y que nos ha abierto los ojos a un mundo lleno de posibilidades”, concluye.