Ikurriñas entre un mar de esteladas
El Camp Nou, altavoz de un clamor por la independencia y la oficialidad
barcelona - El riesgo estaba asumido. El 26 de diciembre, en plenas navidades y encajado en un sábado atípico, se entendía que no era la fecha más propicia para atraer a un mayor número de aficionados. O sea, un daño colateral. Así y todo, la organización ofreció la cifra exacta, 51.244. Por encima de números emergía el leitmotiv de un encuentro internacional que genera mucha carga emotiva y reivindicativa. Dos naciones sin estado. Dos causas para un mismo fin. Catalunya y Euskadi van de la mano en un deseo que reclaman sus respectivas sociedades. La oficialidad es el gran objetivo, el gran reto por las sucesivas trabas que pone el sistema establecido, empeñado en silenciar anhelos que le molestan.
El Camp Nou, el mausoleo del Barça y uno de los templos del fútbol mundial, se convirtió en altavoz de un clamor. Los más de 50.000 presentes ofrecieron un ejercicio de sana reivindicación, acentuado aún más por el momento político por el que atraviesa Catalunya, inmersa en su proceso constituyente. Emergió un mar de esteladas, entre las que se colaban las ikurriñas, en una comunión identitaria que se repite año tras año. Solo un puñado de provocadores quiso tener su minuto de gloria al final del primer periodo en el fondo de una de las porterías.
Artur Mas, presidente en funciones de la Generalitat, y el lehendakari Iñigo Urkullu lideraron la extensa representación política, social y deportiva en el palco del Camp Nou. Cada pocos minutos, los gritos de “independencia, independencia”, irrumpían con sonora fuerza, acompañados de cánticos como Gora Euskadi o Visca Catalunya, siempre entre el mar de esteladas y las continuas olas reivindicativas. Iba más allá de la fiesta, que comenzó a subir de temperatura en los preámbulos en los aledaños del Camp Nou y que se empezó a gestar en el Mini Estadi, con el segundo compromiso internacional consecutivo entre las selecciones femeninas de dos naciones unidas por una causa. Y el fútbol quiere esa oficialidad que otros se blindan en frustrar. - P. Ruiz
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