La confirmación de que la guerra comercial emprendida por el presidente de EE.UU., Donald Trump, tiene como objetivo también Europa ha generado incertidumbre y una honda preocupación en las empresas e instituciones vascas por el impacto que pueda suponer en el tejido industrial, la economía y el empleo. El pasado lunes, Trump firmó dos órdenes ejecutivas para imponer aranceles del 25% a las importaciones de aluminio y acero, gravámenes que serán aplicados a nivel global y sin excepciones. Se trata de un nuevo golpe para la siderurgia vasca, ya perjudicada por la negativa coyuntura económica que está haciendo perder competitividad y oportunidades. No se puede olvidar que EE.UU. es el tercer cliente de las firmas vascas en este sector, que exportan anualmente al país norteamericano productos por valor de 400 millones de euros que ahora se ponen en riesgo. Más allá de este impacto inmediato -aún por calibrar-, la irresponsable política de Trump supone lo que la patronal de la industria del acero europea ha denominado “escalada radical” en la guerra comercial que el propio presidente de EE.UU. inició ya en su primer mandato. Un conflicto de dimensiones mundiales que anticipa una batalla igual de global que puede abrir una dinámica en la que los países más afectados impongan a su vez aranceles a los productos de EE.UU. en una suerte de hiperproteccionismo peligroso. Una guerra comercial abierta sería sumamente perjudicial para las empresas y el empleo ya que se verían afectados todos los sectores, además del acero y el aluminio, lo que derivaría en mayores costes de producción, subidas de precios al consumidor y mayor inflación. Es obvio que la injustificable imposición lanzada por Trump obliga a respuestas contundentes y concretas. De momento, la UE opta por una repuesta híbrida, en la que anuncia “contramedidas firmes y proporcionales” a los aranceles pero se abre a un “diálogo constructivo” y a negociar con EE.UU. en busca de una solución. Pero Trump no es un negociador, su arma es la amenaza. Y la economía y las empresas necesitan certidumbre. El apoyo y protección institucional -como las ayudas de 500 millones a la industria aprobadas por el Gobierno vasco- es una vía necesaria que debe extenderse con urgencia y contundencia en el Ejecutivo español y la Comisión Europea.