La agenda de actos con los que el Gobierno de Pedro Sánchez quiere conmemorar este año los 50 del fallecimiento de Francisco Franco, como símbolo del final de la dictadura, ha dado lugar a una polémica estéril que dificulta la reflexión ética y política que debería acompañar a la mirada hacia ese período histórico lamentable. El Gobierno español ha ideado unilateralmente una serie de eventos en los que el objetivo declarado resulta completamente asumible, loable incluso, en tanto propiciara una aproximación intelectual y una consolidación del relato social de las bondades de la democracia y la convivencia en paz y respeto frente a la ilegitimidad de una dictadura y de los factores ideológicos que la sustentaron. Con el horizonte de ese objetivo, debería haberse gestado la iniciativa con un consenso mayor, una coordinación de su diseño con el resto de fuerzas políticas que defienden la democracia y evitar su patrimonialización, así como facilitar que se identifique a quién se adhiere y quién se desmarca de esos valores. Se habría evitado así un cierto distanciamiento social y habría dificultado los intentos de eludir la condena explícita de la dictadura con argumentos de la dialéctica política tramposa que domina el debate desde hace años. La ausencia de diálogo previo como fórmula para garantizar, y a la vez reconocer, la diversidad de sensibilidades democráticas es un error repetido por parte del gabinete Sánchez. Ahora, se enzarza en un debate manipulado en el que la única ganadora es la extrema derecha española, que vuelve a hallar coartada en el PP para alejarse de la descalificación de los valores del anterior régimen. El tiempo perdido en explicaciones que ahora necesitan justificar la conmemoración del cincuentenario la muerte del dictador –que no fue el final de la dictadura ni el desmantelamiento de su sistema– es tiempo que se ha perdido para desenmascarar las amenazas a la convivencia y las libertades: los discursos populistas, la falsa moral que apuntala la desigualdad de todo orden –género, origen, credo, orientación sexual...–, la misoginia y el negacionismo de valores fundamentales de la convivencia en un estado de derecho democrático. Amenazas reales que encuentran la coartada de la polarización de izquierdas y derechas y se benefician del alineamiento social en ese esquema.