VENEZUELA se adentra en su cuarta semana de crisis política tras la celebración de las elecciones presidenciales del 28 de julio, sin un horizonte de salida a una situación tan insólita como insostenible. Nadie salvo sus aliados incondicionales por intereses propios cree al régimen de Nicolás Maduro, que se autoproclamó vencedor de los comicios sin prueba alguna. Veinticinco días después, continúa sin presentar las actas que en cualquier sistema democrático certifican los resultados reales fruto de la soberanía popular expresada por la ciudadanía en las urnas. El fraude es cada vez más obvio, cada día que pasa más sangrante. En las últimas jornadas, incluso países amigos de la Venezuela chavista se han visto obligados a pedir un mínimo gesto de verificación al que Maduro continúa resistiéndose, lo que pone de manifiesto la inconsistencia de sus argumentos. No se trata ya de salvar la cara al régimen, sino de un mínimo rigor democrático. En este sentido, la propuesta lanzada por los presidentes de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y Colombia, Gustavo Petro, de celebrar nuevas elecciones o proceder a conformar un gobierno de coalición transitorio entre las fuerzas de Maduro y la oposición es no solo imposible en la práctica dada la situación de tensión política y social, sino igualmente fraudulenta desde el punto de vista democrático. No es posible borrar la decisión tomada por los venezolanos en las urnas ni la oposición puede asumir gobernar con quien niega los resultados y la esencia y práctica de la democracia. En cualquier caso, tanto Maduro como la oposición han rechazado el plan. Más consistencia lógica tiene la posición conjunta adoptada por una veintena de países y por la Unión Europea en la que se exige la publicación de las actas electorales y el fin de la represión contra quienes se oponen al fraude. El llamamiento a la “reconciliación nacional” que contiene el comunicado puede parecer ingenuo pero es la única salida digna para el pueblo venezolano, que merece el respeto a sus derechos para ser dueño de su futuro. Las multitudinarias manifestaciones del pasado sábado en Venezuela y en más de trescientas ciudades de todo el mundo en las que se volvió a exigir la publicación de los resultados reales de las elecciones muestran la necesidad, tanto a nivel externo como externo, de conocer la voluntad ciudadana y de asumirla por todas las partes.