LAS declaraciones en una entrevista del secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal, Monseñor García Magán, han caído en la imprudencia de situar a la Iglesia católica en medio de los debates políticos del momento sin acertar a preservar la función espiritual y social apolítica que le corresponde. El obispo auxiliar de Toledo no supo sustraerse al sesgo ideológico de los argumentos que marcan la actualidad. Incluso la pretensión de aportar un barniz de neutralidad a sus opiniones, cuando intentó eludir pronunciarse directamente sobre algunos aspectos, resultó insuficiente y falló en la necesaria salvaguarda de la diversidad ideológica de los fieles católicos, asociando su imagen a los discursos más extremistas. Su toma de posición en tres aspectos de la actualidad política resultó especialmente imprudente o inadecuada. En primer lugar, en materia de ley de amnistía, la pretendida distancia y demanda de respeto a la independencia del poder judicial, asocia implícitamente la iniciativa del Gobierno español a un desbordamiento de la legalidad, opinión a todas luces improcedente para sus funciones y eje discursivo de la oposición de derecha. Más aún cuando esa máxima no la cumplió la Conferencia y el mismo García Magán cuando el Tribunal Constitucional rechazó los recursos de la derecha contra la ley del aborto y reprochó a los magistrados que su decisión “permitirá atentar contra la vida humana y contra la igualdad de todos”. En segundo lugar, al permitirse criticar la moción de censura contra la alcaldesa de UPN en Iruñea y su relevo por el candidato de EH Bildu, cayó en una deriva argumental cuando menos temeraria. Aquí, parapetó su rechazo en los sentimientos de las víctimas del terrorismo, puso como ejemplo a Carrero Blanco y rizó un rizo de lo inapropiado reivindicando la visibilidad de estas víctimas frente a las de abusos en la Iglesia, como si fuera en algún punto equiparable el tratamiento de unas y otras dentro y fuera de la Iglesia. Por último, no hay neutralidad en su respuesta a la pregunta sobre los rezos del rosario ante la sede del PSOE en las protestas contra los acuerdos de investidura de Sánchez. Por supuesto que rezar en la calle es un derecho, pero utilizar el rezo como palanca partidista asocia a toda la comunidad católica con una ideología que no la representa.