ERAN los años duros, de pedernal. Los tiempos rocosos en los que se vivían las crisis del petróleo de los años setenta o la reconversión industrial de los ochenta, sí. Pero también era la hora de los audaces que, de la mano del atrevimiento y un carácter inquebrantable, fueron capaces de reconstruir todo un pueblo. Gente curtida.

Hacia allí ha enfocado su mirada DEIA con la creación de unos premios con el propósito de reconocer a esas personas que estén o ya no, por desgracia, entre nosotros y que hace más de cuatro décadas iniciaron una trayectoria empresarial, dura como cualquier inicio, y que han conseguido consolidarla hasta el día de hoy, con el legado propio o el de sus hijos. No fueron pan para ayer. Alimentan el mañana.

Con este enfoque nacieron ayer martes los galardones Gure enpresariak-Nuestras empresas 2022 que se escenificaron en el salón de actos del Museo Guggenheim y que traen consigo la vocación de extenderse en el tiempo como homenaje de gratitud hacia aquella gente de la que hoy somos herederos. Junto a DEIA han colaborado en la creación de estos premios que, mirando hacia al ayer, suenan nuevos, novedosos, el Ayuntamiento de Bilbao y Gaimaz.

Los cuatro jinetes

¿Puede hablarse de cuatro jinetes de la empresa? O de cuatro nombres propios en el Hall of Fame de la empresa que nos rodea. Hay más, muchos más. Irán recordándose con el transcurrir de los años. Así lo propuso el director de DEIA, Iñaki González, a la hora de presentar esta primera edición en la que también tomó la palabra el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, quien recordó que no se puede minusvalorar el uso de la palabra empresario "habida cuenta que son gente que genera riqueza y empleo, que facilitan el desarrollo económico y la cohesión social, siempre pensando en qué más hacer. Sin empresas no hay futuro y debemos procurar la supervivencia de un ecosistema donde la empresa siempre tenga posibilidades". Sus palabras sonaron poco despues de que entregase su distinción a Pedro Garaygordobil, un hombre que empezó con alpargatas y cuya empresa, Grupo Zamakona Yards, tiene como embrión los astilleros Zamakona de Santurtzi.

Los otros tres nombres, por desgracia, ya no están. En nombre de Javier Ormazabal Ocerin acudió su hijo Javier Ormazabal, testigo de cómo una tradición familiar ha crecido de lo lindo, pasando de Ormazabal al Grupo Velatia con empresas por todo el mundo. La diputada foral de Promoción Económica, Ainara Basurko, subió al escenario para entregar, in memoriam, un galardón tan acreditado.

Felipe Aragunde se fue el 2016, casi sin poder ver el 50 aniversario de Fhimasa ( Hipólito, Manolo y Agustin fueron sus socios, de ahí en nombre...), la empresa que nació de su brega incesante pero dejando por herencia una manera de hacer. Su hijo, Pedro Aragunde, recogió las credenciales de empresario grande de manos de Javier Andrés, director general de Editorial Iparraguirre.

Cerró la ceremonia el recuerdo de Higinio Arteta. Se habló de su bonhomía, de la vida dura en su juventud y de la capacidad de empatizar con todo su entorno; del edificio El Tigre (ahí comenzó a forjarse el hoy pujante Grupo Amesa Industrial...) y su pasión por el Gorbea. Joseba Arrieta, director general de Gaimaz entregó el premio a su hija Leire Arteta. Luego llegaron las fotos y los abrazos.