BILBAO - Es muy difícil analizar los motivos del repunte del empleo a tiempo parcial durante la crisis y la fase de recuperación porque prácticamente cada caso es un mundo. Sin embargo, las encuestas señalan que en torno al 60% de las personas con contrato con jornada reducida lo firman debido a que no les queda más remedio.

No es una práctica voluntaria generalizada. Se trata de un instrumento que plantea generalmente el empresario por necesidades de producción y el trabajador lo asume al no tener una mejor oferta de trabajo. También se da el caso de asalariados que apuestan por esa fórmula de relación laboral con el objetivo de conciliar el empleo con la vida familiar, una circunstancia que ocurre sobre todo en el caso de la mujeres.

En el último extremo, el contrato a tiempo parcial encubre jornadas completas con salarios reducidos. DEIA ha pulsado la opinión de dos expertos en la materia, Sara de la Rica, catedrática de Economía de la Universidad del País vasco, y Tomas Arrieta, presidente del Consejo de Relaciones Laborales de Euskadi.

Sara de la Rica destaca el importante aumento de este tipo de contrataciones durante la crisis, que dejó paso a una normalización “que tiende a remitir” en su uso a partir de la recuperación. Se trata por ello de una herramienta de contratación “anticíclica”.

“Cuando la demanda para las empresas es baja, contratan a tiempo parcial, y cuando las expectativas ya son mejores, se tiende a la contratación a tiempo completo. En la mayoría de los casos, la jornada la impone el empresario, no el trabajador, y por tanto básicamente depende de él, y no de las preferencias de los trabajadores”, apunta.

De la Rica explica asimismo que hay actividades como el comercio, sobre todo en grandes superficies, en las que se trabaja a tres turnos de forma parcial pero de seis horas. Son jornadas “amplias” y con sueldos no muy alejados de los de tiempo completo, pero que computan como parciales.

Por su parte, Tomas Arrieta reconoce que una de las “sombras” del contrato con reducción de jornada es la “sospecha” de que hay empresas que abusan de esa modalidad y obligan a sus trabajadores a trabajar a tiempo completo con sueldos reducidos. Más allá de esa “economía sumergida muy difícil de detectar”, para el presidente del CRL vasco hay aspectos “preocupantes”. Es el caso de la estrecha relación entre temporalidad y jornada parcial -según sus datos, nueve de cada diez contratos de estas características firmados en 2018 fueron temporales- o su femenización, ya que dos tercios de los contratos los suscriben mujeres.

El empleo a tiempo parcial tiene una carácter más voluntario en otros países europeos. Es una cuestión cultural, hay trabajadores que prefieren renunciar a parte de su salario para “ganar” en otras cuestiones, como tener más tiempo para estar con la familia. Arrieta explica que esa dinámica se produce sobre todo en los países que tienen salarios más altos. Además, fuera del Estado hay mayor predisposición a compaginar los estudios con un empleo a tiempo parcial, lo que contribuye a elevar el número de contratos voluntarios de este tipo.