La crisis actual del astillero más representativo de Euskadi, La Naval de Sestao, no debe hacer olvidar que la construcción naval sigue en la ría del Nervión más de un siglo después de que se configurase la fabricación moderna de buques en sus orillas gracias a esta compañía que ya forma parte del acervo cultural de los vizcainos.

El astillero sestaotarra forma parte, pase lo que pase en el futuro, de la historia de la industrialización vasca de finales del siglo XX. Con la Balco, la General y Altos Hornos contribuyó al desarrollo económico de la Margen Izquierda y de todo Euskadi, y fue uno de los ejes básicos de la expansión del movimiento obrero vasco.

La Sociedad Española de Construcción Naval, más conocida como La Naval, se creó el 18 de agosto de 1908 y el 27 de abril de 1916 abrió por primera vez las puertas de las instalaciones del astillero de Sestao.

Tan solo catorce meses después de la puesta en marcha de las instalaciones sestaotarras, La Naval botó su primer barco, el Conde de Zubiría. Desde ese día hasta hoy, incluido la draga para Van Oord, la empresa ha construido más de 200 barcos.

En sus casi 110 años de historia el astillero ha pasado por todo tipo de fases. Desde la bonanza de sus primeros años, los felices veinte -tras la guerra mundial de 1914-1918 se recuperó el comercio y el tráfico marítimo mundial hasta tasas desconocidas -, hasta los duros años de la crisis en los setenta del siglo XX en los que el Estado español, a través del Instituto Nacional de Industria (INI), tuvo que hacerse cargo de la empresa debido al abandono de los accionistas privados tras un mar de pérdidas, sin contar los años de la guerra civil española (1936-39).

Su historia no ha sido fácil pues en más de un siglo de vida ha pasado por periodos de bonanza y de profundas crisis, pero hasta ahora siempre ha sabido adaptarse y superar los nuevos retos. Trayectoria a la que se agarra ahora la plantilla que defiende un nuevo rescate para seguir en marcha.

Una de sus características en todo este tiempo, ha sido mantener, fuese cual fuese su propietario, el nombre por el que se le conoce, La Naval. Y no ha sido fácil por el empeño en los años ochenta de los responsables del INI en denominar la planta como AESA Sestao.

La Naval se dio a conocer definitivamente con la construcción, en 1920, del Alfonso XIII, que con 14.500 toneladas de desplazamiento, velocidad máxima de 17,5 nudos y capacidad para 1.809 pasajeros, fue el barco de mayor tamaño construido hasta el momento. Una década más tarde, en 1930, La Naval entregaba el mayor buque mercante construido en el Estado, el Cabo de San Antonio. En esa época, la ingeniería era totalmente británica, de los socios Vickers-Armstrong y John Brown.

En los años cuarenta, la II Guerra Mundial y sus consecuencias dejaron a la sociedad bajó mínimos pero una ley de 7 de mayo de 1942 por la que el Gobierno franquista encargaba al INI “construir una marina mercante digna” para lo que aprobó un programa de ayudas financieras para producir 18 buques, de los que seis se encargaron en Bilbao, cuatro de ellos en La Naval, sirvió para relanzar a la sociedad. A partir de ahí, la conocida como Ley Carrero Blanco de 1956 dio pie al auge de finales de la década y de los años sesenta.

En 1969 se creó la Sociedad de Astilleros Españoles (AESA), una fusión auspiciada por el sector público español que tomaría el 50% del capital quedando la otra mitad en manos de los accionistas privados. El proceso unió fraternalmente a La Naval y Euskalduna hasta el cierre definitivo de este astillero bilbaino.

Crisis de los ochenta

Al inicio de la década de 1980, con la economía autárquica española de cuarenta años obligada a competir con el exterior y con los resquemores de la transición política, se entra en una crisis profunda, con una drástica reducción de la capacidad productiva de los astilleros del Estado que obligó a una drástica y dolorosa reconversión industrial. En 1984, tras la entrada en el mercado de construcción naval mundial de las empresas asiáticas, -entonces Japón y Corea, y después China-, la crisis se disparó y los grandes astilleros tuvieron que reducir plantillas desde unos 24.000 trabajadores a la mitad. La Naval de Sestao, que entró en 1990 con las gradas vacías, formó parte de AESA hasta el año 2000, en que pasó a pertenecer a la compañía pública Izar.

Durante este periodo, La Naval de Sestao se especializó en la construcción de porta-contenedores, petroleros, shuttles, quimiqueros, ro-ro y dragas para armadores tales como Knutsen, Elcano, Jan de Nul etc. Un aspecto fundamental en la vida moderna del astillero por el gran salto tecnológico que supuso fue la construcción de buques más especializados como los gaseros. Ello se materializó por vez primera, ya en el siglo XXI, con la construcción del primer barco gasero para la naviera Fernando Tapias. El buque de 271 metros de eslora y 97.748 toneladas de desplazamiento marcó todo un hito. Tras dicha construcción, el astillero construyó otros dos para el grupo Knutsen (Bilbao Knutsen y Sestao Knutsen) y ante la imposibilidad de construir buques gaseros más grandes por las limitaciones de las gradas tal y como solicitaba el mercado mundial, La Naval se reinventó de nuevo buscando un nuevo nicho de mercado: el de las dragas.

El astillero no es entendible sin recordar que tras casi 40 años en manos públicos volvió al sector privado. Astilleros de Murueta, con varios socios, se hizo con el control de La Naval. En 2005 nació Construcciones Navales del Norte (CNN) que adquirió a Izar el astillero de Sestao. CNN -sociedad en la que participaban, entre otros, Astilleros Murueta e Ingeteam- ha sido la titular de La Naval hasta su entrada en el actual proceso concursal.

En 2013, la CE declaró ilegal el sistema de bonificaciones fiscales, tax lease, en la construcción naval española. Ante la inseguridad jurídica generada, La Naval se quedó sin carga de trabajo. Cuando se aprueba un nuevo sistema fiscal legalizado, el astillero vuelve a contratar con precios a la baja. El resultado ha sido que pese a contar hasta con cuatro pedidos en cartera ha entrado en situación de quiebra.