Alertado por determinadas informaciones, quiero aportar mi particular opinión sobre lo que nos está ocurriendo.

Poco a poco, nos estamos quedando sin nuestras empresas. Se están vendiendo muchas. Guascor, el último ejemplo más conocido. Pero hay muchos otros casos. Subrayo el nuestras por ser un adjetivo frecuentemente utilizado, aunque no se suelan definir las condiciones para considerarlas así.

En mis reflexiones, más allá de definiciones formales como ubicación física, o de la razón social, utilizo nuestras para calificar aquellas que además de radicadas aquí, mantienen el poder de decisión en manos de nuestras personas. Más en concreto, cuando los propietarios y los consejos de administración o equivalentes, son personas que están comprometidas con el país. Como toda definición, se puede seguir precisando más cada término, pero puede valer así para el propósito del trabajo.

Y nos está ocurriendo, por diferentes razones, que se están vendiendo muchas empresas, mejor dicho, las acciones que formalizan la propiedad de las empresas. Entre dichas razones figuran las de: presión competitiva; absorción por otra empresa competidora; relevo generacional; interés de realizar activos; incapacidad directiva; normativa bancaria; especulación prevista por algún fondo; etc. Muchas y muy variadas son las razones, pero con un denominador común: quien tenía la responsabilidad de dirigir la empresa y tomaba sus máximas decisiones estratégicas, prefiere vender, abandonar su responsabilidad y dedicarse a otras cosas.

Pese a que el relato utilizado frecuentemente es el de que la venta permitirá el acceso a mayores desarrollos y es positiva para el país -a veces se suele presentar como única solución-, la cruda realidad suele ser que perdemos el poder de decisión, y más tarde capacidad de generar riqueza para el territorio, y finalmente acabamos perdiendo más puestos de trabajo.

¿Por qué mi alerta? Por el momento en que estamos y por lo que supone para el país. Explico lo del momento. Es fácil. Estamos en un momento delicado que llamamos crisis. Lo único seguro en estos momentos es que el futuro no será una prolongación del pasado. Será diferente y sobre todo, difícil. Pues bien, para afrontarlo es fundamental encarar la situación estando las decisiones empresariales en nuestras manos. O sea, en manos de personas que viven y son responsables para con nuestra sociedad. Que viven aquí, y tienen su proyecto de vida con nosotros. Forman parte de nuestra sociedad. Por experiencia sabemos que las empresas, alemanas por ejemplo, tienden a cerrar o reducir sus plantas no alemanas en primer lugar. Natural. Recuerdo que ante una decisión de desintegración de unas operaciones en el sector del automóvil, la ingeniería de la empresa había concluido que no era rentable desintegrar, lo que no se correspondía con la realidad. Mi colega le espetó al responsable alemán: "No he visto jamás a una ingeniería alemana concluir que es mejor desintegrar una operación en Alemania para llevarla a otro país de menor coste".

Por ello considero vital que sigamos teniendo empresas nuestras. Porque en caso contrario se acabarían cerrando nuestras plantas que serían propiedad de otras empresas que no son de aquí.

En segundo lugar, por lo que supone para el país. ¿Creemos que es posible mantener una cierta autonomía si no tenemos autonomía empresarial? O sea, si no contamos con empresas que podamos llamar nuestras según la definición que he aportado más arriba. Pues es difícil de imaginar. Es suficiente mirar la evolución de la crisis, país por país, para darnos cuenta de la importancia de contar con empresas nuestras. Con el agravante para nosotros de que siendo pequeños relativamente, necesitamos estar más seguros en este campo.

Para muchos esta preocupación por lo nuestro, está reñida con la globalización, con determinadas regulaciones (Basilea), con el progreso, con la dinámica empresarial. Esta falsa contradicción se sostiene sólo en base a una determinada concepción del mundo empresarial, muy conectada con lo que sostiene el enfoque neo-liberal, con los mercados como referente de poder.

Afortunadamente empieza a estar presente el compromiso con la sostenibilidad empresarial. Dicha sostenibilidad no se limita a que las actividades respeten los recursos y no deterioren el entorno, sino que sean sostenibles por parte de la sociedad. La sostenibilidad se extiende a las personas. Sostenible por las personas y sostenible para las personas. Y ello implica una correspondencia con mantener la sociedad en la que se asienta. Es preciso que las actividades sean sostenibles, o sea coherentes y sintonizadas con la cultura y con las capacidades del territorio. Las empresas se tendrán que responsabilizar con mantener puestos de trabajo y no destruirlos, porque hay que reducir costes, por ejemplo, razón muy utilizada. Como si no hubiera otras estrategias mucho más rentables que reducir costes.

Hay quien argumenta, con Schumpeter, que la destrucción es creativa. Permítame recordar el trabajo de J. Diamond y su reflexión sobre la deforestación perpetrada por los habitantes de la isla de Pascua para erigir sus morais, esas estatuas enormes. ¿No estaremos acabando poco a poco con nuestro tejido empresarial quedándonos sin uno de nuestros pilares como sociedad?

Que es difícil retener nuestras empresas, ya lo sabemos. Por eso es preciso conservar la propiedad en nuestras manos. Aunque sea difícil, cueste esfuerzos y muchos sinsabores. Pero no nos podemos permitir indiferencia ante ese fenómeno. Muchos esfuerzos fueron necesarios para lanzar y desarrollar nuestras empresas, y no es de recibo la insensibilidad de muchos responsables ante estos movimientos. Ahora no es momento de vender porque es demasiado lo que nos jugamos.

Cuando una empresa se vende algo tuyo se vende, y se pierde.