La ‘utopía’ de un Rafa Berrio juvenil y rockero
El doble disco ‘No es para menos’ agrupa casi 50 inéditos del maldito y bohemio músico vasco, entre ellas las más eléctricas y ‘Lou Reed’ de su carrera, en los 80 y 90
El compositor y cantante vasco Rafa Berrio nos sigue (en)cantando un lustro después de su muerte. El guipuzcoano, artista de culto envuelto siempre en una imagen entre maldita y bohemia, dejó múltiples grabaciones inéditas a lo largo de cuatro décadas en las que fue “un creador full time” aunque estuvo 15 años en el dique seco. Coincidiendo con el quinto aniversario de su deceso se publica No es para menos (Warner), un trabajo con hasta 47 canciones inéditas grabadas entre 1984 y el 2018, las primeras de ellas con una visión rockera desconocida en el donostiarra, tras la estela de Lou Reed.
Quien conoció a Rafa le amó. Lo mismo sucedió con sus canciones, odas al desencanto con un rabioso sentido del humor. Formado en el rock y Lou Reed, el músico no le hacía ascos a la chanson, el tango o el cabaret, siempre con unos textos de aliento poético y existencialista de filia barojiana. Muerto el 31 de marzo de 2020, a los 56 años y víctima de un cáncer, Diego Vasallo le considera “el mejor letrista de canciones que he conocido”, mientras que J. I. Lapido, exlíder de 091, recuerda “la originalidad y belleza extrema” de su obra.
Coincidiendo con el quinto aniversario de su muerte, llegan estas 47 canciones inéditas que cubren toda su carrera, desde sus inicios en UHF a su periodo en solitario, pasando por su etapa en Amor a Traición. El disco se edita en una edición especial limitada formato caja que incluye un libreto de 48 páginas con letras, créditos y textos de su hermano Iñaki Berrio –recuerda las dificultades de Rafa para componer letras a pesar de su destreza poética y su entusiasmo al pensar que “iba a crear hits”– y del periodista Ricardo Aldarondo.
No es para menos ha sido diseñado por Cheli Lanzagorta (ex La Buena Vida y hoy en Amateur) y producido por Joserra Senperena, colaboradores habituales de Berrio. Ambos han desarrollado un arduo trabajo de edición del material tras haber accedido a su archivo personal de 84 canciones. “No fue premeditado, Cheli me enseñó alguna de ellas y me pareció que urgía bucear en todo ese material y sacarlo a la luz. Es un tesoro del rock&roll en castellano que era necesario recuperar”, explica Senperena a DEIA.
Un fuera de serie
Dado que Senperena considera a Berrio “un creador fuera de serie que compone y canta como nadie” y cuenta con “una trayectoria desprejuiciada que pasa por el rock urbano, la new-wave, el pop orquestal y hasta se atrevió a cantar una zarzuela”, se zambulló de lleno en el material inédito –tres bobinas con canciones, unas 90 cassettes y cientos o miles de audios digitales–, que seleccionó atendiendo un criterio puramente técnico primero, “descartando algunas por la mala calidad del audio, porque estaban cortadas o Rafa pasaba de cantar”, y después por razones musicales.
El resultado son dos discos: Adiós, hola y adiós, con temas acabados y grabados entre 1984 y 1992, y Cabaret Utopía, con apuntes de canciones que en esa primera versión ya sonaban bien formadas y estructuradas. “Es posible que renegara de estas canciones primerizas vista su ulterior progresión de exigencia maniática”, según su hermano Iñaki, que reniega de la imagen de bohemio y maldito de Rafa. “Le hubiera gustado vivir holgadamente de la música, como todo artista que se precie. Aspiraba a la gloria, pero la saboreó a medias”.
Inicios rockeros
En el primer disco nos topamos con un Rafa desconocido en los 80, con un espíritu rockero y una banda engrasada –José Puerto (guitarra), Enrique Cámara (bajo) y José López (batería); después con Iñaki de Lucas– que sus grabaciones con UHF y Amor a Traición nunca supieron trasladar. “Suena arrollador”, dice Senperena al referirse a canciones como Candy dice; la acerada Hola y adiós; la vacilona Al final de la noche o El amor a traición, entre guiños a Lou Reed, la Velvet y a alumnos como Burning.
“Esos inicios rockeros se mantuvieron inquebrantables siempre. Se movía como una iguana por los escenarios”, recuerda su hermano al analizar ese primer disco rescatado, que ofrece también baladas emocionantes como Bienvenida al barrio o La calle Mayor, ecos de REM en Pecado original y de funk en Prima Donna, con él cantando en falsete. “Suena arrollador”, dice Senperena sobre un repertorio con múltiples ecos intelectuales y a lugares de su San Sebastián, guiños al sexo en cortes punk –incluido el anal– y alguna deriva política y social, con dardos a las clase pudiente de su ciudad.
En Cabaret Utopía aparece Rafa con su guitarra en el local haciendo maquetas e interpretándolas con la libertad de saber que no son grabaciones definitivas, disfrutando y probando. Permiten a sus fans asomarse a “una sesión privada como si mirásemos por la mirilla de una puerta”, explica Senperena sobre un repertorio que alterna lo acústico en cortes como Justo a tu lado y esa especie de jota llamada Amelia con los riffs saturados de Cierto peligro y el ritmo Reed de Posmeridiano.
En esas maquetas destacan dos temas: la acústica y vitriólica Me asquean, me oís, donde se muestra como un francotirador contra “los duplex adosados, los trabajos, pacíficas vidas, el buen gusto discreto, los coches, los plasmas, las maneras gregarias y el orgullo de país” de la clase burguesa; y Utopía, que le muestra como un crooner y le sitúa, aún hoy, “al sur de ningún lugar, en esta isla imaginaria, república corsaria”. Genio y figura.