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Country soul para una Norteamérica en ruinas

The Delines publica ‘Mr. Luck & Ms. Doom’, con once temas sobre parejas desarraigas y rotas en una huida constante

Country soul para una Norteamérica en ruinasDEIA

Parafraseando uno de sus discos, suenan imperiales. Basta con una pizca de sensibilidad para caer desarmado ante los elegantes, dolientes y cinemáticos de The Delines, entre la poesía descarnada y cotidiana y su mezcla de americana, country y soul. El grupo del compositor, guitarrista y escritor Willy Vlautin y de la cantante Amy Boone ha publicado Mr. Luck & Ms. Doom (Decor Records), otra conmoción para nuestros sentidos, que babean con un repertorio de música sobre parejas desarraigadas y rotas en huida constante por un Estados Unidos en ruinas.

No fue casualidad que The Delines regresaran el Día de San Valentín. Eso sí, el último disco de los de Portland (Oregón) dista mucho de albergar una colección de canciones de amor; como mucho, de amor, lucha, oscuridad y muerte. Detrás de estos once nuevos temas está el gran Vlautin, autor de discos obligados de country rock con Richmod Fontaine como The High Country o We Used to Think the Freeway Sounded Like a River, a la vez que escritor de novelas como La noche siempre llega (Seix Barral), disponible en castellano.

Su vehículo vocal en los sofisticados y evocadores The Delines es Amy Boone, a quien reclutó de The Damnations. Sin haberle dado el visto bueno, él escribió en secreto varias canciones adecuadas a su voz y estilo… y el milagro se produjo. Los de The Delines son cuatro discos esenciales para la americana reciente, de The Imperial a Colfax que, cómo no, tienen detrás su lado amargo y trágico, ya que un accidente obligó a la vocalista a aprender a andar de nuevo y tardó un lustro en regresar a los escenarios.

Mr. Luck & Ms. Doom, que reincide en la americana conmovedora y la habitual narrativa rica en personajes del grupo, surgió en Dublín cuando, tras un concierto, Amy le hizo una proposición a Vlautin. “Tienes que escribirme una canción de amor pura y dura donde nadie muera y nada salga mal. Si no, voy a perder la cabeza”, le dijo. Él no lo olvidó y, al acabar la gira, ya en casa surgió la chispa y llevó a un ensayo el tema que abre y titula el disco. Mr. Luck & Ms. Doom puede ser la melodía más romántica del grupo, la historia elegante y con tenues arreglos de metales de una pareja de harapientos: un criminal fracasado y una limpiadora. La historia del enamoramiento y entregas sexuales febriles –“gastan los colchones de todas las habitaciones”– de un tipo tras salir de prisión y esa limpiadora, que “se aferran” el uno al otro para seguir en pie. Visto el resultado, Vlautin escribió más canciones “en esa línea, temas felices para siempre”, explica. “Pero no funcionaron del todo y mi pobre y viejo corazón oscuro no lo soportó”, ha explicado.

El resultado fue otro: un disco sobre parejas vagabundas enamoradas a las que les persigue la tragedia. “Por suerte, a Amy también le gustaron”, prosigue el de Portand, que grabó con su habitual colaborador, John Morgan Askew, a la majestuosa, cinemática y, a la vez, cruda producción. El resultado son escenas en Cinemascope donde Bukowski se cruza con Raymond Carver, la Generación Beat, Bonnie & Clyde, Sam Peckinpah y la Sissy Spacek de la película Badlands de Terrence Malick como protagonista del Nebraska de Springsteen.

¿Disco o novela?

Son once canciones que funcionan como los capítulos de una narración novelada sobre la cara más oscura de un país –y un planeta, no olvidemos que según duerma Trump así nos va el día al resto de pringados, vivamos donde vivamos– en decadencia y al borde del abismo. Su country soul, conducido por el ajado timbre de Amy, sube y baja en cadencia rítmica, se desnuda acercándose al jazz o se abriga con metales con la trompeta excelsa de Cory Gray.

Portada del nuevo álbum.

En Her Poneyboy usa un piano de jazz sedoso para narrar la historia de una pareja adolescente que “se subió a un tren en Florida y viajó en vagones con el viento y las estrellas” antes de vivir un calvario de drogas, sobredosis, un aborto, trabajos precarios y vida en una casa abandonada. En otras más rítmicas, como Left Hook Like Frazier, Amy nos recuerda a Natalie Marchant al narrar la historia de una mujer acostumbrada a que le rompan el corazón tipos salidos de reformatorios, gente peligrosa con “una tristeza que no se puede vencer”.

Sobre un teclado acolchado, en Sitting On the Curb, canta la historia vengativa de una mujer que ve cómo su casa es pasto de las llamas con su pareja y su amante dentro. “Un simple fósforo puede derribar lo que costó años construir”, canta Amy, que en la casi mortuoria There’s No Nothing Down the Highway, con piano, escobillas y ambiente a lo Nick Cave, narra otra historia de culpa y arrepentimiento sobre el intento de escapar de uno mismo.

La más soul Don’t Miss Your Bus Lorraine, cuenta la falta de oportunidades de una expresidiaria; la depresión y las dificultades “de rehacerse” por parte de una drogadicta en The Haunting Thoughts... Y así, entre “lobos que nos persiguen”, escenas propias de un western actual con drogas, prostitución y parejas como las de JP and Me –el reverso dramático de los colegas del Bobby Jean de Springsteen– discurre un disco-novela inmenso que nos advierte del peligro de arder si elegimos –o nos obligan a tomar– el camino peligroso. Como ese niño que, canta Amy, se dibuja “monturas con un cuchillo en su propia piel”.