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Cantante portuguesa

Maria Joâo: "Soy una cantante marcada por la libertad y la curiosidad"

Maria Joâo: "Soy una cantante marcada por la libertad y la curiosidad"A.C.G

Aprendió a cantar con Ella Fitzgerald, Billie Holliday y Elis Regina, pero Maria Joâo (Lisboa, 1956), la diva portuguesa del jazz, de origen mozambiqueño, se ha encontrado en su exitosa y ecléctica travesía artística de las cuatro últimas décadas con la electrónica, el hip hop, el rock y el blues. Libérrima y curiosa, Joâo actúa hoy viernes en el ecuador de Getxo Jazz en Muxikebarri, a las 19.00 horas, en formato de cuarteto liderado por el contrabajista Carlos Bica. El festival incluye también una actuación matinal de Emma Nagy Quintet, en el Concurso de Grupos, y otra gratuita de Horda, en la plaza Biotz Alai, que comenzará a las 17.00 horas.

¿Cómo ha vivido este último y complicado año de pandemia? ¿Ha compuesto y actuado, aunque haya sido en 'streaming'?

—Aproveché para completar un disco, Open your mouth, que tuvimos que grabar con cada uno de los músicos desde su casa. Acabó siendo un año muy productivo en lo artístico aunque me sentí muy mal sin poder cantar en los conciertos. Además, el Gobierno de Portugal no nos apoyó y resultó difícil.

¿Duro también en lo personal?

—Yo tengo una casa cerca de Cascais, en el campo y rodeada de espacio. Pude salir todos los días durante el confinamiento, ya que no había nadie. Solo los perros y yo. Además, a mí me gusta estar en casa, así que no sufrí demasiado por no poder salir a cenar, por ejemplo. Lo pasé con música y otras artes, pero sí fue un año horrible por no poder hacer conciertos porque, para mí, lo principal es cantar para la gente. Eso sí me mató.

Ha vuelto a los escenarios, por fin. —Claro, a ver cómo se suceden las cosas. Hemos vuelto, a ver si todo va a mejor. Tengo ya la primera dosis de la vacuna y me falta poco para que me pongan la segunda.

¿Cómo vive este regreso con las medidas de seguridad?

—Con muchas ganas por parte del público. Suelen venir al acabar los conciertos y me quieren abrazar y besar. ¡Tengo que decirles que no, que no se puede! (risas). Eso es lo más difícil, no poder abrazar al público cuando viene lleno de buenos deseos. Tenemos como necesidad de abrazos y de contactos. Cuando reciba la segunda dosis de la vacuna ya podremos hacerlo (risas).

Se ha reencontrado con el contrabajista Carlos Bica, con quien escribió páginas de oro en la historia del jazz portugués en los años 80. Le acompañará en Getxo.

—¡Nos hemos vuelto a juntar después de 25 años! Está siendo increíble, aunque nos hemos ido viendo de vez en cuando a pesar de que él vive en Alemania. Apareció la oportunidad y nos alegramos de ello. Fue a raíz de un concierto y ahora tenemos este proyecto de gira, que todavía estamos definiendo cómo es. Está siendo tan natural como antes, pero experimentando cosas nuevas. Lo difícil es cómo reencontrarse, ya que ambos hemos ido creciendo de manera diferente. Tras separarnos, cada uno ha ido para un lado, y ahora debemos encontrarnos para volver a hacer música.

¿Qué característica destacaría de Bica como músico?

—Hablaría de su musicalidad extrema, de la forma en que ve y toca la música.

Actuarán en formato de cuarteto.

—Sí, el grupo se completará con el guitarrista André Santos y el piano y los teclados de Joâo Farinha.

El segundo está con usted en los últimos años con el proyecto OGRE Electric, ¿verdad?

—Ya tenemos tres discos compartidos y nos espera el cuarto tras el verano. Estoy muy feliz con ese proyecto, ya que he crecido mucho con OGRE Electric. Es que me interesa mucho la electrónica aunque yo no sepa tocarla. No hay que olvidar que yo crecí con música acústica.

Es imposible saber de todo, pero saber rodearse de buenos colaboradores resulta vital.

—Exactamente, y ese gran colaborador es Joâo. Sin él, no podría haber hecho algunos de mis últimos discos. Ha sido una suerte increíble encontrar a este gran músico, que es todo creatividad. Y respecto al último integrante del grupo, André, era mi alumno en la Escuela Superior de Música de Lisboa, donde doy clases. Siempre me gustó, y es un gran interesado en el jazz y en la música popular de Madeira, de donde procede. Yo canté en su proyecto de música tradicional. Así que somos cuatro personas muy diferentes que tienen en común el amor por la música. Eso es lo más interesante.

¿Se ve como una cantante de jazz al uso? Su carrera y discos demuestran que la etiqueta se le queda corta, ¿no cree?

—Yo soy cantante y punto. Mi instrumento es la voz y la utilizo. Es lo que hago. Quizá si tuviera que elegir un estilo más próximo a mí sí sería el jazz, ya que definió mi amor por la improvisación y la libertad, por huir de lo habitual y lo comercial. Podría decir que soy una cantante marcada por la libertad (risas). Pero estoy hablando de música, que no se vea como algo político, por favor.

No le hace ascos a la electrónica ni al hip hop en su último disco. Ahí está esa libertad de la que habla.

—Sigo con lo de antes, mejor decir que soy una cantante liberada (risas). Respecto a ese álbum, Open your mouth, todo estilo es válido si logras emocionar. Sería muy limitado y restrictivo tener que cantar un único estilo, ya que soy muy aventurera y siempre estoy escuchando diferentes músicas. Es algo que me encanta. Además, tengo un joven batería alemán, que no podrá estar en Getxo, que ayudó a producir ese disco y a definir ese estilo más actual y contemporáneo.

¿Qué queda de la Maria de 'Fabula', con esos guiños al fado y a la música de Madredeus, del siglo pasado, a la actual, 25 años después? Parecen intérpretes totalmente diferentes.

—Es verdad, pero soy la misma cantante. Mi carrera actual es fruto de la curiosidad, siempre me gusta oír cosas nuevas y tratar de hacerlas, experimentar con ellas. El deseo de todo músico, de todo artista en general, debería ser arriesgar y desafiarse. No hay que quedarse siempre en el mismo lugar.

¿La formación que trae a Getxo le permite improvisar?

—¡Obligado, si no pudiera hacerlo me moriría! (risas). Es algo que necesito, es un lugar maravilloso de libertad. Otra vez aparece la palabra libertad (risas).

Otra prueba de ello son los discos 'Blues experience I y II', con Budda Power Blues. Suenan muy eléctricos y rudos, con algunas canciones que recuerdan a Jimi Hendrix.

—Es un proyecto en el que soy solo la solista invitada. Para mí ha resultado increíble. Nunca pensé que con mi voz pudiera cantar esas canciones. Ha sido todo un desafío cantar rock'n'roll, power soul y blues. He visto que sí, que puedo; a mi manera, claro, sin la voz rota habitual de ese estilo.

¿Qué une al blues y al jazz, más allá de su origen afroamericano?

—Yo creo que las músicas son dos: la buena y la mala. ¿Y cuál es una y otra? Es algo muy subjetivo, pero yo creo que la buena es la que está hecha para buscar el arte y no tendría que ver con lo comercial.

¿El jazz debe atreverse a ir más allá de la interpretación de los estándares y experimentar para sobrevivir, actualizarse y enriquecerse? ¿Ese es su futuro?

—Defiendo que toda la gente, no me refiero solo al artista o al músico, debe caminar hacia adelante, no quedarse inmóvil siempre en el mismo lugar. Hay que evitar las repeticiones. Y en el caso del jazz, igual; debe ser una música que mire y camine hacia adelante. Debe buscarse, para sentirse vivo.