Santiago Delgad Runaway LoversPor amor al rock´n´roll

Lo de Santi es único en la escena vasca. Formó Runaway Lovers jugando con el nombre de la banda que acompañaba al gran Jonathan Richman y la canción Runaway de Del Shannon. Fue a principios de este siglo aunque el vocalista ya se había marcado varias maquetas casi en solitario -con temas como El twist del androide, No quiero más o Let´s rocking- y con el mismo objetivo: “Solo queremos entretener y pasarlo bien con una mezcla acústica entre Richman y los Ramones”, comentaba a este diario.

El impulso del grupo tuvo lugar en “una fiesta del colectivo Northern Rockers” en la sala Crazy Horse de la capital vizcaina, según recuerda Iñaki, uno de los cinco impulsores del sello Hanky Panky, el primero que se fijó en Santi y sus amantes escurridizos si exceptuamos al Dj de Radio 3 Juan de Pablos en su programa Flor de pasión. Con su cobertura de fan, la misma que impulsa a Santi, les editó un EP de 7 pulgadas y después, en 2010, su debut en larga duración, Por amor al rock´n´roll, ahora reeditado en vinilo por vez primera.

“Para nosotros es un pequeño clásico”, recuerda Iñaki sobre el disco, cuyo contenido nos retrotrae a un verano y adolescencia eternos donde reina la música, las sonrisas y el amor. Esa es la propuesta amateur de Santi y los Runaway Lovers, por aquel tiempo marcada por el rock vocal y primigenio de los 50, el du-duá, el twist, el surf y los sonidos ye-yé. El tiempo solo les ha vuelto más eléctricos, pero sigue incólume su pasión por el rock´n´roll, en una concepción amplia en torno a su cultura que aúna a Kaka de Luxe con Ramones, Richman, Del Shannon, Modugno, Dion, los Cramps, el maestro Algueró, Ben Vaughn y Serge Gainsbourg.

Por amor al rock´n´roll es un disco minimal, de guitarras preferentemente acústicas y voces, armonías, coros y palmas. Y toneladas de diversión e ingenuidad porque, como asegura Carlos Beltrán, uno de las estrellas rockeras underground vizcainas y colaborador en el álbum, “el fin último del rock es divertir”. Ahí sigue Santi, que grabó el álbum en cuatro tandas entre diciembre de 2007 y enero de 2010 en los estudios Sweet Saul Music bajo la producción de Saúl Santolaria. La grabación se inició cuando estos se ubicaban en Urduliz. Al concluirla se trasladaron a Larrabasterra, recuerda Santi, quien por entonces tenía como Runnaway principal a Juanjo Ibarra y le ayudaban en voces y palmas Igor Martínez y Gorka Mirantes, este también al cajón.

Con unas voces y armonías encantadoras y un ritmo primitivo, Santi lidera 15 canciones preñadas de nostalgia aunque cante “nunca miro atrás” en su himno Runaway lover, todo encanto doo woop con “hey, hey, dan di dari dari” incluidos. El repertorio incluye varios twist -el más divertido es Tabardillo twist, en el que narra un concierto con el batería en plena resaca-, evocaciones surf y pop en La chica de mis sueños, su hit Anita -rima su nombre con “me excita” e incorpora un guiño a López Vázquez- y tres versiones, las mejores Como yo te miro a ti, de Todd Rungren y sus Utopia cuando jugaban a sonar como The Beatles adolescentes y el hit Flequillón, de The Nitemares, con contrabajo y homenaje a Ringo.

tributos y Villancicos

El álbum incluye también varios homenajes explícitos, uno al citado de Pablos, “el chico locutor” que “lo mismo pincha Elvis que te pone a Marisol”, y a los inevitables Jonathan Richman, en clave surf y con el saxo de Joe González (Atom Rhumba y Doctor Deseo), y a Johnny Ramone, el icono punk de Ramones, con sonido acústico. La edición en vinilo se completa con un single navideño con cuatro canciones que Santi titula Odio la Navidad aunque odio aparece tachado.

Siempre apegados a la tradición y a los villancicos, como confirma el precedente Quiero ser Santa (2015), entregan cuatro nuevos. “Es una buena fecha para cantar, me encanta”, dice Santi, enamorado de los trabajos navideños de Chin Chin Records, The Drifters, Alex Chilton o Nat King Cole. Su última aportación ofrece medios tiempos como La magia de la Navidad, en tributo al local Residence y a su barman, Manu Iturregi, Cotillón de garrafón y el que le da título, además del más eléctrico Jeta y carota, dedicado a Santa, entre txakoli, excesos de comida, sorteos, matasuegras, champán y condones. Todo con el encanto atemporal de siempre en nuestra Navidad más incierta.

Su música es un tributo

a la cultura rock en sentido amplio y plantea un verano y una juventud eternos, llenos de diversión e ingenuidad