LA emoción al hablar de Pedro Lezameta, Peto, se percibe en cada una de las palabras de su mujer Cristina Horno. Han sido 53 años junto al amor de su vida y padre de sus cuatro hijas aunque como ella misma asegura su marido solía decir que “nosotros no tenemos solo cuatro hijas, en el Edurre tenemos muchos hijos”. El grupo de danzas de Basauri fue su pasión, uno de los motores por los que se movió durante toda su vida. “El Edurre ha sido su vida, toda su vida ha estado ligada al grupo y a Euskal Dantzarien Biltzarra”,apunta Cristina.

En las más de seis décadas de historia de la entidad, Pedro Lezameta ha sido partícipe desde los inicios. “Él era el pequeño de diez hermanos y uno del barrio que quería formar el Edurre fue a buscar a sus hermanos mayores para el grupo. Preguntó si podía ir y le dijeron: tú a mirar. Tenía 12 años. Empezó desde el primer día y siguió toda su vida”, relata su mujer quien recuerda que se conocieron en el grupo y toda su vida ha girado entorno al Edurre. Incluso en su vida familiar también influyó la entidad. “El nombre de nuestra hija pequeña, Eider, se decidió en el grupo. Estábamos entre varios nombres y se votó. El que más puntos sacó es el que le pusimos”.

Pero su trayectoria no solo se ciñó a los bailes, no en vano “dejó de bailar como dantzari hace mucho tiempo pero luego se dedicó a la enseñanza”, rememora Cristina quien tiene claro que con quien más disfrutaba enseñando “era con los más pequeños, aunque hubo muchos años en los que se tenía que dedicar a los pequeños y los grandes”. En la memoria queda la rutina que tenía Peto. “Venía de trabajar, a veces ni aparecía por casa, y seguido al ensayo y cuando no tenía ensayo a la federación. Su vida era esa”. Una vida que se apagó el pasado mes de mayo.

La unión con el Edurre se mantuvo constante incluso cuando por motivos laborales tuvo que salir fuera de Basauri. “Perdió el trabajo y se tuvo que buscar la vida. Tenemos cuatro hijas y no había más remedio que buscar trabajo. Encontró uno en una ingeniería en Madrid pero estuvo en todo el mundo de obra en obra: Argentina, Brasil, Portugal, Francia… Pero cuando volvía a casa si había actuación del Edurre o Dantzari Eguna era sagrado”, afirma Cristina.

Ese tiempo en el que estuvo en el paro se reflejó en su afición por la madera. “Compró unos tablones y grabó a los dantzaris de Euskal Dantzarien Biltzarra y la obra está en el local del Edurre, en la pared de la entrada y se conserva de maravilla”, asegura su mujer quien se acuerda que aunque dejó el grupo hace cinco años siempre estaba pendiente de si necesitaban algo: “Yo bajaba más que él porque seguía ensayando y él iba a arreglar un enchufe, poner unas baldas...”. Y sobre todo se encargó del archivo fotográfico ya que “él era el fotógrafo del grupo. De él tenemos pocas fotos porque el que las sacaba era él”.

Una de las iniciativas en las que más empeño puso fue en buscar actuaciones para los niños. “Huno unos años en los que solo teníamos pequeños y a él se le ocurrió contactar con todos los grupos de la zona de Nerbioi-Ibaizabal para actuar. Se decidió que si las fiestas de Ugao eran en septiembre, los grupos de la zona íbamos a bailar a Ugao”, explica Cristina quien destaca que “no nos daban nada, algunos años una bebida para cada dantzari pero no había dinero de por medio”. Y el orgullo se nota cuando afirma “que se sigue haciendo y además genera una unión entre los grupos de la zona”.

Uno de los homenajes más recientes que ha recibido a título póstumo fue el que se le rindió en el pasado Euskal Herriko Dantza Agerketa. “El año que empezó esta cita con Sabin Egiguren estábamos recién casados y participó hasta que se tuvo que marcha fuera por trabajo. Después les pasó todo a Pili Castro y Kepa Ogiza, que son los que ahora se encargan por parte del Edurre del Euskal Herriko Dantza Agerketa”, subraya su mujer.

También estuvo ligado a Euskal Dantzarien Biltzarra. “Era el representante de Bizkaia. Cada mes hacían una reunión en uno de los herrialdes. Cuando tenía a mis dos hijas mayores, les solía decir que iba a hacer una foto grande de aita para decirles quién era”, comenta entre risas Cristina quien reconoce que “pasaba tantas horas en el grupo y liado con otras cosas que le veíamos poco”. Un hombre “generoso, ligado al folklore” que ha dejado en el Edurre, “su vida”, un hueco irreemplazable.