"Quiero ser libre”. Con este deseo, casi súplica, se inicia el nuevo disco de Iggy Pop, y parece como si el protopunk suicida y fibroso que comandó a The Stooges se hubiera hastiado de esa corona porque Free (Caroline. Music as Usual) es un disco en ocasiones envolvente, bastante experimental, casi tan recitado como cantado y con deudas evidentes con el jazz vanguardista y la etapa más experimental del último David Bowie. “Necesitaba la sensación de ser libre”, asegura el músico.

Con The Stooges fuera de circulación tras el fallecimiento de los hermanos Ashton y los devaneos del resistente guitarrista James Williamson con (¡sí!) nada menos que David Hasselhoff, Iggy Pop regresa a su carrera en solitario a sus 72 años tras el éxito logrado con su último trabajo, Post pop depression, compartido con Josh Homme, guitarrista de los stoners Kyuss y fundador de los pétreos Queens of the Stone Age.

Ese trabajo, que elevó a Iggy Pop, siempre más un artista de culto que con buenos resultados comerciales, al puesto más alto en las listas de su excitante carrera, nada tiene que ver con el actual, más sombrío, confesional y contemplativo. “Este es un álbum en el que otros artistas hablan por mí, pero presto mi voz”, indica La Iguana, en referencia a sus dos colaboradores principales, el trompetista Leron Thomas, activista destacado de la escena musical neoyorquina más atrevida, que ha colaborado con el exlíder de REM, Michael Stipe, y la guitarrista Noveller, Sarah Lipstate en su DNI y, en su caso, colega artística de Sonic Youth.

¡Y quién iba a decir que Iggy, esa bestia que se ha arrastrado semidesnuda por los escenarios a ritmo de rock y protopunk en los últimos 40 años, se sentía inseguro! El estadounidense reconoce que esa última gira con Homme “me había liberado del problema de inseguridad crónica que llevaba arrastrando a lo largo de toda mi vida y carrera”. En el otro lado de la balanza, también “me sentía seco”. Y vivió el deseo de esconderse tras sus gafas oscuras y huir del personaje salvaje que él mismo alimentó.

“Sé que es una ilusión, y que la libertad es solo algo que sientes, pero he vivido hasta ahora creyendo que lo que sientes es lo que vale la pena perseguir. No necesariamente felicidad o amor, sino la sensación de ser libre. Así que este disco es simplemente algo que ha pasado, y he dejado que suceda”, indica sobre Free, un álbum difícil de catalogar y que deja un espacio protagonista a su voz profunda y emocional.

Sintetizadores y saxos

Y mientras reedita su disco Zombie birdhouse (1982), producido por Chris Stein y que incluía Run like a villain y The villagers, Iggy entrega Free, en el que canta “quédate en tu carril de la autopista”. Él no lo ha hecho en un álbum que se abre con la canción que lo titula, con él repitiendo “quiero ser libre” sobre un colchón de arreglos atmosféricos y una trompeta fantasmal que remite a Miles Davis y que entreabre una puerta hacia un terreno inesperado aunque su autor ya jugara con los recitados en Avenue B, hace justo dos décadas, o después con el francófilo Aprés.

El actual tiene bastante más chicha, como demuestran Love missing, medio tiempo rockero con voz y guitarras saturadas en el que canta “el tiempo corre” y se refiere a un “futuro oscuro”; un James Bond compartido al micrófono con Faith Vern, líder de Pins, que aporta una línea de bajo abrasadora y repetitiva que se abre a un ritmo y a una guitarra juguetones antes del solo free de saxo; o Dirty Sánchez, con referencias al porno y un interesante juego de coros. El resto se mueve en terrenos más difusos, como Sonali, con un saxo que remite al Bowie de Blackstar, al igual que en Glow in the dark, mientras que Page suena paisajística, haciéndonos soñar con un estándar de jazz mecido entre un mar de sintetizadores.

Y en la recta final, con The dawn y un We are the people ya recitados, nos ofrece lúgubres letras sobre la oscuridad, la vejez y la muerte (“el final de la luz”) a la que no podrán vencer ni el amor ni el sexo. Parece justificarse en Page cuando recita “lo has hecho todo antes, temerás la repetición”, y se torna crítico al mirar a su alrededor al recuperar un viejo poema de su colega Lou Reed con versos como “somos el pueblo que concibe nuestra destrucción y la lleva a cabo legalmente”. Este es el Iggy actual, libre y navegando en un muy buen disco entre el rock, el jazz y la experimentación.