maddi Barber nació en Lakabe en 1988. Tres años antes, el PSOE retomó la idea de finales del franquismo de represar el río Irati. Y cinco después, en 1993, comenzó la construcción del pantano de Itoiz, terminado en 2003. Durante todo este tiempo, la oposición de muchos de los vecinos fue más que importante, con acciones legales y de protesta llevadas a cabo por la Coordinadora de Itoiz y por el grupo Solidarios con Itoiz, que trascendieron las fronteras del valle de Arce y abrieron un debate político y social que hoy, en la era de las redes sociales y de internet, seguramente habría alcanzado una dimensión global, pero que también entonces supo rozar los cimientos del sistema. Pese a todo, en 2004 se desalojaron las últimas casas habitadas de los pueblos afectados y se completó el llenado, dejando bajo el agua calles, edificios, vivencias y memoria, generando una herida colectiva que aún hoy no se ha curado. En un intento de acceder a la tierra sumergida y de vincular imágenes del paisaje actual con el material de archivo de la lucha y con los sueños de quienes vivieron la experiencia, la cineasta navarra ha filmado Urpean lurra, mediometraje documental seleccionado por el Festival Internacional de San Sebastián para Zabaltegi-Tabakalera, sección competitiva que da cabida al cine que busca nuevas miradas y formas, una zona abierta y de riesgo.

Maddi Barber completa con este trabajo un proyecto que inició con el cortometraje 592 metroz goiti, que también estuvo en el Zinemaldi y que le condujo “de manera natural” a esta segunda película. “Hice el cortometraje como trabajo final del Máster de Antropología Visual (Universidad de Manchester) con la idea de investigar sobre el duelo por el paisaje, la vida que queda por encima de esa cota -del agua- y la relación de las personas con el medio y los animales”, cuenta. Y durante la grabación se dio cuenta de que “me había dejado mucho por contar”, de que existía mucho material “que no cabía en una sola película”. Como si el agua hubiera actuado de límite, de barrera que separa los dos mundos. “Y me puse a pensar cómo acceder desde el punto de vista cinematográfico a lo que quedó debajo”. El archivo fue la clave. “Vi que me permitía entrar a ese territorio sumergido de una manera muy directa”, indica. No en vano, las imágenes que ha empleado nos trasladan inmediatamente a ese pasado reciente.

Esta segunda creación en torno al embalse y sus consecuencias es más compleja, “necesitaba más investigación” y “había mucho en lo que profundizar”, así que se concretó en un mediometraje. Sin embargo, la realizadora no quiere “pensar en las duraciones a nivel de jerarquía”. “Un cortometraje puede contar igual o mejor una historia que un largo, pero este proyecto requería más tiempo”, incide. Además, el enfoque de Urpean lurra es diferente al de 592 metroz goiti: “En este caso las imágenes son mucho más pausadas, no hay una narrativa ni una trama tan claras y he usado otro tipo de lenguaje”, comenta la directora.

80 horas de imágenes Disponer del material de archivo de Solidarios con Itoiz no fue complicado. “Mis padres estuvieron implicados en el grupo, sobre todo en los primeros tiempos, y yo me he criado en medio de todo ese movimiento, así que lo tenía cerca”, apunta Barber. Además, hace tres años, el cineasta Iñaki Alforja le contó que había grabado imágenes para la Coordinadora “y quise verlas”. “Me puse en contacto y me comentaron que habían digitalizado, junto con Eguzki Bideoak, todo el material”, es decir, unas 140 cintas de Mini-DV, High 8 y Betacam, así que lo que le llegó fue un disco duro con 80 horas de acciones directas relacionadas con la construcción del pantano. “Enseguida me puse a visionarlas con Mirari Etxabarri y Gerard Ortín para ver qué era lo que nos interesaba del material”, indica Barber, que en este caso ha podido contar con un equipo más amplio que el de su filme anterior.

Usar las imágenes tomadas por otras personas en un momento y con una intención muy determinada “me hacía sentir mucha responsabilidad”. Por eso “he intentado respetarlas al máximo, tratando de mantener las duraciones, no mezclando momentos y conservando la calidad de la imagen y del sonido en cada caso”. Aparte de eso, y obviamente, esta es la película de Maddi Barber, su punto de vista. “El material está montado y siempre va a haber una distorsión porque de 80 horas hemos introducido 30 minutos”, dice. Y a la vez aclara que en la elección de las imágenes “decidimos utilizar solo las que reflejaran acciones que ocurrían en los lugares sumergidos”, de modo que descartaron las manifestaciones en Iruñea y otros acontecimientos. “Hay algunas muy conocidas, como cuando los Solidarios cortaron los cables de la presa, pero hay otras que no se han visto y hablan de un tiempo importante para la historia de este valle y de Navarra; me interesa que la gente que viene por primera vez aquí -habla desde Nagore- sepa que esto no ha sido así siempre”.

vínculos Para aflorar esta tierra sumergida y todo lo que conlleva, Barber ha querido hilvanar tres aspectos. “Casi nunca parto de una historia concreta que quiero contar, estos trabajos son más de proceso, de ir encontrando la película a medida que la hago”, y en este caso el reto era encontrar la forma de vincular “el paisaje actual con sus elementos, como esos árboles inundados que siguen creciendo; el archivo con sus luchas y los sueños con su intimidad”. Sueños de personas que vivieron todo lo sucedido con el pantano. “Me los contaron y me pareció una manera muy especial y preciosa de entrar en ese mundo bajo las aguas”, cuenta la realizadora, y confiesa que este recurso le generó dudas, “y miedo”, en algún momento, “pero todo proyecto es una búsqueda y encontramos la manera de relacionarlos”.

En este punto, revela que uno de los asuntos que aborda Urpean lurra es “la transición entre lo individual y lo colectivo”. “Al principio puede parecer que los sueños son personales, pero me empecé a plantear que tienen una componente política, ya que en zonas donde se ha producido una alteración tan drástica todo el colectivo se ve afectado y afloran los sueños con muchos elementos compartidos”. Y cita el libro El Tercer Reich en los sueños, en el que su autora, Charlotte Beradt, defiende precisamente que los sueños son políticos, “como señales de un malestar común”.

En la película, varias personas narran sus sueños en una puesta en escena en la que también participa Maddi Barber. “En el cine antropológico siempre hay un debate sobre la posición que toma el cineasta respecto a lo que graba; yo quería dejar claro que no era ajena a todo aquello y me pareció que ya que iba a grabar algo tan íntimo como los sueños de la gente, era mi responsabilidad colocarme también ahí”, explica. Tanto en el cortometraje anterior como en este caso, para Barber “lo más importante ha sido acercarme a otras personas y compartir”. “Y, en lugar de llevar el dolor, la tristeza o la rabia en soledad, generar, a través del cine, situaciones en las que esos sentimientos pudieran ser compartidos”. Porque aunque esta película no pretende curar, quizá sí “podría detonar algo, iniciar un proceso que sin duda será largo, pero en común”.