Nadie sabe las horas que habrá pasado entre legajos y documentos, la mayoría de ellos referidos a Nafarroa. De esta forma, ahora, Peio Monteano es una de las voces más reputadas a la hora de hablar de nuestra lengua, el euskera, en aquellas épocas que son más oscuras históricamente hablando.

Con el euskera sucede que como los documentos medievales escritos los redactaban desde la cúpula de poder, se utilizaban idiomas cultos, ajenos al entendimiento del pueblo.

-En parte, sí. Tenemos navarros con dos caras lingüísticas y navarros con una sola cara. La gente baja, el campesino, solo tiene una cara, pero no escribe, en cambio, hay otros navarros que tienen dos caras pero solo muestran una de ellas, a través de los documentos, que son los poderosos.

¿Cómo podemos entonces demostrar que el euskera era la lengua mayoritariamente hablada?

-Hay que recurrir a lo que los documentos muestran y no solo a lo que los documentos dicen, porque esos documentos se crearon con otra finalidad, no la de informarnos sobre la situación lingüística. De este forma, se permean una serie de cosas que tenemos que interpretar, sobre todo los nombres y la toponimia, que es donde se apega la lengua y donde esa labor de traducción es más cuestionada porque puede plantear problemas: llamar a una finca con una denominación traducida o a una persona por el nombre que no usa puede dar problemas de identificación. Por lo tanto, es lo único que en los documentos escritos en otro idioma no van a traducir. Y, por otro lado, también tenemos que hacer un poco de prospección histórica. Hay unos siglos que conocemos muy bien, como el XVI, del que tenemos muchísimos más documentos, y lo que tenemos que preguntarnos es: ¿para que se diera esa situación lingüística el siglo XVI, cómo tuvieron que ser los anteriores?

Hay una frase de Lacarra que cita y que puede resumir la sensación de un historiador al enfrentarse a esta reconstrucción de la historia de Nafarroa, y es que él afirmaba ser consciente de estar reconstruyendo el pasado en una lengua que no se habla (latín) y que habla una lengua que no escribe (el euskera).

-Él se refiere a las élites, ya que él estudia el periodo del pleno medievo, pues incluso tenemos dudas de si hablaban latín. Desde luego, el personaje histórico no habla de la lengua en la que están escritos los documentos. En cambio, y esa es la cuestión que plantea Lacarra, él tiene la sensación de que está reconstruyendo la historia de una persona que habla una lengua que no escribe. Y eso es lo que tenemos todos en mente cuando estudiamos la Edad Media.

Está claro que los estamentos de poder en la Edad Media se preocuparon muy bien de no alfabetizar al pueblo, manteniendo la escritura como elemento de poder.

-El dominio de la escritura y de una lengua que no hablaba la población es un elemento de poder, no hay duda, y un signo de prestigio. Eso es algo que también se ve en otros siglos, cuando los escribanos conversaban entre ellos en castellano, aunque hablaban perfectamente euskera, porque era un rasgo de distinción social. Ellos no tenían que recurrir a un cambio de lengua porque la gente no sabía ni leer su propio idioma. Cuando en el siglo XVI tenemos una masa monolingüe vascohablante, no hay ningún interés por alfabetizar, ¿por qué? Porque mientras eso sea monopolio de una élite tienen un control, además de quitarse a la competencia externa exigiendo al funcionariado que sea de origen navarro.

¿Cómo, cuándo y por qué pasamos de ser vascones a navarros?

-Sabemos cuando ese cambio llega al papel, que es en las Crónicas francas, al norte de los Pirineos, como un nombre propio, ya que ellos tienen vascones norteños y sureños, que evolucionan unos hacia francvascones y a los peninsulares como vascones hispanos o navarros. Y los navarros ellos los atribuyen a lo que sería la Navarra nuclear, es decir al Reino de Pamplona. Posteriormente, dos siglos más adelante, también atribuye incluso a vizcainos y alaveses. En cuanto al significado de navarro, los lingüistas no se ponen de acuerdo, unos dicen que campesino, otros que reja... En cuanto al porqué, hay una serie de misterios al respecto, ya que de puertas afuera, este territorio, a partir del siglo VI o VII, mantiene una uniformidad cultural que permite atribuir el mismo nombre a sus pobladores cuando antes, los romanos distinguieron distintos nombres de tribus. Pero la primera vez que aparece la palabra navarros es en Crónicas francas del siglo VIII. Una denominación que se extiende hasta que en el siglo XII abarca casi todo el territorio vascohablante.

Plantea la necesidad de una revisión sobre la situación del euskera en la Nafarroa medieval, ¿por qué?

-Porque las interpretaciones que hacemos son las cómodas, las apegadas al papel, pero, ¿cómo trasponer eso a una lengua que no se escribe? ¿No estaremos viviendo un espejismo de la lengua que se escribió? ¿No estaremos equiparando lengua escrita con hablada? Eso es lo que sucede en nuestro tiempo, pero en el medievo, no. Tendremos que revisar e intentar que el historiador vaya más allá del documento porque este no refleja toda la realidad social.

Domingo. DEIA ofrece a sus lectores el libro ‘La lengua invisible. El euskera en la Corte y en la Ribera de Navarra en el siglo XV’ por solo 8,95 euros junto a su ejemplar del periódico. Su autor, Peio Monteano, es doctor en Historia y técnico superior del Archivo Real y General de Navarra.

Sinopsis. Siglo XV. Reino de Nafarroa. Alrededor del 80% de la población habla euskera, idioma que revela su omnipresencia en la ciudad y en el campo, entre las élites y entre el pueblo llano. Y no solo en los verdes prados de la montaña o en las pardas tierras de la Zona Media, también en los salones de la Corte y en la Ribera. Esta investigación así lo prueba.

“La escritura era un monopolio de una élite, igual que el dominio de las varias lenguas, para tener el control”

“La acepción de navarros, en el siglo XII, llegó a abarcar a prácticamente todo el territorio vasco hablante”

“El siglo XV es terrible porque significa la decadencia de Navarra, económica, social y política”