“He aprendido a ser feliz, de niña era muy atormentada”
Elena Sancho-Pereg pone voz a ‘Tutti-frutti de sensaciones’, el noveno programa de la temporada de abono de la OSE, que cantará mañana en Bilbao
bilbao - La soprano donostiarra Elena Sancho-Pereg es la invitada estrella del noveno programa de la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica de Euskadi. Es la primera vez que actúa como solista con una banda vasca, a pesar de que está comenzando una prometedora carrera internacional. Vive en Düsseldorf desde 2014, donde cuenta con una plaza estable en la Ópera del Rin.
El sábado actuó en Iruñea, su primera vez como solista con una orquesta de Euskadi, ¿cómo fue la experiencia?
-Fue maravilloso. Yo soy de aquí, de Donostia, y me hace mucha ilusión cantar en mi tierra. El repertorio es muy particular y estoy motivada.
Los próximos días estará en Bilbao, Donostia y Gasteiz, ¿le supone una presión adicional actuar en casa?
-No, noto una energía maravillosa. Cada vez que vengo veo una Donostia más acogedora, dinámica y bonita. En la orquesta son encantadores, me han acogido y me han apoyado. El director es una persona muy agradable y percibo buena energía. Se han juntado varias cosas a mi favor y estoy disfrutando. Antes estaba muy nerviosa, pensando que no me iba a salir bien, que era muy difícil, que era complicado encajar la música de la orquesta con la voz... He pasado mucha tensión. En Iruñea fue muy bien, así que ya hemos roto el hielo.
Tiene plaza estable en la Ópera del Rin, ¿cómo se vive allí este género?
-Se vive de manera distinta. Allí tienen una forma de vivir en la que se consume mucho más la cultura. Ellos cuentan con peor meteorología, por lo que realizan muchos eventos en lugares cubiertos. Aman todo tipo de arte, desde el baile moderno o el grafiti, a la pintura más clásica. Financian y valoran todos los espectros de todas las artes. Para un artista es una ventaja, por eso estoy prolongando mi estancia allí, porque estoy absorbiendo mucho de su mentalidad y de sus elementos positivos.
El programa lo dirige un director muy joven, Clemens Schuldt.
-Él es de Alemania, un país donde se subvenciona y se consume mucha música clásica. Schuldt estudió en Düsseldorf, precisamente en la ciudad en la que estoy yo, en su conservatorio. Es un chico joven y fue él quien propuso la partitura. Es un placer trabajar con él, genera un ambiente positivo y de amistad, algo que es parte del motivo de que la obra esté saliendo adelante.
Usted va a cantar ‘Les Illuminations’, de Benjamin Britten, una obra que no es muy conocida.
-Es muy emocionante, no es conocida pero tampoco es muy contemporánea. Britten para mí es uno de los mejores compositores que hay, sobre todo del siglo XX. Esta obra está inspirada en unas poesías muy psicodélicas, surrealistas y apasionadas, porque tienen un contenido brutal de crítica y de emoción de la Francia del siglo XIX. Britten, cuando leyó las poesías, se emocionó y decidió ponerles música. La melodía es fácil, de película, muy efectista y variada.
¿Cree que ha sacrificado parte de su vida personal para llegar a donde ha llegado?
-He ido siguiendo las señales que he ido encontrando y ha sido todo un regalo. Estoy muy feliz, también porque he decidido amar lo que se me da y no estar siempre deseando lo que no tengo. Por otra parte, me faltan algunos pilares. No me veo haciendo una carrera en solitario de freelance, todo el día viajando sola. Cuando vengo a Donostia me doy cuenta de todo lo que me falta. No sé qué va a pasar en el futuro, pero la comunidad sí es un sacrificio.
Empezó en un coro, ¿cómo fue su infancia en él?
-He aprendido a ser feliz porque de niña era muy atormentada, tenía gran capacidad para absorber las situaciones de tristeza. El coro era una luz que se me encendió, había una energía muy buena y diferente. Lo intenté dejar muchas veces porque no me veía siendo cantante, pero mi profesor, Javier Santacana, me animó. Que esté hoy aquí es mérito suyo, me convenció a mí y a mis padres para ser soprano.
Ha trabajado con Calixto Bieito. ¿Cómo fue la experiencia?
-Hice su famosa Carmen, pero el director fue Joan Anton Rechi. Al principio tuve ciertas dificultades para entrar en el personaje propuesto por Bieito, porque de la producción romántica pasó a una hiperrealista, en la que las gitanillas éramos unas borrachas. Luego me leí la obra de Mérimée, y vi que él supo retratarla. Lo que hizo Bieito fue una obra maestra, pero para gustos los colores.
Tuvo una crisis personal en Bilbao, con ‘La Sonnambula’, y se quedó muda. ¿Cómo lo superó?
-Tuve mucho éxito en poco tiempo y me asusté. Me fui poniendo cada vez más nerviosa y en Bilbao caí muy enferma para la premier. Canté bien en los camerinos, pero fue poner una pierna en el escenario y no me salía la voz. Fue como una pesadilla. Estuve cuatro meses sin recuperar la voz. Probé de todo, todas las terapias alternativas más raras y más colgadas que encontré, y hasta un médico que me dijo que me tenía que operar. Decidí volver a casa y olvidarme del mundo, y esa tarde, mientras fregaba los platos, volví a cantar.
En septiembre cantará ‘Las bodas de Fígaro’ en Roma, ¿qué expectativas tiene?
-Los italianos llevan la ópera en la sangre: por el idioma, las bromas, los dobles significados, el estilo, la picardía... Italia es muy especial, es un país muy artístico, y tengo muchas ganas de vivir esa experiencia.
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