bilbao - Apenas unos días después de salir al mercado, Morder la manzana ya ha alcanzado la cuarta edición. El primer libro de Leticia Dolera, que mezcla referencias feministas con experiencias personales, quiere mostrar que aún no vivimos en igualdad y que “el feminismo es necesario”.
El título del libro hace referencia a Eva, podría decirse que la mujer que inició la revolución feminista al morder la manzana.
-A ella se suma Pandora, quien, según la literatura griega, fue la culpable de que se liberasen todos los males del mundo. También en el libro hablo de la Teoría Freudiana, que afirma que el orgasmo clitoriano es propio de desviadas. Es terrible que muchas mujeres crecieran creyendo algo semejante.
Dedica el libro a su madre y a otras mujeres de su familia. ¿Han tenido un papel especial para despertar su interés por el feminismo?
-El feminismo no ha formado parte de nuestro día a día, pero mi madre ha sido una madre trabajadora, que me ha sacado adelante, y ha sido un ejemplo de muchas cosas: de lucha, de valentía, de ir a contracorriente...
¿Hubo alguna circunstancia que le empujase a la lucha activa?
-Vivimos en un patriarcado que naturaliza la desigualdad. Me han pasado muchas cosas que han sido fruto de una educación y sociedad machista, pero yo no era consciente de ello. Cuando busqué financiación para mi primera película (Requisitos para ser una persona normal), me hacían preguntas como: “¿Has escrito el guion tú sola? ¿Quién te va a ayudar a dirigir la película?”. Ahí empecé a interesarme por el feminismo.
Recuerda que las mujeres nos colocamos en lugares secundarios desde que tenemos 6 años.
-Los cuentos infantiles que nos han contado nos lo han inculcado. Son todavía los que más se venden aunque, afortunadamente, ahora hay una nueva ola de libros que educan en la igualdad. Las fábulas están llenas de estereotipos: las mujeres somos princesas, frágiles, sensibles, bellas y delgadas y estamos para ser rescatadas y para ser amadas por un príncipe azul, que es un héroe que toma decisiones, mientras nosotras esperamos como una bella durmiente.
Comienza el libro con una escena junto a sus amigas donde recuerdan las situaciones de acoso que han sufrido. ¿Son todas reales?
-Lo que cuento en primera persona son cosas que me han pasado, y los personajes de mis amigas los he ficcionado para mantener su anonimato, pero son escenas reales. La cultura de la violación ha naturalizado los acosos y hace que nosotras pensemos que estamos malinterpretando ciertas cosas, que somos unas exageradas... Tiene que impartirse educación sexual en los colegios para que sepamos que tenemos derecho a parar un acto sexual cuando queramos, y para que los hombres entiendan que la sexualidad no tiene que estar vinculada con la dominación.
Habla del ‘bullying’ que sufrió en el colegio. ¿Le ha sido difícil relacionarlo con el machismo?
-Me di cuenta hace un año leyendo un texto sobre la serie Por trece razones. En el colegio me metían mano y me ponían en la entrada mensajes como Si quieres que te la chupen llama a este teléfono junto al número de mi casa. Me encontraba con mensajes en el contestador horribles. Es importante hablar en los centros de bullying, empatía y tolerancia.
Indica en ‘Morder la manzana’ que en los libros de texto prácticamente no aparecen mujeres. Cuando ha descubierto sus historias, ¿le ha impactado alguna en particular?
-Me ha marcado descubrir que la primera persona que dirigió una película, tal y como hoy entendemos la narración cinematográfica, fue una mujer: Alice Guy. Que nos hayan robado ese referente ha hecho que nos desempoderemos. ¿Cuántas niñas habrían querido dirigir si les hubiesen dicho que ellas también pueden contar historias? Esto es grave, porque la cultura construye nuestra sociedad, nuestra emocionalidad y forma de ver el mundo.
Señala que en el Estado vivimos en un “patriarcado de consentimiento”. ¿Es una forma de hacernos creer que vivimos el libertad?
-Cito a Napoleón cuando dice que el pueblo no tiene que ser libre, tiene que creer que lo es. La Constitución ya dice que hombres y mujeres somos iguales, pero si nos educan en que nuestro lugar es el del hogar, y a ellos les inculcan en que hacer eso es ser un calzonazos, realizan un claro reparto de roles. Por ejemplo, hoy en día más del 90% de las personas que piden una reducción de jornada son todavía mujeres. Está claro que hay un patrón cultural y que hay que romperlo, porque genera desigualdad económica y violencia.
El obispo de Donostia, José Ignacio Munilla, afirmó que “el demonio ha metido un gol desde sus propias filas” a la causa feminista.
-La Iglesia no debería jugar ningún papel en el ámbito político, ni la religión debería enseñarse en los institutos. Debería ser una elección personal cuando ya eres adulto. Las religiones están impregnadas de machismo. Tenemos a Eva y a Lilith, de modo que la mujer que no se somete al hombre está demonizada por la tradición judeo-cristiana. Entiendo que Munilla haya dicho eso, porque es coherente con esas ideas, lo que pasa es que esas ideas son machistas y misóginas.
Sus apariciones en las galas han sido polémicas. ¿Se ha sentido arropada por sus compañeras?
-Tengo compañeras y compañeros que sí que me dan su apoyo y las gracias por alzar la voz. Entiendo que dada la situación de precariedad laboral en las que estamos actores y actrices, es difícil morder la mano que te da de comer.
¿Qué sintió cuando escuchó la opinión de las actrices francesas justificando el derecho que tienen los hombres a importunar?
-Me gustaría dejar claro que son cien y hoy veremos cuántas mujeres en Francia salen a la calle, que serán muchas más. A este texto se le ha dado una importancia que no puede compararse con la cantidad de mujeres que estamos luchando por combatir el machismo. Importunar es molestar, y tu libertad termina cuando empieza la de la persona que tienes enfrente.
¿Los actos de hoy son el principio del cambio?
-¡Ojalá! Ahora de lo que se trata es que toda esa fuerza se articule en medidas políticas. Es importante que no nos cansemos de hacer ruido, que sigamos reivindicando nuestro espacio en la sociedad.