Mikel Laboa ‘resucitó’ en el BIME
Delorean le versionó anoche en clave electrónica, y triunfaron en la primera jornada Ride y Einstürzende Neubaten
bilbao - Aunque su obra sigue viva, el grupo vasco Delorean recordó ayer a Mikel Laboa en el festival de otoño BIME Live, en clave electrónica, con algunos pasajes de canciones célebres, encabazadas por Haika, Mutil y Baga Biga Higa, trufados de ritmos y loops sintéticos. En la jornada de madrugada del arranque del festival, a la que asistieron casi 9.000 personas, que abarrotaron el recinto, el triunfo fue para Ride, con su contundente y eléctrico clasicismo pop, y para los alemanes Einstürzende Neubaten con su propuesta heterodoxa y vanguardista.
Delorean dejaron Gipuzkoa para vivir y trabajar en Barcelona hace años, pero su tierra, su idioma y sus raíces siguen vivos a pesar de la distancia, como atestiguan guiños como el título de su disco Subiza. En esta manera de ser, natural y espontánea, debería contextualizarse la recuperación de la figura de Mikel Laboa, tótem musical de Euskadi en el último medio siglo, a quien su cantante y bajista, Ekhi Lopetegi, escuchaba de niño en casa antes de descubrir a The Cure, New Order y el indie de los 80.
La concesión del Premio Adarra a Laboa estuvo en la génesis de este espectáculo valiente del grupo indie vasco más internacional, que estrenó en Donostia y disfrutó después el Arriaga. En él, Delorean adapta algunas de sus canciones al formato electrónico con un sonido contemporáneo.
La reformulación, en la que pervive el mundo de ambos, pasó ayer por el escenario Antzokia de BIME Live, adelantándose a la edición en disco del tributo (mediados de noviembre, en Elkar) y con el público repartiéndose entre las butacas y el baile frente al escenario. Todo acompañado de un sencillo pero efectivo juego de luces que dio mucha importancia a las sombras.
Mientras el cuarteto, que saltaba de un instrumento a otro, sin guitarras ni bajo eléctrico, pervirtió el instrumental Denbora galduaren bila (Doneztebe) haciéndolo casi irreconocible con sus circuitos electrónicos tan paisajísticos como rítmicos, sí permitió el guiño cómplice en Kantuz y Bentara noa, esta última canción muy rítmica, lanzada a la pista de baile para los indies sin orejeras y manteniendo la voz de su autor en amplios pasajes.
Esa vertiente más loca y experimental, que contrastó con la supervivencia de algunas capturas de guitarras acústicas originales, se plasmó en la interpretación de varios Lekeitios, de Dialektikaren laudorioan (con pasajes sinfónicos y un loop mágico de la voz de Mikel repitiendo “ez, ez, ez...”) a Komunikazio-Inkomunikazioa, con una fusión ensamblada de sintetizadores, las improvisaciones vocales de Mikel y los ritmos de txalaparta, que fueron capitales en la atmosférica Orreaga. Lekeitio 6. 1979.
clasicismo y vanguardia En el tiempo nocturno de la primera jornada no hubo dudas sobre los triunfadores: el pop clásico de Ride y la heterodoxia de Einstürzende Neubauten. Los primeros, actualizados y revitalizados tras años de ausencia, deslumbraron con el pop de guitarras contundente de su juventud y su último disco, el solvente Weather diaries, cuyo ligero barniz sintetizado eludieron en vivo.
¿Clásicos? Sí, muy clásicos. Como The Beatles, Big Star, el power pop posterior o el brit-pop de Oasis, grupo al que, por cierto, perteneció el guitarrista Andy Bell, co-líder de Ride junto al ya calvo pero en gran forma Mark Gardener, vocalista principal. Olvidadas viejas rencillas y alternando guitarras y micrófonos, repasaron clásicos como Seagull, Leave them all behind o Vapour trail (alude a ese “rastro de vapor” en el que la ruptura convierte a la expareja) y estrenaron temas recientes en un arranque demoledor con Lannoy point y Charm assault, y después con Cali o Lateral Alice. Sonaron limpios y contundentes, con guiños psicodélicos (vimos camisetas de Stone Roses) y a la distorsión, pero siempre con el armazón de unos estribillos, melodías y coros deslumbrantes.
Y después llegó el asombro con Einstürzende Neubauten, colegas de Throbbing Gristle y Nick Cave; no en vano, su líder, Blixa Bargeld, pasó por su grupo, The Bad Seeds. Descalzo, como su bajista de apariencia y movimiento heavies, apareció trajeado, como un profesor de universidad... pero con un aire inquietante, como si su especialidad fueran las ciencias ocultas. Bajo su liderazgo y en un formato cambiante que llegó a ser sexteto, dio toda una lección de radicalidad aunque ya están lejanos los tiempos de su heterodoxia industrial y violenta, cuando llegaron a destrozar el suelo a golpes en algún concierto.
En BIME, alternando el inglés y el alemán, y con el bajo como argamasa -a veces con una sola nota repetida fue suficiente-, usaron las letanías de Blixe (algún grito inhumano incluido) y el arrope de teclados, guitarras y, sobre todo, instrumentos percusivos propios y alucinantes (tubos, plásticos, metales... extraídos de ferreterías y fábricas), para arrancar rostros de estupefacción entre el público (veteranos músicos vascos incluidos) con trallazos minimalistas, industriales o ruidistas que tuvieron su cima en The garden, Haus der lüge, Let’s do it a dada y la chirriante Unvollständigkeit. Echamos en falta Silence is sexy... pero su heterodoxia sonó salvaje y sexual.