Bilbao. ¿Cuál es su propuesta para la 25 edición de Visual y Sonora?

No he traído una obra concreta sino dos proyecciones que muestran una selección de mi trabajo en los últimos diez años. En una de las pantallas, aparece una serie de obras que he clasificado como ecosistemas híbridos, porque aúnan robots y organismos vivos, tales como plantas, grillos o bacterias, entre otros.

¿Y cuál es la finalidad de estos 'ecosistemas híbridos'?

Ninguna de mis obras encierra un fin en sí misma, no pretendo enseñar ni demostrar nada. Simplemente me interesa montar un escenario, poner un sistema en marcha y ver qué pasa; porque el conocimiento es eso: un sinfín de posibilidades cuyo resultado nos es imposible adivinar. En el caso de los ecosistemas híbridos, mi intención es ver cómo influye la introducción de un elemento sintético -un robot- en el entorno de un organismo vivo, atendiendo a la teoría del científico Jakob von Uexküll, que decía que cada organismo reacciona de acuerdo a su entorno.

¿Y cómo interrelaciona lo sintético y lo orgánico en un mismo entorno?

Unos sensores envían las señales que emiten los seres vivos al robot, y surgen comportamientos emergentes.

¿Diría que su trabajo es más un experimento que una obra de arte?

Sí, son experimentos abiertos, inconclusos. Mi trabajo está basado en la incertidumbre y en el ridículo, porque habrá quien se pregunte por qué hago lo que hago. Pese a que mi trabajo se basa cada vez más en la ciencia, nunca saco ninguna conclusión ni reparo en los datos empíricos. Como artista, es un lujo que me puedo permitir. Lo más importante es abrir una caja de posibilidades, la interpretación es responsabilidad del público.

¿Qué destacaría de la segunda proyección?

Muestra una selección de mi obra más reciente, que también guarda mucha relación con los ecosistemas híbridos, pero está más orientada al espacio. Esta vez me baso en los robots de la NASA y la ESA, aunque esos son mucho más sofisticados y funcionan mejor que los que yo utilizo, ¡no tengo su presupuesto! (risas). Satélites, sondas espaciales, robots en la luna buscando pistas, posibilidades de vida, exploraciones de escalas microscópicas... A través de estos robots, nuestros horizontes perceptivos se amplían.

"Todo está interrelacionado", dice.

Así lo creo. Pienso mucho en las fronteras del conocimiento, de la experiencia... en dónde están situados esos límites y en si es posible cruzarlos, relacionarlos y descubrir nuevos espacios de conocimiento.

¿Cuál es su relación con la comunidad científica? Los más ortodoxos quizá critiquen sus 'métodos'...

Hay de todo, y he recibido críticas, sí. La mayoría son científicos enfadados porque no saco conclusiones, se olvidan del componente puramente artístico de mis obras. Por el contrario, cuando encuentro un científico abierto, ¡no lo suelto! (risas), me encanta hablar de ciencia con ellos, que me asesoren.

¿La distancia entre arte y ciencia es insalvable?

La relación entre ambos aún es muy utópica. Tienen preguntas en común, pero las formas para hallar las respuestas son opuestas y mutuamente exclusivas. El arte necesita de metáforas y ambigüedades, y la ciencia no concibe nada de eso. Con todo, sí hay algo que artista y científico guardan en común: su obsesión por entender qué significa todo esto (risas).