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EN homenaje al pintor maldito alemán Bissier, el escultor Koldobika Jauregi (Donostia, 1959) presenta en Galeria Kur de Donostia un conjunto de bodegones y paisajes que siguen demostrando la facilidad de lenguaje y el trabajo constante que viene demostrando el escultor alkizatarra.

Resulta por una parte contradictorio y transgresor que un escultor realice bodegones y paisajes (aunque algunos vanguardistas ya lo hicieron), si no es por el amor que él mismo profesa a este pintor maldito del tiempo de los nazis, al que la actual Alemania está recuperando y admirando.

Sus nueve bodegones, realizados en madera tridimensional y hierro, apenas manchados con negro, morado y oro, compuestos por mesa, plato, vaso, botella, cubiertos, manzanas y piedras, y tratados con su personal expresionismo y art povera, resultan de una gran sobriedad, rotundidad y belleza extraña. Son de las mejores piezas que hemos visto de este escultor en su ya larga trayectoria.

Paisajes calcinados sobre metal ocre y grabados al vacío, y pintados con algún oro y tiza, arquitecturas sobre las que traza constelaciones de estrellas y cometas en el cielo, componen unos bajorrelieves de gran sobriedad y economía de medios. Son obras de gran refinamiento, pese a su salvaje apariencia.

Otro tanto realiza en dos grandes lunas circulares, cargadas de signos y arabescos gestuales, bajorelieves trazados en madera y tintados con morados y negros. En todas estas piezas el autor presenta algunas relaciones paradigmáticas con Julius Bissier, al que rinde un hermoso homenaje.

Por último, digamos que Jauregi es uno de los escultores vascos, que anclando sus raíces en anteriores escultores y lenguajes, va elaborando una obra en la que caben múltiples referencias (Leiro, Chillida, Oteiza, caligrafía japonesa y china, Bissier) sin perder un ápice de su personal cosmovisión del hecho escultórico. Además, últimamente va ganando en precisión de lenguaje y escritura.