Los últimos minuteros
El Museo de Arte e Historia de Durango edita un libro e invita a una exposición sobre estos olvidados e históricos retratistas ambulantes que posibilitaron que la fotografía llegara a todos los bolsillos
EL minutero del reloj de los fotógrafos de calle y sus decorados de fantasía nostálgica se ha detenido en el tiempo. Euskal Herria ha perdido la magia de aquellos profesionales ambulantes que utilizaban una voluminosa cámara de madera y un cajón con un básico laboratorio portátil en su interior. Retrataban al aire libre, incluso en el lugar más inhóspito de nuestra escarpada geografía, y, tras un breve ritual, entregaban la foto en blanco y negro revelada, fijada y lavada a sus clientes.
Gracias a la curiosidad por el arte de la fotografía del durangués José María Uriarte Astarloa, la ciudadanía puede conocer de primera mano todos los pormenores sobre esta profesión de la que se sabe que un hombre segoviano es el último del gremio que desde 1942 continúa con esta labor en el Estado. Se llama Ángel Román Allas.
Él es el protagonista vivo del libro que el Museo de Arte e Historia de Durango acaba de editar. La publicación lleva por título Minuteros: kale-argazkilariak, fotógrafos de calle. El organismo municipal presenta esta muestra en la sala de exposiciones del Palacio Etxezarreta. La oferta gratuita permanecerá abierta a la ciudadanía hasta el próximo domingo.
En la misma, Uriarte muestra más de 80 fotografías de su colección privada, la mayoría de ellas reveladas en Bizkaia. Al mismo tiempo, complementa la exhibición con otras del mismo tema de autores como el también durangués Txelu Angoitia e, incluso, ha instalado una máquina de minutero adquirida en Uruguay por "dos mil pesetas" (12 euros), cifra invertida en la década de los 80.
Es una oportunidad casi única para descubrir, evocar o enfocar un oficio de arraigo popular en Euskadi. Los minuteros (también hubo alguna mujer) fueron sobre todo un clásico en las romerías, fiestas y ferias de Bizkaia. Llegaban hasta las ermitas más recónditas con trayectos, por ejemplo, en tren e, incluso, a lomos de burro, a pie o en carro. Recorrían desde los años 30 plazas, sendas, veredas... "Consiguieron hacer llegar la fotografía a cualquier lugar y que quien posara ante él volviera a su casa ya con ella y por un precio módico", valora el autor del libro, José María Uriarte Astarloa, descendiente del tronco familiar del ilustre durangués Pablo Pedro Astarloa, sacerdote, filólogo, lingüista y lexicógrafo que destacó por sus trabajos sobre el euskara en el siglo XVIII.
Dos siglos más tarde de los estudios de este célebre vizcaino, surgieron los primeros anuncios en revistas ilustradas y en periódicos bajo el titular de Gane mucho dinero y presentaban al mundo la moderna "máquina para postales" Mandel. Corría el año 1913. El empresario barcelonés Rafael Garriga acabó creando sus productos y publicando un libreto titulado Manual del minutero. Estos fotógrafos de calle posibilitaban, precisamente eso, ofrecerte tu retrato "en unos minutos".
Hegoalde contó con una serie de estos profesionales. Así, en los años 30 la plaza Elíptica de Bilbao contaba con uno como fue Raimundo Benito, en la romería de San Antonio del 13 de junio se daban cita en Urkiola diferentes minuteros como Chamorro, Saturnino Gil Pérez, o Felipe Ruiz. "En la fiesta de San Cristóbal que se juntaban miles de personas en Oiz podía haber hasta 30 minuteros. No sé ni cómo llegarían hasta allí en aquellos tiempos…", saca una sonrisa Uriarte.
También pedían una sonrisa para la foto aquellos que pasaron por la comarca vizcaina de Durangaldea, caso del burgalés residente en Eibar, con lugar de trabajo en la plaza Unzaga, Servando Juez Reyes, y el cántabro Miguel Ruiz Rueda. Este último, muy habitual en Gasteiz, llegó a cobrar 2 pesetas en sus inicios y hasta 20 por dos retratos. "¡Pero había quien cobraba 30!", matizaba a un periódico aragonés en 1969 tras medio siglo de profesión. Ofertaban tres tamaños: media tarjeta, postal y un cuarto de tarjeta en unos expositores que instalaban junto a la cámara.
Fue en esa década cuando fue decreciendo de forma paulatina la presencia de los minuteros, disminución que se generalizó en los 70 y que "llevó a la casi desaparición de esta profesión que había sido un fenómeno universal", concluye Uriarte, profesor en el instituto Fray Juan de Zumarraga de Durango y con más de media docena de libros publicados. Y todo porque la evolución de la tecnología llevó a que aparecieran unos nuevos fotógrafos de calle, llamados Leikistas, es decir, los que usaban máquinas Leika que te tomaban el retrato y te lo enviaban a tu casa con un recadista. Complementan este gremio urbano, los de bautizos, bodas y comuniones, conocidos de forma abreviada y humorística como de la BBC.
Este miembro de la sociedad de amigos Gerediaga Elkartea matiza que algunos minuteros jóvenes suelen acudir a fiestas como las de Bilbao, caso de Enrique Peña, natural de Alcalá de Henares, Madrid. "Este fotógrafo suele estar en la plaza mayor de Madrid", apostilla el autor del libro, publicación que ya está a la venta. "Las fotos de los minuteros no tienen gran calidad artística, lo importante era la inmediatez. Han hecho una aportación humilde a la fotografía, pero sí hay que reconocer su aportación a que este arte llegara a lo más recóndito de la geografía".
Por la recesión económica actual podría darse un "rebrote" de esta profesión que se identifica con el siglo pasado, aflora Uriarte. "Conozco a tres en Madrid, otro en Galicia y Asturias, caso de Nicolás Núñez". Sería un repunte curioso tras haber sido fotógrafos "olvidados y en su tiempo menospreciados por su propio gremio".