un recital de Iker Sánchez puso el broche de oro a un año cargado de emotividad en el Teatro Arriaga. Las fatídicas inundaciones que anegaron Bilbao en 1983 obligaron a los responsables a realizar una profunda renovación en el edificio. Y fue un 5 de diciembre de 1986 cuando el telón se volvió a subir para celebrar la reapertura. Un cuarto de siglo después, tres trabajadores del Teatro Arriaga cuentan sus vivencias y los cambios que han vivido. Han sido muchos los artistas que han pasado por este escenario, pero quienes de verdad han hecho posible que el Teatro Arriaga siguiera adelante han sido personas anónimas que con su esfuerzo y dedicación permiten abrir todas las semanas sus puertas.

Daniel Díez > Acomodador

Una vida dedicada

Hace apenas unas horas que cambió de vida aunque Daniel Díez reconoce que le "daba pena" dejar atrás más de cuatro décadas de trabajo en el Teatro Arriaga. Fue en 1970 cuando por primera vez sintió que el teatro iba a marcar su vida. "Entré a inaugurar la cafetería que estaba donde está ahora el hall", rememora Díez, que dio sus primeros pasos como camarero y que se jubiló el domingo como acomodador.

No se le borra de la cabeza una fecha: el 26 de agosto de 1983, el día que Bilbao sucumbió a la intensidad de la ría. "Estaba trabajando en la cafetería y para intentar salvar todo lo posible, lo pusimos en los mostradores. Pero no hicimos nada porque el agua alcanzó una altura de 4 o 5 metros", cuenta Díez. Tuvo que llegar la Ertzaintza para que abandonara su trabajo. "A media tarde, nos dijeron que teníamos que salir y cuando nos fuimos, el agua nos llegaba por la cintura", agrega.

Han sido 41 años acudiendo cada día al mismo lugar de trabajo. Esa catástrofe devastó la cafetería y desapareció. Entonces Daniel se convirtió en uno de los acomodadores. "Lo que más reconforta es que reconozcan tu trabajo", señala. A lo largo de estos años ha tenido que vivir situaciones cuanto menos, curiosas. "Por ejemplo, por motivos del montaje, a veces, se han quitado butacas del patio de butacas. Entonces a esas personas les teníamos que cambiar de sitio a otras localidades que eran incluso tan buenas o mejores que las que tenían", relata el veterano trabajador, quien en ocasiones tuvo que hacer entrar en razón a los espectadores: "Había gente que no quería cambiarse y se sentaban en cualquier localidad. En ese momento, había que convencerlos. Aunque eso sí, ha habido gente muy buena y que comprendía las cosas".

Ayer comenzó una nueva vida en la que el Teatro Arriaga se quedará como una afición más. "Voy a pasar al gremio de los jubilados. Soy una persona activa así que me buscaré alguna cosa para hacer", concluye.

maite Pérez > técnico de información

Algo más que una asesora

"He tenido unas experiencias maravillosas". Quien tan contenta se muestra es Maite Pérez, técnico de información y responsable del programa Amigos de Arriaga, que entró a trabajar en el Teatro Arriaga en febrero de 1987. "Por aquí han pasado varios directores y cada uno ha marcado una impronta", reconoce Pérez, quien se enorgullece del centro en el que trabaja: "Tenemos la gran suerte de ser un teatro polivalente y se hacen todos los géneros".

Trabajando de cara al público, en muchas ocasiones es la asesora de los espectadores a la hora de decidir qué obra ver. "Nos preguntan de todo. Tenemos una amiga maravillosa que ya es mayor y me dice: necesito que me aconsejéis una obra buena y fuerte porque quiero traer a mis nietas. Y quiero que vean que su abuela no es una chapada a la antigua. Y entonces les aconsejamos", cuenta Maite Pérez. Pero no todos los momentos han sido como ahora. "En marzo de 1987 se programó la Muestra Internacional de Teatro y fue muy complicado venderla. Fue una apuesta difícil pero maravillosa", describe. En aquella época acudieron hasta Bilbao compañías de Inglaterra, Holanda, Polonia y un largo etcétera de países para ofrecer unas funciones muy especiales. Reconoce que ha ido "aprendiendo con los años" y las anécdotas se han sucedido. "Siempre hay nervios antes de los estrenos y cuando vino Jeanne Moreau fue una cosa impresionante. Nos dieron pinganillos para la traducción simultánea", recuerda entre sonrisas. Donde siempre esperaba que hubiera alguna sorpresa era en las representaciones navideñas de El caserío. "Coincidía con los Santos Inocentes y estábamos pendientes para saber cuál iba a ser la sorpresa", apunta Pérez. En otra representación, en la de Los sobrinos del capitán Grant, hubo un pequeño incidente. "Había un cóndor volando y tenía que raptar a un actor. Y falló el mecanismo del cóndor", señala la técnico de información.

Si hay algo que le llena es el programa Amigos de Arriaga. "Es lo que más satisfacciones me ha dado. Son unos 5.000 y el trato y la convivencia con ellos ha sido increíble", comenta contenta Maite, que espera seguir "disfrutando" de su trabajo.

joseba erkiaga > regidor

Pendiente de los detalles

Los aplausos siempre son para los artistas pero hay mucha gente detrás que trabaja para que el espectáculo salga tal y como está previsto. Una de esas personas es Joseba Erkiaga, regidor del Teatro Arriaga, que entró a formar parte de la plantilla hace más de dos décadas cuando vio que Luis Iturri, el director que en la época de la reapertura, buscaba "a alguien que supiera de música" y, sin pensárselo, Erkiaga asumió el puesto de regidor. "Antes hacía todo el trabajo yo solo. Ahora, afortunadamente, tengo ayuda", explica.

Le encantan la "ópera y la zarzuela" y recuerda sin dudas los conciertos que ofrecieron la Orquesta Sinfónica de Nueva York y la Orquesta Sinfónica de Moscú. Son muchas horas las invertidas en el Teatro Arriaga y, aunque trata de disfrutar de las actuaciones, siempre está pendiente de que nada se salga del guión previsto. "Una vez, tuve que salir corriendo con un extintor al escenario. Hacíamos Tosca y había unas velas. Una de ellas cayó y empezó a arder la tela. Como el escenario era hueco por dentro, me dio miedo de que saliéramos todos ardiendo", detalla Erkiaga, que señala que todo parecía seguir como si nada estuviera ocurriendo: "El artista estaba cantando, mandé apagar la luz y aquello se paró. Salí con el extintor, volví a mi sitio, di las luces y el maestro volvió a dirigir la orquesta".

Su labor está estrechamente ligada a la que desarrollan los artistas. "El mito del divo existe, aunque es verdad que los grandes artistas son los que menos problemas dan", precisa el regidor para quien las razones de las exigencias de los intérpretes se debe a "su inseguridad".

Trabajar todos los fines de semana quema pero Erkiaga ya se ha acostumbrado. "Sé que se han roto familias por la falta de comprensión hacia este tipo de trabajo. Quien nos quiera, tendrá que entendernos", apunta el regidor. A pesar de esto, Erkiaga reconoce que su trabajo es satisfactorio y no se "plantea" cambiar el Arriaga por ningún otro sitio.