Valladolid. Nanni Moretti realiza películas cada cinco años y habla de una forma pausada sobre su particular visión de lo que esperaba el público sobre un Papa noqueado por la responsabilidad de llevar los designios de la Iglesia católica. Habemus Papam no ha disgustado del todo al Vaticano, que esperaba mayor sorna y sarcasmo por parte del autor de Caro diario (1993), Abril (1998) o La habitación del hijo (2001). En esta entrevista realizada en italiano en el marco del Festival Internacional de Cine de Valladolid, confiesa sus preocupaciones políticas y sociales. En Italia ha recaudado ya ocho millones de euros. Y alguna revista religiosa se sigue santiguando por la levedad de su sentido del humor: "Podría haber sido más cruel".
¿Cómo se le ocurrió la idea de hacer la película?
Hay una escena en particular que fue la que empezó todo: un Papa recién elegido que no es capaz de salir al balcón a saludar a los fieles.
¿Desde el principio quiso unir el drama con la comedia?
Sí. Quería mezclar comedia y drama, el tono grotesco y el realista. Un Papa que escapa del Vaticano y se pasea por la ciudad donde se encuentra con situaciones que no ha experimentado desde hace mucho tiempo.
¿Tuvo en mente las reacciones que podría generar en el Vaticano?
No he pensado mucho en la reacción, sinceramente. En la película realizo el papel del psicoanalista y tampoco he pensado en la reacción de ese colectivo. Y ha ocurrido lo mismo con la Iglesia. O cuando me he acercado al partido comunista. No me preocupaba lo que dijeran. Cada cierto tiempo realizo una obra para acercarme a un nuevo objetivo. Además, no ha habido ataques a la película en sí, solo algunas reacciones que no representan al mundo católico.
¿Cómo se ha documentado?
Me interesaba el ritual del cónclave. Su toma de decisión, así como sus vestidos y la escenografía. Estaba interesado en las reglas de la votación y el escrutinio. En el interior de ese marco verosímil y realista, he realizado un filme de intención. Una película completamente distinta, que muchos espectadores no esperaban. No me interesan las expectativas del público. En todo caso, me gusta llevarles la contraria. Si uno espera algo concreto, ya lo tiene gratis por la noche en la televisión. Soy de los que piensan que se va al cine a encontrarse con algo inaudito. Con una sorpresa. No me ha interesado nunca reiterar en mis películas cosas que el público ya conoce. No me gusta enviar mensajes velados jugando con temas de actualidad.
El Vaticano de 'Habemus Papam' es una institución nerviosa que ve perder a su gran timonel. Nerviosa pero paciente. ¿Así lo ve?
El Vaticano no es una entidad monolítica, creada y organizada por una sola persona. Conviven realidades diversas. Pienso que esa visión no es del todo verosímil. Sino puramente cinematográfica.
¿Qué parte de la película es autobiográfica?
Como siempre, es la atmósfera general de la película. Y si quieres entrar en detalles hay algo de mí en ambos protagonistas y en la incómoda sensación que tienen de no estar a la altura.
¿Lee las críticas que se escriben sobre sus películas?
Cuando era muy joven leía todo lo que se escribía sobre mis películas. Lo que siente la gente ya lo sé, porque ya se han realizado debates en las grandes ciudades en mi gira italiana. Trabajo tanto en el filme que después necesito distanciarme un poco.
En un momento de la película el Papa se pregunta sobre la cercanía de la Iglesia. ¿Cuáles consideraría los principales pecados de la Iglesia de hoy?
Casi todos (se ríe). Muchas de las que podrían acumular en una vida entera: la falta de humildad, la falta de curiosidad respecto a los otros, y cómo no, la falta de transparencia. Existe una expresión italiana, que no sé si en castellano significa lo mismo: I pani sporchi si lavano in famiglia (El pan sucio se lava en familia). Centrándonos en este último refrán, el pan sucio lo tratan como en un partido estalinista. El pan sucio no lo lavan ni en familia. Yo no estaba interesado en hacer un filme sobre este tema. Ni quería retratar los escándalos de la pedofilia. No sé si es más grave el escándalo de la pedofilia o cómo se ha descubierto o gestionado ese escándalo. No quería hacer un filme sobre sus diversos escándalos, como las finanzas del Vaticano. Ya existen medios para saber o acercarse a estos temas: periódicos, internet, documentales... Yo quería hacer otra historia. Desde el interior de un marco realista. Mi propio filme. Mi apreciación del Papa, de los cardenales y del cónclave. Soy partidario de imaginar otra realidad posible y, en mi caso, he realizado un filme sobre un posible Papa y su entorno.
¿No cree, entonces, que la labor de un autor es poner un foco de atención en clave de ficción sobre un tema candente?
Pienso que uno de los objetivos del cine es sorprender, desubicar. Como cuando se desubica el portero en un partido de fútbol a través de una maniobra. Eso es lo que me gusta. Introducir otro punto de vista menos pegado a la actualidad. Nada más saber que iba a hacer un filme sobre el Papa, muchos espectadores se han imaginado otro tipo de película. Justo el que no me interesaba. Yo no hago películas por comisión o para lanzar un mitin. Hay algunas películas políticas contra la Iglesia que me han gustado, como Amen de Costa-Gavras. Pero punto. Es su película. Es interesante el filme que he visto de Meryl Streep y el actor que ha hecho Capote...
Philip Seymour Hoffman.
Il dupio (La duda). Pero no era mi película.
En 'Habemus Papam' se habla del poder de la Iglesia, pero sobre todo del papel de los cardenales, que están desubicados... ¿Ha retratado cardenales reales?
No soy un experto en el Vaticano. Me he documentado y he leído testimonios y libros. Todos los papas, incluyendo Ratzinger, aunque pueda resultar difícil creerlo, dicen que en el momento de su elección se han sentido desubicados. Esa escena es fruto de una idea que parte de algunos testimonios públicos, recreados después en mi imaginación. Ra-tzinger, Karol Wojtyla, Papa Juan... son casos relevantes, pero el más sonado fue el del Papa Giovanni Paolo I. No se creía lo que le pasaba. Es una escena que nosotros, los espectadores, vemos en el cine como en una serie de televisión, donde el cónclave tiene sus (auto) candidaturas, paquete de votos de un continente a otro... Las tramas, las intrigas, el complot, el candidato favorito. En Habemus Papam, Gregori, el candidato favorito, que es italiano, es muy afectuoso y devoto. He realizado un cónclave contrario a lo que estamos habituados como espectadores de estos acontecimientos.
En su filmografía como director figuran ya once títulos. Ha hablado sobre el partido comunista, Silvio Berlusconi, el Papa, la relación paternofilial... Usted en Italia es un icono para muchos de su generación. ¿Qué relación mantiene con sus correligionarios?
Italia es un sistema gerontocrático, es decir, una sociedad cuya conciencia cree que se recibe más de lo que se devuelve. Los de mi generación son considerados jóvenes. Uno de 40 está considerado joven en el cine. En política, uno de 58 también. Creo que Silvio Berlusconi tiene 75 ó 76 años. El secretario del partido democrático tampoco es un ragazzo. Por tanto, no veo muy claro mi papel de representante de mi generación.
Usted es un icono de la izquierda para muchos italianos. ¿Considera que comparte sus obsesiones con ellos?
Mis filmes parten de mis obsesiones. Desde la época de Bianca (1984) o La messa é finita (1985) contaba mi mundo y después podría parecer que he querido o conseguido contar mi generación. Pero no podría saber qué cosas pertenecen solo a mi realidad. ¿Representante de mi generación? Me preocupa más saber qué legado quisiera dejar a mis hijos. Les diría que intentaran ser coherentes. Es lo mismo que percibí de mi padre. Que busquen la coherencia porque se acaba mal pretendiendo ser coherentes. También les diría que intenten ser responsables. Una cosa poco italiana. Coherencia entre lo que se dice y se hace. En Italia, la culpa siempre es del otro. Cuando uno se equivoca o cuando pierde un partido, la culpa es del árbitro, del viento, del palo, de la lluvia... Incluso cuando una película va mal. El título no era el adecuado. Me gustaría dejar esa reflexión a mis hijos. Espero que se lamenten poco y tengan una mentalidad más constructiva y responsable. Puede ser que sea una característica de mi generación.
¿Que relación tenía usted con su padre?
Mi padre, que no era de la izquierda sino liberal, ha conseguido dejarme como herencia su tolerancia. Era una persona muy tolerante. Yo lo soy mucho menos. Y es una pena. Debe haber algo químico dentro de mí que me impide ser totalmente tolerante.
¿Cuál fue la reacción de Michel Piccoli cuando supo que iba a ser el Papa? ¿Es más ateo ahora que antes?
No se lo he preguntado. No creo que él sea creyente. Ha hecho tantas películas con Luis Buñuel, un ateo convencido, que nunca se sabe... Si era creyente antes, después de trabajar con Buñuel no creo que lo fuera más. Ha estado, desde el primer momento, muy disponible. Fui a París a hacerle una prueba. Le mandé seis escenas en italiano. Como si fuera un actor de veinte años al inicio de su carrera. En el filme también ha estado muy afectuoso y disponible. Al ser un actor extraordinario, no había que explicarle mucho, pero yo le decía cómo habría hecho yo la escena, y él lo hacía mejor. No me avergonzaba hacerle ver una escena, un grito... En el rodaje, había momentos que le he llegado a llamar por momentos Piccolini.
¿Y cuál es su relación con la religión?
Es inexistente. Cuando era un ragazzo, con 16 años, llegué a creer, Antes citaba a Buñuel... No es la confrontación entre la religión católica y la individualidad por lo que crees o necesitas que tienes que ser transgresor o provocador. Me da pena que un cardenal o la Conferencia Episcopal Italiana imponga posiciones políticas. Me da pena que los partidos políticos entren en agitación por la posición de un Estado extranjero como el Vaticano que habla de Italia. Repito. Es un estado extranjero. Esperemos que lo siga siendo.