Censura hasta en las películas del Oeste
Donostia. El régimen franquista favoreció la introducción del western porque sus características narrativas y la lejanía espacio-temporal no cuestionaba los cimientos del sistema; pese a ello, por cuestiones de moral, violencia o puritanismo lingüístico, el género del Oeste no se libró de los censores. De hecho, en cuanto la dictadura tomó cuerpo se creó en España una industria literaria y cinematográfica paralela destinada a la evasión desideologizada.
Son algunas de las ideas que se desprenden de la investigación de Mª del Carmen Camus (Santander, 1957), que parte de 1939, año en el que coincide el inicio del régimen franquista y el estreno de La diligencia, la película con la que John Ford revitalizó el género. "Marca la diferencia porque, hasta entonces, las del Oeste eran películas de serie B, producciones muy pequeñas y , a partir de esta fecha, empiezan los grandes estudios a implicarse en western".
Ése ese es el punto de partida temporal; el teórico es un proyecto de investigación interuniversitario. "Otros compañeros ya habían hecho trabajos de campo sobre la censura, y observaron que el género del Oeste era muy popular. En el ámbito la narrativa, entre un 68 y un 70% eran novelas del Oeste entre 1955 y 1981; se hacía necesario un estudio que indagara en el género", concluye Camus, y de sus indagaciones deduce que "el género del Oeste, poblado por mitos y leyendas que se mueven en un vasto escenario como el Far West y donde se narran hechos distantes en el tiempo y en el espacio a la realidad ideológica, política y cultural de la España del franquismo, no representaba una amenaza que hiciera peligrar los cimientos de la dictadura, por lo que se favorece su entrada, llegando el género a ocupar una posición central en el sistema".
Pese a que gozara de cierta simpatía, o al menos transmitiera tranquilidad, a las autoridades franquistas, el western también sufrió los recortes de la censura. "En el cine del Oeste los temas relacionados con la moralidad son los que provocan mayor número de supresiones -en torno a un 70%, seguidos de los de la violencia y el lenguaje. En cambio, los políticos y religiosos no están tan presentes como en otros géneros", analiza Camus, licenciada en Filología Inglesa.
En Pequeño Gran Hombre (novela de Thomas Berger y película dirigida en 1970 por Arthur Penn, protagonizada por Dustin Hoffman), por ejemplo, hay una escena que, "responde a algo habitual entre los indios, que había mayor número de mujeres que de varones, puesto que en las guerras morían muchos, y el que quedaba tenía que atender a todas las mujeres de la familia", explica. "A instancias de su esposa Rayo de Sol, Pequeño Gran Hombre tiene que atender a su cuñada. Eso sorprendía a la mentalidad española, y esa escena de la parte inicial del filme fue suprimida", apunta.
Resulta que en esa misma película, la esposa del reverendo Pendrake, encarnada por Faye Dunaway, lava "amorosamente" a un joven. "Era una mujer muy exultante, y la forma de lavarle no era propia de la cónyuge de un reverendo por lo que en los diálogos que hace referencia a su marido, se convierte en su hermano", describe, una situación que recuerda el célebre caso de Mogambo, unos años antes, en los que los censores pretendiendo ocultar al publico español los deseos adúlteros de Clark Gable y Grace Kelly, convirtiendo a la malograda actriz y Donald Sinden (marido y mujer en la película) en hermanos, lo que transformó una posible infidelidad en un... incesto.
hacia la aceptabilidad Camus se ha centrado en la incidencia de la censura en las traducciones, para lo que ha cotejado las novelas y películas originales en inglés y su traducción al castellano.
En otra de las narraciones que ha examinado, Duelo al sol (la novela de Niven Busch y la película dirigida en 1946 por King Vidor, protagonizada por Gregory Peck), la doctora ha trabajado con cinco ediciones diferentes del libro, que reflejan "muy bien con el paso del tiempo fueron variando los criterios de censura y cómo se fue amoldando el discurso para acercarlo al consumidor y no a la edición original".
"A medida que pasaban los años, se alejaba más de la adecuación y centrarse más en la aceptabilidad", sintetiza la autora del estudio.
Sorprendentemente, la mayoría de las supresiones y modificaciones de la censura perduran en la actualidad. "En cine, por desgracia, lo que tenemos es lo que se aprobó entonces. Esto se sigue manteniendo porque probablemente a las productoras no les interese modificar esos productos", lamenta Camus.
En narrativo, volviendo al ejemplo Pequeño Gran Hombre, existe una nueva edición de la editorial Valdemar, en la que se han incluido "una serie de capítulos suprimidos en su día, pero en la traducción que en general se sigue haciendo, una de las grandes pérdidas es el lenguaje de los vaqueros, cuyas variedades personales o grupales no se respetan, y se traducen a un español standard".
nuevos escritores Las "pseudotraducciones" conviven con una narrativa autóctona promovida por el Gobierno franquista que consideraba que las novelas extranjeras suponían "vías para introducir ideas contrarias al régimen". A partir de 1946, "la promulgación de una ley del libro, que intentó evitar que llegara al pueblo ideas contrarias a su modo de entender la realidad, frenar la entrada de las traducciones y crear un nuevo Oeste español", explica la autora de la tesis. "Había una necesidad de escritores que suministran material para la industria que se estaba creando; a todo aquel que sabía escribir lo pusieron a redactar libros. Un buen porcentaje no tenía nada que ver con la literatura: banqueros, contables... Las editoriales se ponían en contacto con los que sabían escribir -en 1940 había un 43% de analfabetos- por si les interesaba ganarse un dinero extra, y muchos empezaron así su carrera literaria. Algunos ya eran escritores, y otros eran republicanos, como Manuel Lafuente; todos escribían bajo seudónimos, nombres extranjeros muy rimbombantes", recuerda. En el cine, fue la industria de los spaghetti western.