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La pícara travesura de un hombre de lienzos

El Museo de Bellas Artes de Bilbao recoge la mirada realista de Batolomé Esteban Murillo sobre la pícara realidad de su época.

La pícara travesura de un hombre de lienzos

Dice una voz popular que quien con pícaros se amaña es de su misma calaña. Nada más lejos de ello si una revisa la fecunda vida de Bartolomé Esteban Murillo, un hombre del siglo XVIl que no padeció las adversidades ni gozó de las fortunas, no sufrió reveses ni vivió inesperados golpes de gracia. Murillo no es heredero del legendario Lázaro de Tormes ni de su corte de truhanes del siglo anterior. Sin embargo, Murillo fue capaz de captar en su juventud dientes mellados, juegos trucados, gitanos y mendigos o el hambre mataba a tariscos; todo un universo de pícaros y suciedad que se recoge en la exposición El joven Murillo, presentada ayer en el Museo de Bellas Artes de Bilbao bajo el patrocinio de la BBK.

Los 42 cuadros que conforman la muestra, escogidos con mimo por el comisario de la exposición, Benito Navarrete, dibujan una crónica social de la época. Frente a ellos pasearon ayer el presidente de la BBK, Mario Fernández, el alcalde Iñaki Azkuna, quien recordó "aquel martirio de las Inmaculadas de Murillo en los calendarios de ultramarinos", la consejera de Cultura, Blanca Urgell, la diputada de Cultura, Josune Ariztondo, y la concejal de Cultura, Ibone Bengoetxea; el director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, Javier Viar, el director del Museo de Bellas Artes de Sevilla, Antonio Álvarez; Coenen Luc, en nombre del Museo de Lier, el director del Museo de Bellas Artes de Asturias, Emilio Marcos, el director de la Fundación BBK, Gorka Martínez, el director general de la BBK, Juan Mari Sáenz de Buruaga, Inocencio Gutiérrez Oyagüe, Pedro Icaza, el pianista Joaquín Achúcarro, Ignacio Cano, Bernardo Bueno Beltrán, Pablo Suárez, Rocío Ortiz, Anabel Morillo y Rocío Carranza entre otros.

No se trata -al menos no tan sólo- de una selección en exclusiva de cuadros rufianescos, extraídos de los bajos fondos. Hay en la muestra un bosquejo de lo que luego sería el leit motiv de la brillante carrera de Murillo: los temas religiosos. De todo esto dan fe, entre otros, la retratista Nieves Muñoz, el poeta Misere Josephe, el pintor Víctor Sarriugarte, Antón Hurtado, Vicente Larrea, Fernando Mirantes, Begoña Ruiz de Erentxun, Berta Longás, Bendito Martínez, el presidente de la Sociedad Coral de Bilbao, Cecilio Gerrikabeitia, José Luis Markaida o lo que se conoce como un hombre de La Bolsa, Luis de León, Asier Loroño, Jon Aldaiturriaga, Arantza San Andrés, Pilar Maura, José Ramón Elorriaga, Iratxe Madariaga, Pilar Aresti, José Luis Cañón, Ana Trueba, Begoña Fernández, Juan Carlos Argoitia, Fernando Maura, Joaquín Salvador, José María Zarate, Patricia Oriol y una legión de admiradores del pintor andaluz, capaz de abandonar su ciudad por un tiempo y conocer a Velázquez en la Corte. Para ello, tras comprar una pieza de tela y hacerla trozos, pintó en cada uno de ellos un cuadro que vendería a un mercader que embarcaba para las Indias. Ahí comenzó la leyenda.