La mirada que te persigue
reflejo con dos niños (Autorretrato) está realizado por Lucian Freud en 1965. Es un cuadro que te persigue. No se trata de un mero efecto visual, sino de algo profundamente psicológico que deja huella. Una impronta insólita que no se saca fácilmente de la mente, lo que incluso puede asustar. No solo pintura, sino intensidad penetrante.
Nacido en Berlín en 1922, Lucian Freud es uno de los pintores más importantes de la segunda mitad del siglo veinte. Un creador que se ha sabido mantener al margen de modas y tendencias. Parte de la figuración expresionista y aborda la experiencia de un modo raramente existencial. Profundamente humano, tiene una voz tan personal que está por encima de toda clasificación.
La composición de la pintura es insólita. Está dividida en dos partes por una gran diagonal que dibuja el diálogo entre ausencia y presencia, mediante un vacío muy activo. Se trata de un autorretrato, pero no tiene nada de convencional. Su figura se acompaña de las de sus hijos generando la tensión de una gran diferencia de proporciones. Es imposible aguantar la mirada escudriñadora del artista y sin embargo resulta difícil alejarse de allí. Uno queda prendido como por una tela de araña cuya urdimbre produce sensaciones hipnóticas.
El espectador no sabe dónde colocarse ni lo que está mirando. Parece asomarse a un abismo. Y es que el artista ha creado un extraño contrapicado que no se logra entender del todo. Lo que pinta no es otra cosa que a sí mismo asomado a un espejo que está colocado en el suelo. Y pese a las distancias entre las figuras y los objetos, todo está en un mismo plano, detallado de modo similar.
El artista muestra un rictus triste, sensible y dolorido. Un semblante como de aceptación que no es nada condescendiente. Resulta hasta desabrido y desafiante. Existencial parece reflexionar sobre el paso de la vida, colocando los pequeños rostros de sus hijos en un segundo plano. Una elevada figura que puede parecer cansina, abandonada, herida a su suerte. De tal manera que la lámpara se manifiesta como si fuera una gran carga que tiene a la espalda.
Los colores dominantes son algo glaciales y apagados. La eliminación de elementos genera una rara intensidad. Mientras que el tratamiento de superficie es monótono, la carne está como tumefacta, muy trabajada, con masas cromáticas que no renuncian a la representación ni a percibir la interioridad física y psíquica. Una visión especular que profundiza en el ser y su entorno.
Procedente de los fondos de la colección del Museo Thyssen Bornemisza, Reflejo con dos niños (Autorretrato) de Lucian Freud se presenta en el Museo de Bellas Artes de Bilbao hasta el 10 de enero. Es una ocasión única que no debe perderse.
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