Cuentan las crónicas que el hijo primogénito del empresario Federico de Echevarría Rotaeche y de Felipa Zuricalday Eguidazu, fue bautizado en la catedral de Santiago. Desde su infancia se le educó con la mirada puesta en Europa. Y tras sus estudios en el colegio bilbaino de San Nicolás, fue enviado a cursar el bachillerato en el Liceo francés de Angulema y a continuación viajó a Oxford para aprender la lengua inglesa. Cursó los estudios superiores en el Colegio Eton (Inglaterra) y en la Universidad de Mittweida (Alemania). Estaba llamado a ser un hombre de mundo, un cosmopolita aunque su célebre familia, allá en el último cuarto del siglo XIX, ya tenía planes empresariales para él. No por nada, a comienzos del siglo XX ya exisistía la Sociedad Federico Echevarría e hijos. Juan participó en la fundación de Altos Hornos de Vizcaya (1901), siendo representante en las negociaciones de una de las factorías fusionadas de nombre La Iberia, propiedad paterna. No era su pasión.

En verdad siempre le gustó la música, una influencia materna que le cautivó. Recibió clases de armonía y composición musical durante su estancia en Alemania, y en Bilbao acudió a las clases de solfeo del profesor Martínez Villar. Le atraían la filosofía y la literatura europeas. Era un espíritu creador más que empresario. El prematuro fallecimiento de su madre durante una audición musical en el teatro Arriaga, le provocó tal convulsión interior que afloró su reprimido anhelo de convertirse en artista. Y tras esa tragedia, para asombro de propios y extraños... ¡se hizo pintor!

En septiembre de 1919 concurrió a la Exposición Internacional de Bilbao, donde le fue reservada una sala propia

En su ciudad natal, su primer maestro fue el pintor Manuel Losada. Acudía con frecuencia a su estudio abuhardillado, donde comenzó su andadura artística dibujando mucho. Pero, sobre todo, se inició en el género del retrato a través de personajes de la vida marginal bilbaina, recogidos de la propia calle, y de sus tan solicitadas modelos gitanas. Asistía con frecuencia a la tertulia del Café Lyon d’Or, estableciendo amistad con Miguel de Unamuno (en 1930 le visitaría en Hendaya parta compartir destierro con él...) y Leopoldo Gutiérrez Abascal, entre otros, y dentro del círculo artístico se relacionó con los artistas más vanguardistas del momento en el Kurding Club.

Instalado ya en París –y como era preceptivo, en Montmartre durante algún tiempo...–flirteó con las vanguardias del mundo. En 1909 se casó con la rumana de origen francés, Enriqueta Normand Böer, y en 1911 nació su primer y único hijo, José, ni más ni menos que en la londinense abadía de Westminster. Ese mismo año feliz coincide con su estreno en el Salón de Otoño parisino, donde el conocido crítico y poeta, Apollinaire, destaca su retrato del escritor Pierre Paul Plan. Al año siguiente recibiría otra elogiosa crítica de Apollinaire.

En 1930 acogió en su casa de Madrid a Miguel de Unamuno tras su regreso del exilio y no quiso vender un cuadro en su vida

Ante el inminente desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial en 1914, Echevarría decidió su regreso definitivo. Primero a un carmen de Granada. Ya en Bilbao, su primera exposición en solitario tiene lugar en enero de 1916 en la sala de la Asociación de Artistas Vascos. Elogiaron su modernidad mientras Juan bailaba entre Madrid y Bilbao. La inauguración en 1919 de la I Exposición Internacional de Pintura y Escultura en Bilbao, patrocinada por la Diputación Foral, en la que se congregaron buena parte de los más relevantes artistas de Europa. Echevarría, que participa con sala propia, resultó el mejor valorado por todos los miembros del jurado. El Museo de Bellas Artes de Bilbao se hizo con dos obras suyas.

En 1930 acogió en su casa de Madrid a Miguel de Unamuno tras su regreso del exilio y no quiso vender un cuadro en su vida. Un año después moría de un paro cardiaco en San Mamés durante un Athletic-Betis.