Sin embargo, si algo he aprendido estos meses es que hacer vídeos educativos es más complicado de lo que imaginaba. Hasta tal punto que es sobre lo que más he leído este verano. Quería aprender las evidencias científicas que existen sobre cómo diseñar y grabar vídeos instruccionales. He encontrado muchas cuestiones que no por obvias, deja de ser bueno explicar y conocer. Por ello, me he animado a escribir unas ideas sobre lo que he aprendido.

La pandemia del covid-19 dejará para la historia muchas cosas a buen seguro. En el mundo educativo, creo que una de las que probablemente más reflexión traiga son los vídeos. Éstos podrían comenzar a ser una pieza complementaria de acciones formativas a las que antes dedicábamos tiempo síncrono y presencial. Los investigadores Richard E. Mayer, Logan Fiorella y Andrew Stull han publicado este año 2020 un artículo que me parece bastante interesante para sintetizar todo lo que he ido viendo y descubriendo. Lo publicaron poco antes del inicio de la pandemia, titulándolo Cinco maneras de incrementar la efectividad de los vídeos instruccionales. Además, recogen bastante literatura en el campo como para tomarse muy en serio los puntos que más destacan. Se trata ahora mismo de uno de los artículos más leídos en el ámbito de la docencia en remoto. Quizás marque un antes y un después para muchos y muchas. Veamos algunos hallazgos para entender la magnitud de complejidad que tiene realmente el mundo de la educación. Voy a citar solo cuatro, pero os animo a revisar el artículo de manera integral si esto os resulta interesante.

Primer punto: representación dinámica. Al inicio de la pandemia compré una pizarra digital. Se me ocurrió comprarla al ver a un niño jugando con esas pizarras infantiles donde se ponen a pintar. Lo hice por pura intuición. Quizás haya sido uno de los mayores aciertos. Como señalan estos investigadores, se aprende mejor cuando se representa sobre la marcha una explicación en comparación a cuando se muestra únicamente la versión final de esa representación. Esto puede ser un esquema de ideas, un mapa conceptual o un procedimiento de resolución.

Segundo punto: la combinación de la pizarra y la mirada. Solo mirar a la audiencia o solo mostrar la pizarra, es menos efectivo que combinar y permutar ambas. Esto, tanto para las sesiones síncronas (cuando hay un encuentro entre profesor/a y estudiantes) así como para las asíncronas. Este punto nos lleva al tercero. La perspectiva. Porque sí, incluso cómo se les mira cambia la sensación de aprendizaje. La perspectiva en primera persona es mucho más efectiva que en tercera persona o sin unos ojos antes la cámara.

El cuarto punto es uno evidente pero que la pandemia nos ha hecho repensar. Que los estudiantes participen en la sesión es crítico y vital. ¿Por qué? Hay que considerar el contexto. En un aula es lógico que la mirada y el movimiento del profesor/a pueda generar "sensación de alerta". Pero sentado en tu casa e incluso sin cámara, se diluye mucho esta "alerta". Es aún más importante, por ello, generar interacción, participación, etc. Es decir, invitarles a resumir y sintetizar ideas durante la sesión. Por ello, es probable que las competencias de un docente durante una clase en remoto u online tengan que ser acompañadas por habilidades de comunicación interpersonal en espacios virtuales. Esto, llevo años estudiándolo y poniéndolo en práctica en las redes sociales. Y, ciertamente, creo que puede ser útil entender ciertas dinámicas para provocar proactivamente la participación y la conversación en redes sociales.

Como ven, la enseñanza en línea es algo más que una videoconferencia.

En el mundo educativo, los vídeos han traído mucha reflexión. Pueden empezar a ser pieza complementaria de acciones formativas a las que antes dedicábamos tiempo síncrono y presencial