FRESCO, casi frío. Una niebla como algodón húmedo. Lluvia fina. El clima, portugués, atlántico puro, preludió el concierto de la fadista Cristina Branco ayer en la Sala BBK. Presentaba la intérprete lusa (Almeirim, 1972) su último trabajo, Mãe (Madre) publicado hace unos meses, con el que, en sus propias palabras, regresa “a mi casa, el fado tradicional”.

La indudable reina del género, la gran Amália Rodrigues, lo definió con las siguientes palabras: “Amor, celos, ceniza y fuego, dolor y pecado; todo esto existe; todo esto es triste; todo esto es fado”. Nadie como ella ha vuelto a decir un fado.

Sin embargo, también el tango y la milonga abordan idénticos temas que el fado pero poco tienen que ver. Se parecen como un duelo a florete a una riña a navajazos. El tango y la milonga bailan al borde de la desesperación y el sexo, mientras que el fado mantiene una distancia meláncolica con los sinsabores de la vida. Elegante. Quizá tenga relación con que la mayoría de cantantes de tango, hasta la fecha, sean hombres, mientras que con el fado sucede lo contrario. También importa el idioma: el portugués es como un castellano especiado y perfumado que acaricia el oído con palabras que terminan en susurros.

Cristina Branco es una de esas nietas de Amália Rodrigues que proporcionan nuevos matices a la canción tradicional. Branco hasta presenta cierto parecido físico con la Rainha do Fado, aunque su voz es más grave. La de Almeirim triunfó hace tres décadas en Holanda con un disco publicado en los propios Países Bajos y, desde entonces, ha acumulado éxitos, premios y aforos completos. Se acompaña con piano y contrabajo además de con las tradicionales guitarras portuguesas, con su mástil más corto y ancho, sus doce cuerdas, su forma de pera y su complejidad musical. Tampoco hace ascos a las guitarras eléctricas. Branco presume de actualizar el fado. Ayer actuó con el pianista Luis Alberto Cordero de Figueiredo, Bernardo Couto a la guitarra portuguesa y Bernardo José Centeno al contrabajo.

Acudieron a disfrutar del recital personalidades como la diputada foral de Empleo, Cohesión Social e Igualdad, Teresa Laespada, quien se presentó junto a Isabel Muela y las hermanas Virginia y Gloria Múgica. Los reconocidos sociólogos Manuel González Audikana y Jon Leonardo formaban parte de un grupo integrado también por Isabel Gómez, Encarna Rebollo, Marian Bengoa y Miren Leonardo.

No se perdió el evento María José Orgaz, quien acudió con Juan Carlos Iturbe. Fue a la Sala BBK Josune Zuazo con Iñigo Carnicero. Disfrutaron de los fados María José Tresmanes, Aida Portilla, Roberto Illescas, Mercedes Hernández, Miguel Navarro o Jesús Fernández Urbina.

Un grupo llamativo formaban los profesores de portugués de la Escuela Oficial de Idiomas de Santander Andrés da Silva y Patricia Domínguez con su veintena de alumnas y alumnos procedentes de distintas localidades de Cantabria; entre ellos, Jesús Robles, Pedró José López, Carmen López, Patricia Gaviola, Ana Fernández, Alma Balbás, Susana Zinoni, María Da Silva, Benjamín Antón o Fernando Trueba. Según la profesora Domínguez suelen asistir anualmente a los conciertos de fados del auditorio bilbaino.

Asistió la fan del fado Amaia López Iriondo acompañada por una Sonia Romera que se iniciaba en el género. La enamorada de Portugal y del fado, Ainhoa Pastor, convenció a Yohe Torres para acudir a un concierto que seguro le gustó y del que se perdieron la primera canción.

El ciclo musical Noites de Fado 2024 de la Sala BBK comenzó hace una semana con un concierto de la fadista Carminho, continuó ayer con Cristina Branco y concluirá el 2 de mayo con la actuación del revolucionario João Caetano, nacido en Macao, educado musicalmente en Inglaterra y considerado enfant terrible del género