AQUELLA debió ser la Sinfonía de los Horrores, con el sobrecogedor aullido de las sirenas, las campanas avistando de lejos la amenza, los feroces rugidos salvajes de los temibles Heinkels y los horribles Junkers de la Legión Cóndor y el estallido de las bombras, entremezclándose con los gritos y llantos del pueblo. Aquella debió ser la peor de las sinfonías posibles. Comenzó al filo de las cuatro y veinte de la tarde. Aquel 26 de abril de 1937, en la patética opertura de fuego, apareció la Luftwaffe alemana, a lomos de un bombardero ligero Heinkel HE51 que lanzaría en serie las seis primera bombas. Todo el salvaje ataque duró tres horas y veinte minutos. Luego sonó el silencio.

Han pasado 85 años desde entonces y no se olvida. Ni en Gernika, ni en ningún rincón sensible de la tierra. Ayer se vivió una suerte de venganza, una más. Sonó como sonó aquel Guernica de Picasso; como contrapunto de la cultura frente a la barbarie. Gernika 85, es el nombre de la obra sinfónica que el compositor y músico Aitor Etxebarria estrenó en el Palacio Euskalduna, con el apoyo de la Diputación de Bizkaia y el Gobierno vasco. El músico contó con toda la munición musical de la BOS, dirigida por Mikel Fernández; Gaudeamus Korala, de Gernika (hace nada, dirigida por Julia Foruria, presentó el espectáculo Lakrimosa, con motivo también del 85 aniversario del Bombardeo de Gernika...) , y la habilidad de la reputada percusionista escocesa Evelyn Gleenie, poseedora de dos Grammy y arista que ha trabajado con Björk y Mark Knopfler. A los mandos de la operación, el propio Aitor manejó el piano y otros instrumentos electrónicos. Es el proyecto más personal y de mayor envergadura del compositor contemporáneo, redondeado por la proyección de algunos de los últimos testimonios grabados para el Museo de la Paz de Gernika. Algo más de una hora fue suficiente para sobrecoger y desatar un mar interior de lágrimas en el patio de butacas.

¿Qué tipo de emoción debieron sentir Javier Etxebarria y Espe Bilbao, los progenitores del compositor, cuando se apagaron las luces...? Quizás alguien recordó aquella primera noche de angustias; tal vez hubo gente que sintió un escalofrío. Cada cual lo suyo. Testigos de cuanto les cuento fueron el lehendakari, Iñigo Urkullu, acompañado por Lucía Arieta-Araunabeña; los consejeros Bingen Zupiria y Beatriz Artolazabal; Lorea Bilbao, Xabier Arauzo, Begoña de Ibarra; el director general de la BOS, Ibon Aranbarri, Vicente Reyes, Cristina Arana, directora de la Casa de Cultura de Gernika; Joseba Agirreazkuenaga, Miren Oniandia, Alicia Ferrer, Xabier Bilbao, Esperanza Portillo, Juan Carlos Conde, Iñigo Calzada y Paul Etxebarrieta entre otra mucha gente.

Fue la muestra de que una orquesta puede, debe, acallar el estruendo de las sirenas. Con esa misma fe acudieron al estreno gente de Musikene como Javi Alonso y Rosa Gutiérrez, acompañados por su hijo Jon Alonso; Jordi Albareda, impulsor del First Saturday, Gontzal Agirre, Alazne Marín, Gurutze Gorostiaga, Mari Carmen Martínez, María Luisa Garai, Esperanza Olabarria, Maite Azkunaga, Idoia Gandariasbeitia, Jorge Gómez, el músico Jon Artetxe, Susana Chávarri, Iraia Ochoa y Estibaliz Igea, de la Asociación pro sordos Gregorio Ybarra; Mikel Aiestaran, Gonzalo Madariaga, Esti Gordejuela, María Jesús Alonso, Ane Azkarate, Idoia Purroy, Juankar Garrido, y un buen número de gente sensible que se estremeció con la obra puesta en pie. Su estreno fue la constatación de que no hay un horror capaz de silenciar a un pueblo para siempre; que no hay una condena para la eternidad. Siempre habrá alguien que aparezca y levante la mano: para izar una voz de protesta, para pintar un cuadro en blanco y negro cuando aún no haya luz o para crear una composición sinfónica mucho tiempo después. No se olvida. ¡Cómo iba a olvidarse!