Una decena de niños, niñas y adolescentes, de entre 3 y 18 años, residen en el Hogar de Acogida de Menores de Ugao-Miraballes, un servicio habitacional y de atención perteneciente a la red básica residencial de protección del Servicio de Infancia de la Diputación Foral de Bizkaia y gestionado por la Fundación Eguzkilore. Educadores sociales y voluntariado se encargan de “desarrollar al máximo al máximo sus capacidades en el ámbito social, educativo, emocional…”, enumera David González, responsable de un hogar al que llegan, derivados por la administración foral, “menores en situación de riesgo o desamparo de familias que han perdido su tutela o la guardia y custodia”.
En la vivienda habilitada en la villa de Ugao-Miraballes desde septiembre de 2024 aprenden hábitos y rutinas de vida normalizados desde que suena el despertador. “Levantarse, desayunar juntos y asearse son las primeras tareas para, después, acudir a sus centros educativos. Por la tarde se prioriza hacer los deberes y las actividades extraescolares. También se les ayuda a gestionar y ocupar con buenos hábitos su tiempo libre, que es mayor los fines se semana, y las jornadas se cierran con la ducha, la cena e ir a la cama a dormir”. Son rutinas que “van interiorizando con refuerzos y experiencias positivas y dotando a estos menores de herramientas para que las lleven a la práctica”.
Tras una década con el servicio en funcionamiento en Ugao-Miraballes, el balance está siendo altamente positivo. “En este hogar vienen acogidos menores de diferentes puntos de Euskadi y problemáticas y, desde el principio, la acogida del pueblo ha sido maravillosa y el Ayuntamiento ha mostrado siempre predisposición a ayudar y a colaborar”, asegura González. Este entorno tan favorable hace posible “una integración total de los menores en la vida social, educativa, cultural o deportiva del pueblo y están encantados”, afirma con satisfacción David González.
Diagnóstico sostenible
Una importante labor social, en este caso en favor de personas de avanzada edad, es lo que hace el proyecto Bizi Igorre Lagunkoia. Ser partícipes del día a día de Igorre fue uno de los objetivos con los que nació la iniciativa en 2016, “cuando un grupo de personas mayores estaba preocupado” por su municipio y en el marco del programa Ciudades Amigables se fue gestando esta entidad. “Se pusieron en contacto con el Ayuntamiento para realizar un diagnóstico y se elaboró un plan de acción. Ese fue el proceso de Bizi Igorre Lagunkoia”, explican desde la agrupación. Desde entonces han estado trabajando para romper brechas intergeneracionales y hacer de Igorre un municipio más sostenible. Para que su labor esté más organizada, “todos los meses se reúnen y diseñan qué se va a trabajar para Igorre sea más vivible”.
El contacto con otros agentes sociales de la localidad de Arratia es constante. Por ejemplo, con la escuela “se pusieron en marcha también el huerto y el invernadero y transmiten a los niños y niñas su sabiduría”. Además, matienen una estrecha relación con los jóvenes que acuden al instituto con quienes trabajan a través de un “cine fórum intergeneracional”. De esta manera, “ven un documental, se reúnen entre ellos y después realizan una reflexión sobre la temática del documental y se proponen actividades”.
Los ámbitos que han tratado en estos ocho años desde la puesta en marcha de la iniciativa van desde “la inclusión y el respeto a todas las personas, el cambio climático o la salud mental”. Asimismo, también tienen otra actividad destacada con el objetivo de fomentar el uso del euskera con la juventud de Igorre. “Se juntan para tomar un café y así se impulsa el euskera y la transmisión de conocimientos” de los mayores a las nuevas generaciones.
Y es que, uno de los objetivos marcados desde el origen del proyecto consiste en implicar a toda la ciudadanía en ese objetivo de que Igorre sea una localidad amigable con las personas mayores. Ya hay un largo camino recorrido y la intención de los participantes es seguir avanzando con pasos firmes y efectivos.