Embarcado con Cristóbal Colón, el balmasedano Pedro de Terreros le acompañó en sus cuatro viajes al nuevo continente y en el tercero de ellos podría haberse convertido en el primer europeo en pisar tierra firme, en 1498. Siglos más tarde, otro vecino de la villa puede haber pasado a la historia en América, aunque en su caso desde las alturas, como protagonista de una de las fotografías más reproducidas: la de las once personas captadas por Charles C. Ebbets en una pose no tan casual ni peligrosa como aparenta en un descanso de su trabajo en la construcción del edificio RCA del Rockefeller Center de Nueva York.La fama que ha cobrado la instantánea, publicada en el suplemento fotográfico dominical del New York Herald Tribune el 2 de octubre de 1932, ha provocado la proliferación de candidatos a las identidades de los empleados retratados. “Muchos familiares pelean por que aparezcan ahí su abuelo o su bisabuelo. En los años cuarenta fue bastante común que la gente dijera: Ese soy yo, porque las primeras imágenes no tenían mucha calidad”, explica Eneko Beraza, miembro de la asociación cultural Orexinal de Balmaseda, que hace años investigó al respecto, ya que “existía el run run de que uno de ellos había nacido en la villa”. Contactó con la archivista del Rockefeller Center, pero no encontró datos concluyentes sobre el segundo por la izquierda, el presunto Ibargüen de Balmaseda. Cuando Juan Tomás Sáez, Pikizu, mencionó que estaba indagando en la misma cuestión en la reunión de un grupo de patrimonio constituido en Balmaseda en la que Eneko también participaba, “le pasé en un Word toda la documentación que yo había reunido, incluyendo dirección de correo, número de teléfono, etc. de los archivos del Rockefeller Center”.

Las piezas del puzzle podrían encajar ahora con nuevas informaciones que ayuden a despejar la incógnita en torno al nombre y apellidos del segundo trabajador por la izquierda, “sobre el que nadie había aportado referencias”. La historia se reactivó cuando “un escritor de Bilbao coincidió en un coro con el sobrino nieto de Natxo Ibargüen”, el balmasedano que emigró a Estados Unidos que podría ser el empleado que da fuego a su compañero de obra. Este familiar estaba convencido de que, efectivamente, era Ibargüen quien aparecía en la imagen por lo que el escritor comenzó a indagar. En su momento, “los periódicos rehusaron publicar la historia y él me facilitó toda la información, complementada por otras aportaciones que he recibido y mis propias pesquisas”, relata Pikizu. El trabajo de investigación no ha concluido ni mucho menos... Es posible que los seis artículos compartidos en las redes sociales de Harresi Kulturala Elkartea tengan continuación con más evidencias que reivindiquen “también a los balmasedanos humildes”.

Ignacio Ibargüen nació en la Plaza de los Fueros en 1889, sexto de diez hermanos. Le apodaban Voluntario, “como un tío suyo que participó como voluntario en la tercera Guerra Carlista, hermano de su padre y residente en la ciudad de México”. Coincidió “en el mismo edificio y es muy probable que se viera a menudo con Felipe Camino Galicia, León Felipe, durante sus continuas visitas a la villa donde fijó su residencia entre los años 1916 y 1918 regentando una farmacia, hasta su precipitada marcha a Barcelona”.

Evitar la guerra

Poco después Ignacio también abandonó la villa. Corría el año 1919, “le tocaba prestar el servicio militar y con muchas probabilidades en el norte de África, en la Guerra del Rif, contra las tribus bereberes de Abd el-Krim”. Siguiendo los pasos de sus hermanos mayores “se embarcó con destino a Argentina, dirigiéndose a la Casa Galli, en Buenos Aires, donde tenían acogida todos los miembros de la familia que allí llegaban”. Después estableció su base en el Reino Unido y definitivamente en Nueva York. La documentación acredita su entrada en un barco procedente de la ciudad alemana de Bremen y su paso por el control de inmigración en la isla de Ellis en 1922. En 1927 contrajo matrimonio con Esperanza Ojinaga, con la que tuvo cuatro hijos, dos de los cuales murieron en la infancia. Sobrevivieron Louise (1931) y Donald Peter (1932).

Tras el crac financiero de 1929 “para poder alimentar a su creciente familia, pudo conseguir trabajo en la construcción de los rascacielos que han marcado la imagen (skyline) de la ciudad, retomando quizás el oficio de albañil de su padre”, hila Pikizu. Sería así como Natxo Ibargüen pudo haber terminado posando para la cámara fotográfica “en el piso 69 del Rockefeller Center, a 260 metros de altura”. En realidad “uno de los pisos terminados del edificio se encontraba a unos pocos metros por debajo de los trabajadores suspendidos sobre la viga”. No obstante, sí que es cierto que los empleados, en su mayoría inmigrantes, se jugaban la vida sin apenas medidas de seguridad para levantar estos colosos.

Natxo Ibargüen falleció en 1957 sembrando en su hijo Donald, apodado Dani y Peter El Vasco, el deseo de conocer Euskadi. Viajes a Balmaseda que, además de la ilusión de abrazar a sus familiares, le reportarían la sorpresa de su vida. Continuará... mañana en DEIA.