TRAS vivir una década de los 80 que fue de pura efervescencia a nivel social y que sirvieron, entre otras cosas, para dar continuidad al modelo festivo iniciado en 1979, Barakaldo se adentraba en los 90 con el propósito de seguir evolucionando y mejorando sus Karmenak. El modelo festivo funcionaba puesto que a lo largo de la década precedente había quedado patente que el formato participativo en el que la ciudadanía no era solo un mero actor de los festejos, sino que era, en muchos casos, el actor principal, funcionaba. No solo eso, sino que además de funcionar, daba voz e importancia a todos esos colectivos que, a lo largo del resto del año, hacían una labor callada y constante para hacer de la localidad fabril un municipio lleno de actividad.

El concepto y la mecánica festiva estaba absolutamente clara, lo único que parecía aún por definir era la duración que debían tener los festejos. A lo largo de la década de los 80 se pudo disfrutar de unos Karmenak que llegaron a durar doce días, otros de un formato como el actual, con nueve días, y también hubo unas fiestas con formato más reducido, de cinco días que comprendían las jornadas inmediatamente anteriores y posteriores a la celebración del día de la Virgen del Carmen el 16 de julio, jornada festiva por antonomasia en la localidad fabril. La década de los 80 concluyó con aquel formato festivo de cinco días instaurado y con esa misma duración comenzaron los Karmenak la nueva década. Con el txupin que explotó tras la lectura del pregón, desde el balcón del ayuntamiento, por parte de la Schola Cantorum de San Vicente, entidad que conmemoraba su 50 aniversario, dieron comienzo los Karmenak de 1990 y, con ello, una década festiva que fue muy importante en la definición final de lo que hoy día son los Karmenak. De esta manera, al igual que hoy día ocurre, Barakaldo calentaba motores de cara al txupinazo con una kalejira que, año tras año, iba ganando en color y vida. Era el prólogo ideal para vivir varios días de fiesta en los que la participación y la armonía eran los ingredientes básicos. Esa armonía y esa participación ciudadana se visibilizaba no solo en las kalejiras, sino también en otras actividades como, por ejemplo, los concursos gastronómicos y las comidas populares.

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Karmenak de Barakaldo en carteles

Era más importante que nunca estar unidos y estar dispuestos a ayudar a los demás, puesto que la reconversión industrial que había comenzado en la década de los 80 seguía llevándose por delante industrias y factorías de la localidad barakaldarra. El desempleo se había convertido en un problema perenne no solo en la sociedad barakaldarra -con tasas de paro rara vez inferiores del 10%- sino que era una cuestión que afectaba a todo Ezkerraldea. El que había sido el motor económico de Euskadi veía cómo perdía gran parte de su potencial a causa de aquella reconversión industrial de la que aún hay huellas y heridas en la comarca. Ni siquiera aquellas reivindicaciones como la emblemática Marcha de Hierro de 1992 pudieron evitar que en 1996 Altos Hornos de Vizcaya echase el cierre a sus últimas dependencias. El símbolo por antonomasia de la bonanza industrial de Ezkerraldea se apagaba. Así, las fiestas de Barakaldo, como ya había ocurrido en los 80 y, más adelante, con la galopante crisis económica que se inició en 2008, se erigieron como un lugar de respiro, de desahogo, en el que olvidarse de los problemas durante unos días y disfrutar de aquellos aspectos que hacen de Barakaldo un municipio sin igual.

Una de las claves que hacen a los Karmenak de Barakaldo unas fiestas multitudinarias es que, más allá de su carácter participativo, son unas celebraciones acordes a todas las personas tanto a nivel de gustos como a nivel económico. Porque en los Karmenak de Barakaldo uno puede pasárselo estupendamente sin gastarse un céntimo - en la década de los 90 era sin gastarse un duro-. Por todo ello, mediada la década, volvió a ampliarse el formato festivo y se apostó por un formato de nueve días que ha sido la nota dominante en el último cuarto de siglo. Sobre esa base consolidada en los 90 como los nueve días de fiestas, las kalejiras, conciertos, concursos y actos populares, se fue mejorando en años posteriores el programa festivo con la incorporación de nuevas actividades más acordes a los nuevos tiempos.