l año 2021 se apagó y en su último día, el de las uvas y el champán, el de los buenos deseos y los retos que esculpir, Peter y Tere se despidieron del batzoki de Plentzia. Un día 31 para decir adiós a 32 años tras la barra del bar de la plaza de la Iglesia. "Toda una vida", suspira Peter. "Peter y Tere, tú pon Peter y Tere, no hace falta nada más, que así nos conoce todo el mundo", afirma a su interlocutora. Ambos han conseguido ganarse el corazón de todos los vecinos de la villa.

Toca jubilarse. Descansar. Disfrutar. Desconectar (o tirar) el despertador. "Hasta 18 o 20 horas hemos trabajado muchos días; el día que menos, 12", reconoce Peter. "Y a ver qué tal ahora, que la gente se piensa que la vaca da mucha leche y no es así", se sincera este vecino de Gorliz. Sí, su mujer y él son del municipio vecino, pero en la localidad plentziarra levantaron su otro hogar hace tres décadas. "Yo estaba en el paro y me presenté para peón al Ayuntamiento y me cogieron. Y ese mismo día, por la tarde, me llamaron del batzoki para decirme que podía cogerlo; el mismo día me dieron los dos trabajos. Y como lo que conocía era la hostelería, escogí el batzoki, y desde entonces, han pasado 32 años, así que tan mal no lo habremos hecho", bromea Peter con un tono amable y cálido. De hecho, jeltzales y jelkides, así como otros plentziarras, les hicieron un pequeño homenaje de despedida y les entregaron un cuadro con una imagen de ellos delante del batzoki, ese singular e histórico edificio del casco viejo. "Para nosotros, es nuestro punto de encuentro, pero Tere y Peter no solo han conseguido eso, sino que el batzoki sea el punto de encuentro de muchos plentziarras", valoran desde el PNV local. "Con todo esto del covid no pudimos hacer una despedida grande. Para nosotros fue todo un detalle. Nos hizo mucha ilusión", agradece Peter.

No todo es política. Es más, como admite el ya expropietario del bar, últimamente ni se hablaba de ello. "La gente está muy desengañada", considera. Hubo otros tiempos, sí, de líneas más marcadas, de frentes más distantes, de más división. Pero se fueron difuminando. "Al principio, los de otras ideas no venían; los dos o tres primeros años fueron más duros en ese sentido, había más recelos, pero luego ya no; todos nos conocemos", comenta Peter, agradecido por ello y por todo el cariño recibido. "Mucha gente me ha dicho que no venían por el batzoki, sino por nosotros. Hemos estado muy bien con todo el mundo", destaca. Y eso es lo que queda en este momento de adiós, de mirar por el retrovisor y también hacia el horizonte, en el que se agolpan tantas emociones: la alegría salta, la pena llama fuerte a la puerta, las dudas revolotean... "Me llevo muy buenos y bonitos recuerdos, como los homenajes que se hacían a los afiliados, las caravanas con las elecciones... Una vez, uno me encargó una comida para 40 personas y al de un mes volvió y me dijo que era el batzoki que mejor les había dado de comer y el más rápido. Esas cosas son de agradecer y te gustan esos detalles", sonríe este hombre, que también traslada los agradecimientos de Tere a todos los que han comido con ellos, o se han tomado un café o quizás un txakoli, a todos los que han compartido pedazos de vida en el batzoki. "Hemos tenido una clientela estupenda, es lo mejor que nos llevamos. Siempre ha sido una clientela fiel", enfatiza Peter. Eso sí, los exgerentes del bar también han atendido a "muchos extranjeros" y, sobre todo, a "muchos catalanes".

Los últimos meses del tremendo recorrido de Peter y Tere tras la barra han sido los del coronavirus, los del miedo, el caos, las persianas bajadas, las limitaciones... "Han sido los momentos más difíciles, pero al menos, el tiempo que estuvimos cerrados no tuvimos que pagar la renta", explica Peter. En los 30 años anteriores, el batzoki de Plentzia solo había estado cerrado por vacaciones. Muchos y muchos días "al pie del cañón". Ahora, toca otra etapa.

"Mucha gente me ha dicho que no venían por el batzoki, sino por nosotros"

Expropietario del batzoki de Plentzia