Getxo - Cuando era pequeño y estaba en un internado en Viena no paraba de dibujar en clase. Curiosamente, lo usaba como terapia. “Era un poco guindilla y, a través del dibujo, encontré la forma de centrarme. Dibujaba y dibujaba y así tenía la mente tranquila, mientras escuchaba las explicaciones del profesor”, recuerda Pablo Astrain, donostiarra afincado en Getxo. Por entonces no imaginaba que a sus 32 años se iba a dedicar de lleno a la pintura. “Empecé manchando paredes. Me interesé por el mundo del grafiti. Creo que es la puerta de entrada para un crío al mundo del arte y la pintura”, reflexiona. Y lo matiza. “Un niño es un culo inquieto y, quizás, le cuesta más plantarse delante de un lienzo y pintar algo. Entienden mejor la forma de correr un riesgo, hacer algo respetado por el resto de sus iguales en el colegio. Un acción de pillería pero que después les acaba despertando la vena creativa”, argumenta.

La suya es fruto del aprendizaje constante. Buscó su camino, el faro que le guiase para mejorar, resaltar y progresar como artista. “Estudié bachillerato científico-técnico por consejo de mis padres, pero acabé haciendo Bellas Artes. Cuando llegué a la universidad me encontré con un mundo en el que no entendía nada e intentaba racionalizarlo todo con mis conocimientos científicos”, rememora. Escogió la rama del diseño y gracias a una beca Erasmus viajó a Berlín. La experiencia en la capital alemana no pudo ser más enriquecedora y le permitió afrontar nuevos desafíos. “Aprendí muchísimo”, recuerda. A su regreso, se enfocó de lleno en la pintura.

De vuelta a la universidad en Leioa, tuvo la suerte de aprender de grandes maestros como Jesús Mari Lazkano, Luis Badosa o David García, entre otros. “David García me abrió la mente y me ayudó a soltar el peso que tenía en la cabeza”, reconoce. “De todo ese aprendizaje obtuve un buen cuadro, el primero de la carrera”, señala. Una obra que posteriormente presentó a un certamen en A Coruña y ganó. “Después de eso pensé: voy a hacer otro. Lo mandé a un concurso en Asturias y también gané. En Salamanca quedé segundo y ahora he ganado un concurso de grafiti en Castro Urdiales?”, detalla.

Estilo Tras seis años compatibilizando su labor artística con su trabajo en el estanco familiar, ahora Astrain se dedica 100% al arte. Además de pintura, también realiza tatuajes. En su estudio de Algorta encuentra la paz que dispara su creatividad. Su obra se caracteriza por las influencias del arte callejero que le han llevado a tener un estilo que define como “hiperrealismo narrativo”. “No es un hiperrealismo al uso”, afirma. “Lo que hago es escoger un personaje protagonista y un escenario que no encajan de una manera lógica y lo plasmo en una situación realista”, prosigue. “Lo que me interesa es que mis cuadros despierten en la gente una duda, que piensen: ¿qué está pasando ahí? Algo que les haga elaborar su propio significado, su película”, sostiene.

Así, en su obra se pueden observar situaciones muy singulares. Representaciones que en un primer vistazo parecen no venir a cuento, pero que guardan puntos de equilibrio. “No me gusta nada que un cuadro tenga una única interpretación, tienen que ser abiertos”, apunta. Como, por ejemplo, el que muestra a un hombre vendiendo globos en mitad de un incendio en Ucrania. “¿Qué hace ese tío ahí?, se cuestiona el propio Astrain. Y es que todo lo que envuelve su obra tiene un punto de crítica social. “Nuestra generación no puede pasar por alto todo lo que está pasando. El arte tiene esa responsabilidad de ser consecuente con su generación”, concluye.