A sus 33 años, Amina Benhamida lleva dos meses viviendo en el centro de acogida para migrantes especialmente vulnerables de Berriz. Dejó su Argelia natal en busca de un futuro mejor para su familia. Madre de tres hijos, uno de cuatro años y mellizos de 18 meses, después de recibir ayuda de la asociación Lagun Artean de Bilbao que acompaña especialmente a mujeres con niños en situación de grave exclusión social, Amina pudo trasladarse con su marido e hijos a Olakueta Etxea de Berriz. Mientras que los menores están escolarizados en el municipio, los padres están formándose y aprendidendo castellano en la EPA para poder buscar un trabajo "Llevamos dos años y medio en España; cuando cumplamos tres estaremos en condiciones de regularizar nuestra situación y tener un proyecto familiar autónomo. Salimos de Argelia buscando un mundo mejor y estamos muy bien en Berriz", explicó agradecida la argelina, amante también de la repostería. En este sentido, reconoció ilusionada que "en mí país trabajé de ello y me encantaría poder hacerlo aquí".

Fue el Gobierno vasco, a través del Departamento de Empleo y Políticas Sociales, quien promovió la creación del Centro de Acogida Temporal a Personas Migrantes de Berriz con el objetivo principal de prestar un alojamiento transitorio así como un proceso de atención personal a personas migrantes en situación de especial vulnerabilidad.

Este recurso, coordinado y gestionado por Suspergintza Elkartea y Suspertu S.L. empresa de Inserción, ambas pertenecientes a EDE Fundazioa, pretende cubrir las necesidades básicas de las personas migrantes en riesgo de exclusión social: alojamiento, alimentación, vestimenta, equilibrio emocional, etc., así como evitar y disminuir situaciones de desprotección e intemperie. "La labor de acogida y acompañamiento que desarrollamos en el centro de acogida temporal de Berriz se basa en el respeto, en garantizar la dignidad de todas las personas, en la atención a sus necesidades, incluidas las emocionales, y a preservar su autonomía, su capacidad última para tomar decisiones a pesar de las circunstancias en las que se encuentran. Tener en cuenta su opinión está muy vinculado a ese respeto y esa dignidad. Desde el principio hemos concebido este proyecto desde un planteamiento abierto y colaborativo. El trabajo en red nos permite abrir oportunidades de incorporación social de las personas y familias acogidas porque genera itinerarios diversos impensables en solitario", explicó Jose Puyo, director de EDE Fundazioa.

Un equipo fijo de ocho trabajadores da respuesta a las necesidades de las personas que llegan al albergue. Para llevar a cabo las diferentes labores hay cocineras, personas de acompañamiento y los denominados Gauzainak: dos personas que se encargan de cuidar el sueño de los usuarios por la noche.

Por otro lado, una veintena de voluntarios, en su mayoría berriztarras, también acuden al centro de acogida con el propósito de ayudar a todas las personas que van pasando por el albergue. "Disponemos de un equipo especializado y multidisciplinar capaz de desarrollar una escucha activa y de adaptarse a las situaciones tremendamente diversas que se producen día a día en un espacio de convivencia intensa", puntualizó Puyo.

Otro de los aspectos que valoró como "la guinda del pastel" Gorka Ruiz, coordinador de Olakueta Etxea, fue el hecho de que "los servicios de soporte de la instalación están realizados por nuestra empresa de inserción; de esta manera generamos procesos de aprendizaje profesional e inserción sociolaboral a personas excluidas del mercado laboral".

En la actualidad Un total de 22 personas están siendo atendidas; entre ellas, 9 son solicitantes de asilo y otras 12 se encuentran en una situación de alta vulnerabilidad. Son un total de cinco hombres, siete mujeres y diez menores. Desde su apertura el pasado 2018, han sido atendidas 200 personas de distintos perfiles y 28 nacionalidades diferentes. En lo que llevamos de año, el número de personas que han pasado por Olakueta Etxea se eleva a medio centenar y de 14 nacionalidades diferentes.